Wednesday, May 16, 2018

Contra el populismo rentista ají de fideo corbatita

Con frecuencia el Gobierno muestra el incremento de los ingresos por ventas de restaurantes y supermercados como un gran logro económico basado en el mercado interno.  Entre 1999 y 2017, estos habría crecido en 859%. Por supuesto, todos al unísono: ¡Aleluya. Honor y gloria eterna al sacrosanto proceso de cambio! La nueva clase media agradecida da rienda suelta a un furor consumista  que, paradójicamente, enorgullece hasta las gruesas lágrimas a los neorrevolucionarios.  
 En Bolivia, el boom del comercio y la gula son  en realidad un síntoma de la conocida enfermedad holandesa, un mal económico que confunde riqueza de consumo de corto plazo con desarrollo. Esta afección se origina en un súbito incremento de los precios de alguna materia prima en el sector hidrocarburos, por ejemplo, que recibe mucho dinero y hace rebalsar, éste, al mercado interno vía incremento de los gastos e inversiones del Estado y un mayor consumo privado.
 La lluvia de plata se consume en bienes no transables (diversos tipos de servicios, como restaurantes, construcción, comercio y otros) y en importaciones legales e ilegales. Estas últimas ayudadas por la apreciación del tipo de cambio real. 
 En el caso boliviano, pasada la bonanza externa en 2014, la burbuja de consumo se mantiene perdiendo reservas internacionales, incrementando la deuda externa y aumentado déficits públicos. Un día el gas se hace gas y te has gastado todos los ahorros. Pasada la fiesta del populismo, los globos de consumo se comienzan a desinflar. Ya no hay rentas para distribuir. Se constata que el sector de restaurantes y supermercados había tomado anabólicos chutos, era pura gordura de plástico.  Viene la crisis y el populismo busca los culpables de siempre: la derecha, el imperio  y los analistas. 
 Pero, felizmente, hay otro camino a seguir. El boom del consumo en restaurantes puede ser reconvertido en una revolución en los servicios y dejar el lamento revolucionario. El mejor remedio para curar el populismo rentista es un suculento y creativo ají de fideo corbatita con perejil virgen y pícaras ulupicas, acompañado de un coctelito de tumbo con romero chapareño.  
 Quiere decir que en vez de que el gobierno esté contemplándose el pupu en seminarios de adoración a la religión del extractivismo, podría promover políticas públicas, aprovechando el efecto riqueza de la enfermedad holandesa para promover una revolución en los servicios de gastronomía y turismo, creando un conglomerado, un cluster. 
 Cabe recordar que la gastronomía está formada por un ecosistema que une producción agraria y pesquera, el transporte y el mercadeo de alimentos, el diseño gráfico, la propaganda, la cultura, el folklore, el turismo, los institutos de formación en cocina y otros. A rigor, esta es una oportunidad para substituir parcialmente la economía de los recursos naturales por la economía creativa o naranja. Cambiar la economía de materias primas que se agotan por una economía basada en ideas, que son infinitas. 
 Perú es un ejemplo exitoso de economía creativa en gastronomía. Según PromPerú, “comer rico” atrae al 59% de los turistas, casi como Machu Picchu (60%). Así mismo, este sector da empleo directo e indirecto a seis millones de personas. Si alcanzáramos estos índices en Bolivia eso equivaldría a 1,5 millones de empleos, más que toda la población que actualmente trabaja en el sector formal, en torno de un millón de personas. 
 En términos de exportaciones esto equivale a vender más mil de millones de dólares en lomos saltados, cebiches, causas, pisco sours y otros platitos. Y si a esto se suma el turismo tradicional, que mueve por año a 2,3 millones de personas, estamos hablando de un enorme motor de desarrollo económico. 
 Un ejemplo más lejano son los Emiratos Árabes, también dependientes del petróleo y gas natural, pero con ciudades como Dubái y Abu Dabi que también han apostado masivamente a los servicios de turismo tradicional (decenas de parques temáticos), cultural (varios museos como una sucursal de Louvre)  o religioso (la mezquita Sheikh Zayed, una de las más grandes del mundo). Así mismo, están  los servicios financieros y de arquitectura. La India es más sofisticada porque apuesta a la revolución de los servicios de alta tecnología. 
 Después de 12 años de gobierno, y más de 60.000 millones de dólares de ingresos adicionales, en el modelo rentista sigue caminando en círculo mirándose el ombligo y obligando a la gente a seguir peleándose por las “tisidas” de Pachamama. En tanto, las oportunidades de una economía creativa siguen esperando y la receta es muy simple: está en nuestra comida, nuestra cultura, nuestros sabores, nuestras recetas, nuestros granos, nuestra creatividad y espíritu emprendedor y, sobre todo, en nuestra alma boliviana. Una vez más, contra el populismo rentista un yucazo de camarón en una cama de flor de jamaica, coronado con quinua pipocada y un rico coctelito de copoazú.
Gonzalo Chavez A. es economista.

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