La decisión del Gobierno de utilizar
hasta el 1% de los recursos de las AFPs para crear fondo de inversión (al final
del día un tipo de crédito) para apoyar a sectores productivos, pequeños y
medianos, del agro cruceño ha generado una buena polémica. Según el oficialismo
esta acción estaría enmarcada en la Ley de Pensiones 065, que el artículo 140
II c., lo cuál es correcto, pero lo que no se dice enfatiza es que estos
recursos no requieren de calificación de riesgo. Transcribo parte de artículo
II c: “No más del cinco por ciento (5%) de cada Fondo podrá ser invertido en
Valores o Instrumentos Financieros sin calificación de riesgo…”. Justamente
este el punto que genera genuina susceptibilidad de la gente y urticaria
política. Por oposición el otro 95% para ser invertidos deben contar con
calificación de riesgo de acuerdo a lo determinado por la Ley del Mercado de
Valores y sus reglamentos.
Con estos antecedentes: ¿es una buena
o mala idea la creación de este fondo?. Antes de más nada definamos que
es un fondo de inversiones. Este es un instrumento financiero que recibe los
aportes personas jurídicas o naturales, que forman un
patrimonio común y autónomo. Es patrimonio es administrado por una Sociedad
Administradora de Fondos de Inversión (Safi). Prácticamente todos los bancos
tienen una Safi. Seguramente Usted amable lector ha escuchado propagandas de
estas Safis que buscan captar sus ahorros y que al final terminan el anuncio
con una persona que habla a mil por hora, la letra chica del contrato, y que
dice las inversiones son por cuenta y riesgo de los participantes.
El fondo creado para el sector
agropecuario será administrado por la Safi del Banco Unión, una entidad
estatal. Aquí surge la primera susceptibilidad, ¿porque no se permitió que
otras Safis participen del negocio, y compitan por la comisión que se ganará
por administrar los 150 millones de verdes?
Para realizar un abordaje integral del
tema se debe analizar el objetivo de la política pública, la fuente de recursos
usados y el diseño del instrumento.
Con esta propuesta, más allá de los
discursos de blindaje de la economía boliviana, el gobierno reconoce que hay
sectores en crisis que deben ser apoyados por la política pública, para ello
destina un 1% de estos recursos para dar créditos de $us 100 millones al sector
agropecuario, pero utilizar 50 millones para una especie de respaldo para el
propio préstamo. Si se usa el 5% de los recursos de las AFPs se podría a llegar
a $us 700 millones.
Aquí las preguntas pertinentes son:
¿Por qué el Gobierno - que tiene el Banco de Desarrollo Productivo, el Banco
Unión, que cuenta un programa de inversión productiva, con la banca para apoyar
empresas privadas, con más de $us 1.200 millones por año - ha decidido
utilizar $us 150 millones de los aportes nuestros? ¿Es que la hambruna fiscal
es muy grave?. ¿Qué ha pasado con las reservas internacionales que estaban
alrededor de $us 15.000 millones en el 2014 y ahora están en menos de 10.000
millones? ¿Estamos raspando la olla y no hay plata, y tenemos que apelar a los recursos
de las AFPs? ¿Cuál es el límite de estos saques?
Más allá de la necesidad o no de apoyo
al sector productivo, la señalización de esta operación es cuestionable debido
al origen del financiamiento, el tema del riesgo y el contenido político. No es
la mejor idea tocar los fondos de los bolivianos, genera incertidumbre, es un
mensaje negativo de que la situación económica es mucho más compleja de lo que
uno parece verla en un primer momento. Además, se dicho que habrán más de estas
operaciones para otros sectores. El gobierno pudo haber usado otra fuente de
financiamiento para esta operación.
El vehículo utilizado es un fondo de
inversión cerrado. Es evidente que no es la primera vez que se utiliza esta
ingeniería financiera para atraer recursos de las AFPs. Pero cabe recordar que
estos fondos requerían calificación de riesgo, por lo que estas operaciones
fueron hechas por el sector bancario privado y que las AFPs tomaron, esperemos,
una decisión para invertir, nuestros fondos, con criterios técnicos
y no políticos.
Ahora bien, este no es caso del fondo
que comentamos. Como estos recursos, según la Ley 065, no necesitan de
calificación de riesgo y como es conocido que el sector agropecuario enfrenta
peligros altos asociados al clima y variabilidad de precios, se diseñó una
cobertura de riesgos aparentemente sofisticada pero no por eso perfecta. De
hecho la estructuración del fondo es cuestionable. Se afirma que se
invertirá $us 100 millones respaldados por las retornos que se espera de la
inversión de $us 50 millones. Primero, la inversión de los 50 deben garantizar
no 100, sino los 150. Segundo, los $ 50 millones también están en riesgo,
aunque sea bajo. Tercero, que papeles, en el mercado nacional o internacional,
están rindiendo en torno 9,5% para que en doce años se devuelva $ 150
millones, en el peor de los casos. Bueno alguien dirá que esta operación sólo
requiere generar $60 millones porque los otros 90 están cubiertos por la
garantía de los industriales agropecuarios (30%) y los Fondos de Garantía para el Sector Productivo creados con el 6% de
las utilidades de los Bancos (30%). Pero aquí también surgen interrogantes
válidas: 1. ¿En el caso de garantía de los industrias estas son con tierras y
maquinarias? No. En realidad, se habla de cobertura (y no de garantías),
supongo que son quirografarias, es decir, papelitos con firmas. Y
2. ¿Qué si las ganancias de los
bancos bajan a futuro?. Claramente esta otra garantía también es débil.
En suma, si el gobierno debe apoyar a
los sectores productivos en crisis, lo debería hacer utilizando otros recursos
y no tocar los fondos de ahorro de los bolivianos. No es consistente hacer
discursos grandilocuentes sobre el éxito del modelo económico y después dar la
sensación de estar raspando la olla, tocando plata que no es suya.