La
semana que termina participé de un par de eventos donde se reclamaba, con
absoluta justicia, la necesidad de coordinación y cooperación entre las
universidades y otros actores del desarrollo, llámese sector privado, gobierno
u organismos internacionales. Las mejores prácticas internacionales en
desarrollo industrial sugieren que la triple hélice: academia, empresas y
gobiernos es un gran impulsor de la innovación tecnológica, de la creación de
riqueza y bienestar social, mucho mejor, si esta sinergia se produce en un
ecosistema que promueve la creatividad, innovación y el espíritu emprendedor.
Generalmente
se asocia el emprendimiento a la acción empresarial de un individuo, sin
embargo, este concepto es mucho más amplio.
Se puede mencionar de países y ciudades emprendedoras. Así mismo existe
emprendedurismo social e inclusive político. Entonces también se puede hablar
de universidades emprendedoras, quienes además de tener objetivos como muy
buena educación y excelente investigación deben focalizarse en la calidad de ciertos
servicios como: el impulso al desarrollo económico local, aplicando los
hallazgos de la investigación realizada tanto a las empresas como proyectos
sociales; promoviendo el uso de la tecnología para el bien común; creando spin-offs universitarios (empresas que se
crean dentro de universidades); llevando adelante programas de emprendimiento,
e incrementando las relaciones con todos los actores del ecosistema de una región,
por ejemplo.
En términos más conceptuales una universidad
puede ser más emprendedora de dos maneras. Fomentando el emprendimiento académico
que sobre todo sería el uso y comercialización del conocimiento y los hallazgos
investigativos de todo orden y liderando la educación emprendedora. Las principales características de esta última misión
son: la formación de titulados, en todas las carreras, con un fuerte espíritu
emprendedor. Economistas, ingenieros, médicos, abogados emprendedores, es decir
profesionales que no salgan a buscar un trabajo sino a crear proyectos que generen
valor para la sociedad, sean estas empresas, proyectos sociales o nuevas instituciones
públicas.
Así
mismo, este tipo de educación impulsa el espíritu emprendedor entre los
profesores para que éstos pasen de la cátedra magistral al aprendizaje
colectivo, de la investigación pura a la aplicada, desarrollando start ups sociales,
tecnológicas y productivas. Los nuevos híbridos son profesores-empresarios. Por
otra parte, la universidad emprendedora crea espacios institucionales que
apoyan la incubación y desarrollo de empresas intensivas, preferentemente, en conocimiento y tecnología de la información
pero también en otros rubros de la economía. Este tipo de instituciones también
posee todos mecanismos y metodologías para impulsar la búsqueda proactiva de
fuentes individuales y complementarias de financiamiento.
En
efecto, las universidades emprendedoras se diferencian de las tradicionales en
la forma de financiamiento. Estas últimas generalmente reciben recursos de
fondos públicos, de programas del
gobierno o del pago de la matrícula. Complementariamente, las universidades
emprendedoras tienen múltiples fuentes de financiamiento en especial del sector
privado y sobretodo de proyectos empresariales que incuban, aceleran o promueven.
Por supuesto también pueden recibir fondos estatales.
La
universidad emprendedora tiene como uno de sus objetivos la difusión de la
cultura emprendedora en toda la sociedad, creando una especie de vacuna contra
el rentismo en las casas superiores de estudio tradicionales. Así mismo, lidera
ecosistema a través de infraestructura de calidad, parques tecnológicos,
territorios inteligentes, incubadoras y aceleradoras empresas. Crea espacios
institucionales para la construcción de redes entre actores diversos y ayuda al
financiamiento de nuevos emprendimientos pero también apoya el desarrollo de una
sociedad más justa a través de programas de emprendimiento social basadas en tecnologías
para el bien común.
Tal
vez el reto más complejo es enraizar las universidades emprendedoras en los
ecosistemas sociales y económicos y conectarlas a los objetivos del desarrollo
local y nacional. El desafío de las universidades emprendedoras es más importante
dada la velocidad de la globalización, que coloca amenazas y oportunidades cada
vez más complejos a las personas y las empresas. Lamentablemente, la mayoría de
nuestras universidades, especialmente públicas, contrario a lo señalado en este
artículo, tienen un comportamiento rentista
y sólo se abocan a conseguir recursos públicos devolviendo muy poco a la sociedad
que las financia. Un primer paso para promover una profunda reforma es comenzar
a repensar nuestras universidades a partir del emprendimiento y desarrollo
local.
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