En lo referente
a la evolución de los modelos económicos, la historia de América Latina en
general, y de Bolivia en particular, se explica a través de la teoría del péndulo.
Esta sostiene que en ciertos periodos, nuestros países abrazan con furioso
entusiasmo el liberalismo económico y en otros años, se opta por el capitalismo
de Estado con igual fervor. En el caso boliviano, y tomando como referencia
solamente los últimos 50 años, podemos hablar del periodo 1986 – 2005, como el
momento en el que el péndulo del desarrollo se aproximó al liberalismo
económico, cuyo objetivo central era la construcción de un andamiaje
institucional para que el sector privado juegue un rol protagónico. El modelo de capitalismo de Estado ha prevalecido
entre 1952 hasta 1985, con diferentes matices de gestión política. Y desde el año
2006 hasta la actualidad, el péndulo también se ha desplazado al lado del
estatismo.
Un rasgo
común que tiene el vaivén del péndulo es que toda vez que va a un lado o al
otro, las élites políticas de turno en el poder presentan el modelo de
desarrollo como algo inédito, un cambio de era, una ruptura con el pasado. Pero
en la realidad la historia siempre se repite, se recalienta el modelo y se
presenta el liberalismo 2.0 o el capitalismo de Estado 3.0, la misma esencia
pero con maquillaje nuevo.
Un otro
rasgo común es que más allá del discurso político, ambos modelos implementados
en Bolivia no han producido un cambio estructural en las bases del desarrollo.
La economía nacional continua siendo fuertemente dependiente de la explotación
de recursos naturales (gas natural, minerales y soya). En realidad, lo que
cambia es la gestión política y el andamio ideológico pero persiste el modelo
extractivista. El péndulo es fiel a su inercia tiene su canal conductor, que
unas veces privatiza y otras nacionaliza, los recursos naturales.
En estas circunstancias, la hipótesis de trabajo de esta
columna para el caso boliviano es que tanto el modelo liberal como estatista no
son estructuras diseñadas para un manejo eficiente de los factores económicos, a
saber creación y promoción de mercados, corrección de las fallas que presentan
estos, creación de un Estado eficaz que diseñe buenas políticas públicas para equilibrar
la tensión entre equidad y eficiencia, entre otros problemas.
Ambos modelos parecen estar concebidos como mecanismos del
control y fortalecimiento político, diferentes formas de administración del
poder, técnicas diversas de captura de rentas por parte de las elites de turno.
En otras palabras, el modelo de desarrollo, que debería pivotar entorno de
resultados económicos y sociales concretos, se convierte en un instrumento de
acumulación de poder. Los fines del desarrollo, como mejores empleos y menor pobreza,
son substituidos por los medios, nacionalización y privatización, por ejemplo. Por lo tanto, el ámbito de explicación más consiste para este fenómeno se encuentra
en la economía política. Las decisiones
de los políticos no se condicen con la racionalidad económica, sea liberal o de
desarrollo estatal. La economía política no es política concentrada, como
sostenía Marx, sino un juego de interés corporativos y clientelares bajo la
tutela de los políticos.
Un ejemplo
interesante de esto es la economía política de la nacionalización. Con un criterio
estrictamente económico - mejor funcionamiento de los mercados, buena provisión
de servicios públicos y privados, aumento
de la productividad - las nacionalizaciones deberían ser hechas en conjunto.
Todas de una sola vez o un lapso corto, de esta manera todos los actores
económicos conocerían las nuevas reglas del juego. La presencia del Estado
sería clara en todos los ámbitos y así se reducirían los niveles de
incertidumbre sistémica y toda la economía debería focalizarse en la generación
de desarrollo y creación de empleo de calidad. Pero las nacionalizaciones son
guiadas por criterio políticos, de acumulación de poder, de reencaminar la opinión
pública, razón por la cual se traspasan las empresa privadas al Estado a cuenta
gotas, una o dos cada año. La estrategia del poco a poco es muy efectiva desde
la perspectiva de la política, aunque desde el punto de vista económico es
ineficiente, genera incertidumbre y comportamientos defensivos de las empresas privadas,
que piensan que serán las próximas a pasar a manos del Estado. Además, muchas de ellas dejan de invertir, deprecian
más rápido su patrimonio, adelantan ganancias entre otras prácticas defensivas,
a su vez este comportamiento proporciona
motivos para su nacionalización.
El modelo
de intervencionismo estatal construye sus soportes electorales y políticos, a
través del rentismo, y la corporativización de la sociedad. El liberalismo económico
como instrumento político, crea las condiciones para la captura de rentas por
parte del grupos privados vinculados al poder. Ambos modelos, hasta ahora, solo
han mostrado su cara política que se traduce en burbujas de consumo sin
producción nacional y riqueza sin desarrollo. El péndulo sigue su eterno vaivén.