Carlos Marx sostenía que la religión es el opio del
pueblo; es decir, distrae y enajena la conciencia de la gente sobre las
injusticias económicas y la pobreza del mundo capitalista. En el caso
boliviano, el modelo económico, social, comunitario, productivo y sus
resultados están en un proceso de religiosización promovida desde el Estado.
Contextualizando, la nueva economía va camino a convertirse en la droga
contemporánea del pueblo. Los que antes criticaban, con razón, la fe ciega de
los neoliberales en las virtudes mágicas del mercado, ahora elaboran
doctrina y levantan templos para convertir el nacional desarrollismo en la
nueva religión estatal, el Evoeconomics. El símbolo supremo del Evoeconomics:
el monumento a la modernidad chuta y al cemento, que la gente ha
denominado como el Palacio de Evo.
El Evoeconomics busca ofrecer una doctrina integral económica,
pero, sobre todo, preceptos morales para dividir a la sociedad. Los buenos
revolucionarios vs. los malos neoliberales. El cambio vs. el statu quo. La
verdad vs. la mentira. Además, ha creado una arquitectura ideológica que
promete a los fieles la salvación eterna a través de los humos del
consumismo.
¿Pero cuál es la propuesta de la religión nacional desarrollista?
Es un modelo de desarrollo basado en la inversión pública y la
industrialización de los recursos naturales, en ambos casos mirando por el
retrovisor. Propone subir la escalera del desarrollo, generando valor a las
materias primas. El mineral se convierte en un lingote; después se producen
clavos, posteriormente se hacen calaminas y, en algún momento del horizonte del
proceso de cambio, se llega al automóvil nacional. En el mismo camino, el gas
se vuelve polietileno. En suma, es hacer la revolución industrial inglesa con
200 años de atraso.
Además, para este anacronismo intelectual, desarrollo
son grandes obras, monumentos al cemento, es sóviets más electrificación,
caminos sin destino de desarrollo, represas que matan el medioambiente,
teleféricos que cuestan decenas de hospitales, satélites ciegos, museos al ego,
pretenciosos y fálicos edificios. Esa es la agenda 2025: “un museo de grandes
novedades”.
En la cúspide del altar de la nueva religión está el gran fetiche: el
PIB, frente al cual todos los devotos de la Virgen del puño izquierdo en alto,
los fieles sacerdotes del horizonte de los santos de los últimos días del
capitalismo y otros exegetas de la revolución deliran ante las
subidas y bajadas de la cifra encantada. La PIBiofilia extractivista insiste
que desarrollo económico es sólo el crecimiento de esta variable.
Como toda religión, el Evoeconomics tiene sus teólogos,
sacerdotes, místicos, magos y fanáticos que veneran la nacionalización como el
origen de todas las bendiciones económicas y promueven la inversión
pública como el milagro que explica la explosión de la demanda interna y
la burbuja de consumo. Además, profetas y convertidos defienden, a fierro
y fuego, la nueva ortodoxia populista frente a la herejía de las
críticas.
La nueva religión se proclama como una “autoverdad”. Según Eliane Brum,
este es concepto que sobrevaloriza la verdad personal y autoproclamada. Una
verdad de un individuo que se convierte en verdad general. En sencillo y
aterrizando en la economía, es elogiarse el ombligo con algunos resultados
financieros positivos, pero proclamando la verdad incuestionable de todo el
modelo económico. Como dice José L. Rodríguez: “La autoverdad no es certeza
subjetiva, sino credulidad obsesiva”.
Ahora bien, el valor de la “autoverdad” está menos en los hechos y mucho
más en el acto de decir. Tu pupu puede ser espantoso pero lo presentas como el
hoyo más lindo del planeta. Veamos un ejemplo: los hechos dicen que el
crecimiento económico se desacelera y sus costos son altos: déficits fiscales y
pérdida de reservas internacionales, pero desde el árbol de la “autoverdad” se
sigue diciendo que la economía boliviana será la mejor de América Latina.
El zenit de este proceso se produce cuando la “autoverdad” se funde con el
caudillo. La religión se hace carne y verbo: Evoeconomics. La “autoverdad”
determina también todo lo que es mentira. Las críticas, las ideas alternativas,
las perspectivas diferentes en temas económicos y sociales son las
“inverdades”, que es una forma elegante de decir embustes, falsedades, farsas,
mentiras o invenciones organizadas por carteles internos y los
conspiradores externos.
En el planeta de la “autoverdad” reina el narcisismo macroeconómico. En
la jarana del extractivismo rentista se expulsa a los ciudadanos. Sólo tienen
cabida los adictos y alcohólicos del poder, los fanáticos de la nueva religión.
En el jolgorio populista, cuestionar la sostenibilidad del crecimiento del
producto; alertar sobre los peligros de un déficit público que persiste por
cinco años consecutivos; advertir sobre el daño que provoca a las exportaciones
no tradicionales la apreciación del tipo de cambio real; reclamar la falta de
políticas de salud y educación, entre otras preocupaciones es una
blasfemia y un sacrilegio. En el presterío del nacional desarrollista, la
economía es el opio del pueblo. Los elegidos deliran frente al espejo.
1 comment:
MUY INTERESANTE TU BLOG ME GUSTO DEMASIADO CRACK
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