Monday, May 27, 2013

La revolución del papel de higiénico


    Una de las peores pesadillas que uno puede imaginarse es que después de una apacible sentada en el trono supremo, se deba constatar, a quemarropa, que no hay papel higiénico en el toilette. En la Venezuela del socialismo del siglo XXI parece que el hermano y compañero Freddy Krueger, agente de ultratumba del imperio, se encargó de traer esta pesadilla a la realidad. Según la versión oficial, ha desaparecido el papel higiénico del mercado, como resultado de una conspiración. En la soledad del excusado, millones de venezolanos no tienen este producto de primera necesidad y súbitamente se ven frente al legendario personaje de terror que una mano sostiene un rollo de papel y en la otra exhibe sus dedos con navajas.

    ¿Cuáles son las lecciones microeconómicas y macroeconómicas de la falta del rollito de la fortuna del cual jalamos y jalamos, pensando que su oferta es infinita? Veamos la aproximación microeconómica. El papel higiénico es un producto de primera necesidad cuya demanda es bastante inelástica. ¿Qué significa esto? Que frente a pequeñas variaciones del precio del papel, el consumo no varía significativamente. Esto ocurre porque el bien en cuestión tiene pocos sustitutos en el corto plazo. Pero, sin duda, si el incremento de precios fuera brutal o la escasez monumental, como parece ser el caso en Venezuela, aparecerían las alternativas creativas y ancestrales.

    Entre las más importantes están los vidés, las duchitas higiénicas -esto tal vez para los más pudientes-, pero también surgirían los sustitutos populares, como el infalible papel periódico cortado adecuadamente que, además, tiene tres funciones a la hora de sentase como El Pensador de Auguste Rodin: una recreativa, otra funcional al acto y, simultáneamente, permite acciones de protesta íntimas. “Leí la noticia o vi la foto del político de turno y le di el destino que merecía”. También existen otros sustitutos de papel de toilette, ciertamente imperfectos pero que sacan de apuros, como los marlos, chalas, piedras, hojas de palmeras y otros.

    En lo que se refiere a la producción, la curva de oferta de papel higiénico es elástica, es decir frente a una variación de precios del bien en 1%, la cantidad ofertada del producto aumentará significativamente. Producir el mágico rollito no es caro, y no existen barreras de entrada, tecnológicas o financieras, para su elaboración. Por eso es incomprensible que frente a una demanda inelástica del papel no haya decenas de empresa produciendo este producto de primera necesidad.

    Ahora, frente a la escasez de papel higiénico, ¿qué alternativas de políticas públicas existen? Importar el producto como sabiamente lo está haciendo la revolución bolivariana.

    En efecto, comprará 50 millones de rollos, pero la media es claramente insuficiente. Dado que la población del país caribeño es de 29 millones, esto significa que a cada uno le tocará 1,7 rollos, provisión que no da para más de unos tres días en condiciones fisiológicas normales. Otra alternativa es aumentar la productividad media del papel, o sea, cortarlo en pedazos más pequeños o convertir la “hoja triple” de la marca del perrito en hoja simple, lo que requeriría un adiestramiento del usuario hasta tener un pulso de cirujano y por supuesto intensas campañas de publicidad. También está la alternativa, no recomendable, de usar el papel higiénico de los dos lados: un sacrificio más por el socialismo del siglo XXI.

    Un acto revolucionario sería nacionalizar las fábricas de papel higiénico para evitar especulaciones y conspiraciones. Asimismo, bajo la consigna internacionalista de “colas proletarias del mundo, uníos”, el Gobierno actual podría donar papel higiénico y así evitar que la revolución bolivariana haga aguas y de paso se revive a la empresa Papelbol.

    Desde el punto de vista macroeconómico, también se pueden extraer lecciones interesantes de la escasez de papel higiénico. Dada la elevada inflación que registra la economía venezolana, el producto en cuestión podría estar desempeñando algunas funciones del dinero, como la de reserva de valor y medio de intercambio, en especial en los mercados negros.

    En realidad, ésta puede ser una de las causas de la escasez. Como el impuesto-inflación es elevado y se come el valor del bolívar fuerte, es racional, desde el punto de vista económico, tener rollos de papel antes que dinero. La historia económica mundial está llena de ejemplos de “dinero-mercancía”.

    Durante la hiperinflación alemana, los cigarrillos se volvieron medios de pago y reserva de valor. Sin embargo, el papel higiénico superaría a los puchos. En efecto, el papel higiénico puede ser mejor fraccionado, se lo puede doblar sin riesgo y hasta se lo podría adecuar al ancho de una billetera. Un refresco podría costar una rollo y medio, por ejemplo.

    Finalmente, la escasez de papel higiénico y la falta de alimentos es uno de los síntomas de la enfermedad holandesa, una economía sobreconcentrada en petróleo, que vía apreciación del tipo de cambio real y reasignación de mano de obra hacia los sectores de hidrocarburos y servicios, estrangula lenta y pero indefectiblemente a la industria y producción nacional, en este caso de Venezuela. Como se puede ver, la economía está en todas partes y siempre nos da lecciones. Nunca es tarde para aprender, inclusive en el trono de su casa. Agradezco las sugerencias técnicas del doctor David Zavaleta.

Tuesday, May 21, 2013

Al maestro del bloqueo, con cariño


Al maestro del bloqueo, con cariño


Yo bloqueo, tú bloqueas, ellos bloquean, nosotros bloqueamos, ustedes bloquean. Sin duda alguna, este es el verbo más conjugado en Bolivia a lo largo de su historia. De una manera más amplia el nivel de conflictividad social en Bolivia es muy intenso. Según el Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (CERES), en el periodo 1970 – 2012, se habrían registrado 15.560  huelgas, paros, protestas y bloqueos de todas índole en el país. En 42 años de historia prácticamente se registró un conflicto cada 24 horas, este resultado sale de dividir los 15.560 conflictos entre 42 años (504 meses), lo que, en promedio, dá 370 huelgas o paros por año, 31 por mes. Quiere decir, cada santo día, algún grupo, en todo este tiempo, estaba protestando con buenas o malas razones. A lo largo del periodo de gobierno del Presidente Morales el promedio de conflictos por mes ha superado los 55.

Existen decenas de explicaciones económicas, sociales y políticas sobre los grados de conflictividad  que se presentan en Bolivia. Se han gastado ríos de tinta para explicar este proceso. En buena parte de estos casos existen razones justas para las movilizaciones sociales, pero también algunas de estas acciones muestran cierto grado de esquizofrenia colectiva y oportunismo político.  El espectro de explicaciones es amplio:  mejores salarios, defensas de intereses regionales o corporativos, reclamos por salud, educación, recuperación de la democracia, rechazo a actitudes autoritarias y muchas otras más.  La última causa de los conflictos es la reforma del sistema de pensiones.  Las razones de fondo de los conflictos se explican por la pobreza, exclusión social, bajo crecimiento, la escasa industrialización, la informalización de la economía, las actitudes rentistas y prebendales, y lucha por el poder político.

 También existen las causas de corto plazo, en la actualidad, por ejemplo, el exitismo y narcisismo macroeconómico del gobierno que ha creado una hiperinflación de expectativas en la sociedad y por lo tanto, reavivó una fuerte cultura rentista de varios grupos corporativos. Se habla de una bonanza de riqueza en la economía que la gente cree que no le llega a sus bolsillos. Además, la nueva Constitución Política promete la felicidad económica instantánea. Ahora, todos quieren un pedazo del cielo del proceso de cambio.

Sabemos por experiencia propia e internacional que la inestabilidad social y sindical compromete seriamente el crecimiento y el desarrollo económico. Las vías más conocidas a través de las cuales los conflictos sociales afectan el desempeño económico de un país son: 1) A mayor cantidad de huelgas, menor serán los días trabajados, lo que compromete la producción y productividad media de la economía. 2) Las huelgas y bloqueos crean un clima de incertidumbre macroeconómica, política y social, que desestimula las inversiones. 3) Reivindicaciones sociales exitosas capturan rentas estatales dejando menos recursos para la inversión pública.
           

Los conflictos sociales hacen parte de una sociedad democrática, pero qué ocurre cuando éstos, por exceso y repetición,  se convierten en daniños para el desempeño económico. Aquí creo que entramos en una dimensión psicoanalítica del problema. Hace muchos años en Bolivia, está en una vorágine de conflictos, una especie de chorro morro colectivo donde  el objetivo principal es que todos se saquen la entretela, todos salgan perdiendo. En el pasado neoliberal, se elogiaba las movilizaciones sociales porque eran portadoras de cambio, eran vectores de contra poder, potadores de un nuevo bloque histórico como diría Grasmci. Pero llegó el cambio y, en teoría, la construcción de una hegemonía estatal, y las huelgas y bloqueos continua, más aun, sean multiplicado, aunque ahora se dice que la protesta social tiene otro carácter, sería la disputa por los frutos del proceso de cambio. Movilizaciones revolucionarias o de carácter reinvindicativo, desde el punto de vista económico, generan siempre los mismos resultados. Bajo crecimiento económico, escaso desarrollo productivo, mayor pobreza estructural y fomento a la cultura rentista. Las victorias tanto del gobierno, cuando doble algún movimiento social o las corporaciones, cuando consiguen una victoria, son pírricas y de corto plazo. El resultado estructural es de perdida económica generalizada para todos, muchas veces con muertes.

Podremos, alguna vez, como país, sentarnos en un diván psicoanalítico para explicar este comportamiento autodestructivo y encontrar otras soluciones, que la simple repetición del mismo libreto del chorro morro. Cada año, después del carnaval, se inicia el ritual de las huelgas, paros, bloqueos, represión estatal, el show en los medios de comunicación, las acusaciones de golpismo, los llamados al dialogo, la acusación de presencia de extranjeros en las movilizaciones, los heridos, los muertos, los huérfanos, las viudas, la mediación, algunas demandas atendidas, muchas promesas, sendas declaraciones, acuerdos ampulosos, políticos con o sin rasguños, y finalmente, la reconciliación hipócrita hasta la batalla del próximo año. La historia se muerde la cola y camina en círculos. Hasta el próximo año, en Bolivia sabemos en la repetición esta el gusto. 

La dolarización, pros y contras

Javier Milei, el vencedor de las elecciones primarias en Argentina, tiene como centro de su propuesta la dolarización de la economía para ac...