- Una de las peores pesadillas que uno puede imaginarse es que después de una apacible sentada en el trono supremo, se deba constatar, a quemarropa, que no hay papel higiénico en el toilette. En la Venezuela del socialismo del siglo XXI parece que el hermano y compañero Freddy Krueger, agente de ultratumba del imperio, se encargó de traer esta pesadilla a la realidad. Según la versión oficial, ha desaparecido el papel higiénico del mercado, como resultado de una conspiración. En la soledad del excusado, millones de venezolanos no tienen este producto de primera necesidad y súbitamente se ven frente al legendario personaje de terror que una mano sostiene un rollo de papel y en la otra exhibe sus dedos con navajas.
¿Cuáles son las lecciones microeconómicas y macroeconómicas de la falta del rollito de la fortuna del cual jalamos y jalamos, pensando que su oferta es infinita? Veamos la aproximación microeconómica. El papel higiénico es un producto de primera necesidad cuya demanda es bastante inelástica. ¿Qué significa esto? Que frente a pequeñas variaciones del precio del papel, el consumo no varía significativamente. Esto ocurre porque el bien en cuestión tiene pocos sustitutos en el corto plazo. Pero, sin duda, si el incremento de precios fuera brutal o la escasez monumental, como parece ser el caso en Venezuela, aparecerían las alternativas creativas y ancestrales.
Entre las más importantes están los vidés, las duchitas higiénicas -esto tal vez para los más pudientes-, pero también surgirían los sustitutos populares, como el infalible papel periódico cortado adecuadamente que, además, tiene tres funciones a la hora de sentase como El Pensador de Auguste Rodin: una recreativa, otra funcional al acto y, simultáneamente, permite acciones de protesta íntimas. “Leí la noticia o vi la foto del político de turno y le di el destino que merecía”. También existen otros sustitutos de papel de toilette, ciertamente imperfectos pero que sacan de apuros, como los marlos, chalas, piedras, hojas de palmeras y otros.
En lo que se refiere a la producción, la curva de oferta de papel higiénico es elástica, es decir frente a una variación de precios del bien en 1%, la cantidad ofertada del producto aumentará significativamente. Producir el mágico rollito no es caro, y no existen barreras de entrada, tecnológicas o financieras, para su elaboración. Por eso es incomprensible que frente a una demanda inelástica del papel no haya decenas de empresa produciendo este producto de primera necesidad.
Ahora, frente a la escasez de papel higiénico, ¿qué alternativas de políticas públicas existen? Importar el producto como sabiamente lo está haciendo la revolución bolivariana.
En efecto, comprará 50 millones de rollos, pero la media es claramente insuficiente. Dado que la población del país caribeño es de 29 millones, esto significa que a cada uno le tocará 1,7 rollos, provisión que no da para más de unos tres días en condiciones fisiológicas normales. Otra alternativa es aumentar la productividad media del papel, o sea, cortarlo en pedazos más pequeños o convertir la “hoja triple” de la marca del perrito en hoja simple, lo que requeriría un adiestramiento del usuario hasta tener un pulso de cirujano y por supuesto intensas campañas de publicidad. También está la alternativa, no recomendable, de usar el papel higiénico de los dos lados: un sacrificio más por el socialismo del siglo XXI.
Un acto revolucionario sería nacionalizar las fábricas de papel higiénico para evitar especulaciones y conspiraciones. Asimismo, bajo la consigna internacionalista de “colas proletarias del mundo, uníos”, el Gobierno actual podría donar papel higiénico y así evitar que la revolución bolivariana haga aguas y de paso se revive a la empresa Papelbol.
Desde el punto de vista macroeconómico, también se pueden extraer lecciones interesantes de la escasez de papel higiénico. Dada la elevada inflación que registra la economía venezolana, el producto en cuestión podría estar desempeñando algunas funciones del dinero, como la de reserva de valor y medio de intercambio, en especial en los mercados negros.
En realidad, ésta puede ser una de las causas de la escasez. Como el impuesto-inflación es elevado y se come el valor del bolívar fuerte, es racional, desde el punto de vista económico, tener rollos de papel antes que dinero. La historia económica mundial está llena de ejemplos de “dinero-mercancía”.
Durante la hiperinflación alemana, los cigarrillos se volvieron medios de pago y reserva de valor. Sin embargo, el papel higiénico superaría a los puchos. En efecto, el papel higiénico puede ser mejor fraccionado, se lo puede doblar sin riesgo y hasta se lo podría adecuar al ancho de una billetera. Un refresco podría costar una rollo y medio, por ejemplo.
Finalmente, la escasez de papel higiénico y la falta de alimentos es uno de los síntomas de la enfermedad holandesa, una economía sobreconcentrada en petróleo, que vía apreciación del tipo de cambio real y reasignación de mano de obra hacia los sectores de hidrocarburos y servicios, estrangula lenta y pero indefectiblemente a la industria y producción nacional, en este caso de Venezuela. Como se puede ver, la economía está en todas partes y siempre nos da lecciones. Nunca es tarde para aprender, inclusive en el trono de su casa. Agradezco las sugerencias técnicas del doctor David Zavaleta.