Monday, March 26, 2018

Políticas de Estado: Mar, Educación, Salud...

La reivindicación marítima está en el corazón de los bolivianos (as). De sólo mencionarse el tema genera un sentido de unidad nacional único. Colores políticos, discrepancias ideológicas, brechas étnicas y diferencias sociales desaparecen, generando una energía social potente y movilizadora de apoyo a quien enarbola la bandera de la recuperación del acceso soberano a los puertos del Pacífico. Se trata, sin duda alguna, de una política de Estado.
La política de Estado se caracteriza porque sus objetivos están más allá del ciclo político de una administración, cinco años en el caso de Bolivia. Sus metas tienen una vigencia de largo plazo que se enraíza en la práctica institucional cotidiana, en la memoria colectiva de la población y renacen, con cada nueva generación, en el imaginario político y en el horizonte de esperanza.
La visión de una política de Estado es clara, los objetivos están muy bien delimitados y genera tanta cohesión como compromiso social. Una política de Estado es un compromiso movilizador y motivante, define el alma de una nación. Es un estandarte de unidad y futuro que se sustenta en un pacto social intergeneracional, explícito o implícito, sus resultados son, muchas veces, de larga maduración y no son visibles o rimbombantes, pero transforman la estructura de un país. Una nación fuerte y desarrollada tiene varias políticas de Estado que se complementan con políticas de gobierno que duran ciclos electorales cortos.
Una política pública de gobierno, generalmente, es muy específica. Un programa de vacunación puede durar algunos años, pero el cuidado integral de la salud es un objetivo permanente del Estado. Un gobierno en un determinado periodo puede impulsar una política fiscal expansiva, pero la estabilidad económica es un patrimonio de la sociedad y el Estado. Muchas políticas de Estado se plasman en la Constitución de un país, pero muy pocas hacen carne en la sociedad y crean rumbo estratégico.  En el marco de las políticas de Estado, los líderes pasan pero las ideas-fuerza, cobijadas por instituciones, se quedan. 
Hace mucho tiempo se debate en nuestro país que para dar saltos cualitativos en el desarrollo económico, social y medioambiental y para impulsar una democracia de mayor calidad, se requieren políticas de Estado, como: mar para Bolivia.  Ciertamente, cada ciudadano tendrá una lista legítima de estas políticas estatales, pero yo me atrevería a desafiar proponiendo tres grandes candidatas.
Aquí no vamos a entrar al detalle del cómo, cuándo y cuánto de la política. Se trata de posesionar nuevas ilusiones colectivas, nuevos códigos de futuro.
Antigua, reiterativa e inclusive obvia, debería estar la política estatal sobre educación. En toda nuestra vida republicana y plurinacional: ¿cuántas veces los líderes políticos y de otros sectores o regiones se han reunido para al unísono  apoyar una mejor educación para nuestros hijas e hijos? ¿Cuántos kilómetros de banderas se cosieron u otro acto simbólico se llevó adelante por impulsar un mejor aprendizaje? ¿Alguien ha denunciado al mundo que tener una educación de mala calidad disminuye varios puntos porcentuales del producto interno brutos?  Pues nunca se reunieron y jamás se hizo nada para priorizar, en la agenda de las políticas públicas, la educación.
En este campo prevalece la vieja política del corto plazo, de la defensa corporativa de interés de los maestros, el cálculo político del poder, el cuidado del negocio privado  y la negligencia del gobierno.  Mar para Bolivia, educación para Bolivia, debería ser la otra consigna nacional.
¿Hay algo más sagrado que la vida y salud de una persona? ¿Por qué centenas de bolivianas (os) mueren por falta de atención médica?  ¿Por qué los servicios de salud son tan malos? ¿Por qué ancianos y niños deben madrugar para ser atendidos por un médico? ¿Cuántos himnos emocionados se compusieron por el tema de la salud? ¿Dónde están las rimas pegajosas de la música de acceso universal a la salud? Nada. Silencio. Las prioridades son otras.
Los líderes y actores en el tema están enfrentados. Tampoco, la bandera de la mejor salud no está empuñada por la sociedad. En este caso el enemigo está en nosotros, basta mirar al espejo para ver quién es el usurpador del futuro. Mar para Bolivia, salud para Bolivia, debería ser también otra política de Estado.
Altos índices de feminicidio, secuestros, elevada inseguridad en las calles y plazas de nuestras ciudades, el sistema de justicia en pedazos, ejecuciones en las cárceles. Este es el cotidiano de la seguridad y la justicia en Bolivia. ¿Conoce el libro blanco de la justicia? ¿Existe el día de la no violencia o solidaridad? ¿Recogemos las cenizas de centenas de héroes anónimos que murieron por violencia social o política para llevarlas a la plaza Luis Espinal?    ¿Organizamos desfiles por recuperar la justicia en Bolivia? No. Nada. El sistema judicial está al servicio de los intereses del Gobierno, defiende un derecho humano inexistente de una persona antes que los votos de 2,6 millones de personas. Mar para Bolivia, justicia para Bolivia.
En suma, la única política boliviana de Estado  está plasmada en el himno Recuperemos nuestro mar, que a la letra dice: “Aun a costa de la vida, recuperemos el mar cautivo”. Dado el éxito de esta política de Estado para movilizar líderes, sentimientos y sociedad, habría que promover escribir las siguientes estrofas de la marcha: “Aun a costa de la vida, recuperemos la educación abandonada, la salud perdida, la justicia secuestrada… recuperar… recuperar”.
Gonzalo Chávez A. es economista.

Monday, March 19, 2018

Populismo cambiario y la revolución comercial

El populismo es un fenómeno socio-político que puede adquirir varias caras. Puede tener un contenido de derecha como observamos en Estados Unidos, Inglaterra y parte de Europa o puede manifestarse como una tendencia de izquierda, como sería el caso de algunos países de América Latina y Bolivia.
 D. Rodrik, en Populism and the economics of globalization, sostiene que la globalización desencadenó, por diferentes vías, reacciones nacionalistas y populistas. Por una parte, frente al aumento de las migraciones y refugiados y la invasión de bienes extranjeros (piense en los productos chinos, por ejemplo) en los países desarrollados surgió un populismo de derecha de raíces étnicas, culturales y económicas.
 Por otra parte, ante la apertura comercial, financiera y la invasión de la inversión extranjera directa, promovida por el neoliberalismo, surgió un populismo de izquierda también fuertemente nacionalista. En ambos casos, Rodrik sostiene que la globalización genera ansiedad económica, fuerte lucha distributiva y malestar socio-cultural que impulsa liderazgos mesiánicos.   En este artículo, nos concentramos en los populismos de izquierda, en su versión económica.
 La política económica del populismo busca crear clientelas o, en la retórica de estos movimientos, beneficiar o compensar al pueblo que ha sido afectado por algún enemigo externo, empresas transnacionales y la antinación.
 Según S. Edwards y R. Dornbusch, la macroeconomía del populismo piensa primero en la distribución de rentas antes que en el crecimiento competitivo, sostiene que la inversión y gasto públicos per se generan productividad, y apuesta a incentivos al consumo de corto plazo antes que al desarrollo económico de largo aliento.
 El populismo económico cree que dividiendo la misma pizza en más pedazos esta crece automáticamente, su afán principal es distribuir rentas surgidas en una bonanza externa pasajera, como es el caso boliviano. Ante el frenesí distribucionista,  los riesgos de la inflación, de un financiamiento público deficitario y de problemas externos quedan en un segundo plano, rendidos frente a la magia de rentismo.
 En el caso boliviano, desde el 2006, el Gobierno, debido un contexto externo de precios de los recursos naturales fabuloso,  ha podido administrar varias rentas. La gasífera fue distribuida entre gobiernos locales y grupos sociales vulnerables a través de diferentes tipos de bonos (Dignidad, Juancito Pinto y otros). La renta minera fue transferida a empresarios y cooperativistas a través de una legislación impositiva laxa.  La renta del narcotráfico también fue dirigida a ciertos grupo sociales para crear lealtades políticas. Esta gestión de rentas la podríamos calificar como clásicas.
 Entre tanto,  una característica muy particular del populismo económico boliviano actual fue la creación y distribución de rentas comerciales a través del congelamiento del tipo de cambio nominal (el precio del dólar en la calle), y de la apreciación del tipo de cambio real; es decir, a través del populismo cambiario que hizo que los bienes locales sean relativamente más caros para los extranjeros, disminuyendo las exportaciones no tradicionales y que los productos extranjeros sean relativamente más baratos para los nacionales, aumentando las importaciones.
 Según el FMI entre el 2006 y 2015, el tipo de cambio real estuvo apreciado en un rango que varió entre 5 y 40%, lo permitió un incremento significativo de las importaciones, que de 2.000 millones de dólares en el 2006, subieron a mas de 10.000 millones en el año 2014, auge de la bonanza. Si a esto incluimos un estimativa de contrabando modesta de 2 mil millones, superamos los 12.000 millones de verdes.
 De esta enorme  renta comercial, directa e indirectamente, viven más de 2,5 millones de personas en edad de trabajar. Aquí se encuentra la nueva burguesía comercial, una buena parte de la clase media emergente y un mar de trabajadores informales.
 El incremento de las importaciones, en gran medida, aunque no exclusivamente, se financió con la inversión y el gasto públicos que introdujo mucho dinero a la economía, generó un efecto multiplicador que se destinó a la compra de bienes y servicios externos y, sin duda, ayudó a reactivar el aparato productivo pero de China, Brasil, Chile o Perú.
 Por supuesto que en este circuito comercial se generó movimiento económico que creó empleos, sobre todo en el sector informal.  También, el tipo de cambio real apreciado, ayudó a bajar la inflación apoyándose en el componente importado de esta.  Inflación más baja mejoró también el ingreso de la gente.
 Lo paradójico del populismo económico boliviano es que para enfrentar el neoliberalismo aperturistas de los años noventa, uso un discurso endogenista y nacionalista, pero en la práctica abrió mucho más la economía y abrazó con más ahincó la globalización comercial.
  Al igual que en el pasado, los perdedores de este proceso de apertura, comando por el mercado y la informalidad fueron los productores nacionales que enfrentaron importaciones baratas y contrabando.
 Pasada la bonanza de los precios internacionales, la burbuja de consumo sigue inflada, continúa el auge del crédito barato y persisten los incrementos de los precios de los activos (piénse en el sector construcción). Pero, ahora, el éxito económico  se financia con pérdida de reservas internacionales, que ya están por debajo de 10 mil millones de dólares, déficit público elevado, cinco años consecutivos, y aumento de la deuda externa.
 El populismo económico confunde riqueza de corto plazo con desarrollo económico, pero la fiesta del consumismo no puede parar, nadie quiere ver estos síntomas de agotamiento del modelo. No se acepta que el populismo cambiario está provocando un daño irreversible al aparato productivo nacional y a los exportadores no tradicionales. Pero la música está tan alta y el baile tan animado, y el DJ tan sordo que nadie escucha las advertencias.
Gonzalo Chávez A. es economista.

Monday, March 12, 2018

Botiquín económico de primeros auxilios

Joan Robinson fue una de las economistas neokeynesianas más importantes del siglo XX que injustamente no recibió el Premio Nobel a pesar de que sus ideas son muy influyentes hasta ahora.
Ella solía decir que: “Todos debemos saber economía, aunque sólo sea para no ser engañados por los economistas y, sobre todo, por quienes no lo son”. Por supuesto, en este último punto se estaba refiriendo a los políticos, quienes frecuentemente manipulan datos y teorías. 

 Hace algunos días participé de un seminario sobre la economía boliviana y uno de los participantes hizo una pregunta muy pertinente en la línea de la recomendación de Robinson: ¿Cuáles son las variables económicas que las personas debían acompañar en la coyuntura actual? ¿Qué indicadores debemos conocer y seguir para no ser engañados por economistas u otras hierbas? Pues este domingo me permito presentarles un botiquín económico de primeros auxilios. Concentrémonos en las variables de corto plazo. 

 Uno de los indicadores fundamentales a observar es la evolución del Producto Interno Bruto (PIB), que mide el comportamiento real de la economía; es decir, la cantidad de bienes y servicios que se produce en un año. El PIB, a las personas, muestra los niveles de creación del empleo y a las empresas informa sobre el dinamismo de las ventas y dónde están las oportunidades de negocios. 

 Estos datos los produce el Instituto Nacional de Estadística (INE) en versión, trimestral o anual.
Desde 2013, el PIB está cuesta abajo en la rodada, aquel año llegó a 6,8% y en 2017 se situó en torno de 4%.

 El análisis del déficit comercial permite observar el sector externo de la economía, por donde pueden venir más ingresos para el país o puede ser el origen de una crisis. La Balanza Comercial (BC) es parte de la cuenta corriente, en particular, y de la balanza de pagos, en general. Esta última es registro sistemático de todas las transacciones de una economía con el resto del mundo. La BC está compuesta las exportaciones (X) y las importaciones (M) de un país. 

 Entre 2006 y 2013, Bolivia registró superávits comerciales. Las ventas externas subieron significativamente gracias al incremento de los precios del gas natral, los minerales y la soya, y fueron superior a las importaciones (X>M). A partir de 2015, la BC fue deficitaria (M>X) porque cayeron los valores de las materias primas que exportamos. Ya son tres años consecutivos de desajuste externo. 

 Entre 2014 y 2017 las X bajaron de 13 mil millones de dólares a 7,2 mil millones en el 2017. Desde una perspectiva de corto plazo, si debe acompañar el sector externo, viendo sobre todo los precios y volúmenes de las ventas del gas natural, los minerales y la soya. Persistentes déficits comerciales, como los que registra la economía boliviana, son síntomas de preocupación. Los datos para evaluar la BC se encuentran en el INE y Bloomberg. 

 Otra variable fundamental de análisis es la situación del déficit público. Éste, básicamente, es la diferencia entre los gastos e inversiones del Gobierno y lo que recauda éste con todo tipo de impuestos. Bolivia registra cuatro años consecutivos de hueco fiscal. Comenzó en 3,4% del PIB, en  2014, y en 2018 ciertamente superará el 8%. Con niveles tan elevados no hay déficits buenos que se cerrarán solos. 

 Esta brecha se explica por el incremento de la inversión pública (más de seis mil millones de dólares en 2017), que busca impulsar la demanda interna. Los datos para hacer este seguimiento provienen del Ministerio de Economía y Finanzas. El FMI también publica esta información.  

 El déficit público se financia, en parte, con pérdida de Reservas Internacionales (RI) del Banco Central de Bolivia (BCB). Las RI son los ahorros en moneda extranjera controlados por el  ente emisor. Ayudan a señalizar expectativas de la gente sobre la fortaleza de la moneda y la sostenibilidad del tipo de cambio. 

 En 2014, las RI llegaban a más de 15 millones de dólares y ahora están en torno de 10 mil millones.
¿Hasta cuanto pueden caer éstas sin generar preocupación entre las personas y empresas? 

 Pues hay varias medidas. Algunos recomiendan que éstás debían alcanzar por lo menos para seis meses de importaciones, entorno de 4 mil millones de verdes; otros adicionan a esto el pago del servicio de la deuda externa, también en un semestre. Estos datos se los obtiene del BCB.

  Ciertamente, en el botiquín económico debe estar el análisis de la tasa de inflación, que el año pasado llegó a 2,71%, ciertamente un valor muy bajo. De hecho, esta variable registró índices bajos en los últimos años. Ayuda a ver cuál será la base del reajuste salarial y también contribuye a que las empresas planifiquen sus ventas y estrategias de precio. El INE semanalmente presenta estos datos.    
 La salud macroeconómica de corto plazo también depende de indicadores financieros. Los más importantes a ser observados son los niveles de depósitos privados en el sistema bancario (más de 24 mil millones de dólares), la cartera de los préstamos (21 mil millones)  y el nivel de mora o atraso de pagos (muy bajo, 1,9%) de la gente y empresas que se prestó dinero de la banca.  

 Finalmente y no por eso menos importante, es necesario hacer el seguimiento del tipo de cambio nominal, cuanto cuesta en dólar en la Camacho street (1dolar = 6,97 bolivianos) y del tipo de cambio real; es decir, el precio de los bienes de otros países expresados en términos de bienes locales.
Según el FMI, el tipo de cambio real en Bolivia estaría apreciado en torno de 26%, lo que perjudica las exportaciones pero facilita las importaciones. Estos datos los publica el BCB.

 Todo buen botiquín económico debe ayudar a conocer y hacer seguimiento a estos indicadores básicos de corto plazo, así se evita que economistas y sobre todo charlatanes de la política le metan los dedos a la boca.  
  

Monday, March 5, 2018

Ir a la escuela es una gran pérdida de tiempo

El informe sobre el Desarrollo Mundial 2018 del Banco Mundial (BM) titulado Aprender para hacer realidad la promesa de la educación  es un torpedo directo a la línea de flotación de los resultados sobre desarrollo económico en el mundo porque muestra lo poco que hemos avanzado en materia de educación de calidad. 
Si hay un consenso en el debate económico y social -que también está presente en el imaginario popular- es que la educación es central en la lucha contra la pobreza, en la búsqueda de una mejor distribución de los ingresos y, al final, en el cambio del modelo de desarrollo. No obstante  esta unanimidad, los resultados en este tema aún son muy pobres porque las políticas públicas se sobreconcentraron en la escolarización, medida en los años que los niños y los jóvenes asisten a las escuelas y no así en el aprendizaje.
El Informe del BM estima que 1.500 millones de párvulos van a algún colegio por año en el mundo. Financiar esto representa el 5% del producto mundial, pero los resultados son vergonzosos.  
En algunos países de África se pidió a alumnos del tercer grado que leyeran una frase muy sencilla como: el perro se llama Fito. El 75% de ellos no entendió lo que leía. En la India o en Brasil, los estudiantes tienen enormes dificultades de hacer operaciones aritméticas de dos dígitos. En Nicaragua, en  2011, de los alumnos de tercer grado, sólo la mitad pudo resolver la suma de cinco más seis. Bachilleres de América Latina no entiende textos universitarios básicos.  
El informe presenta muchos casos de éstos y resalta también la brecha educativa con los  países desarrollados. Por ejemplo, a Brasil, al ritmo que avanza ahora, le tomará 75 años alcanzar la puntuación promedio en matemáticas de los alumnos de los países ricos; en lectura, le llevará más de 260 años. No quiero ni pensar si estos datos se calculan para Bolivia.  
Ahora bien, estas informaciones son paradójicas, porque en África y América Latina han aumentado los niveles de escolarización. Más niños y jóvenes van a la escuela e inclusive obtienen un diploma. En Bolivia, en 2016, el 91% de la población de seis a 19 años de edad asistía a una unidad educativa. Para el mismo año, los años promedio de estudio eran de 9,34%. 
Si bien el BM no usa los datos del país, analizando realidades económicas y sociales similares sostiene que el hecho de que más niños y jóvenes vayan al colegio es una pérdida de tiempo y de recursos, pero sobre todo una gran injusticia, en especial para los hogares más pobres, porque a muchas familias se les ha dicho que la educación mejoraría sus oportunidades e ingresos. 
Analizando los datos de varios países en vías de desarrollo,  el mensaje central del Informe del BM es que escolaridad no es lo mismo que aprendizaje.  Éste está en una gran crisis  económica y moral, de la cual prácticamente somos responsables todos. 
En efecto, los niveles de aprendizaje son muy bajos, existen muchas desigualdades entre ricos y pobres, y entre hombres y mujeres, por ejemplo. Y los avances, que sí los hay, son muy lentos.
Las razones para el déficit de aprendizaje son múltiples. Los niños y jóvenes llegan a la escuela malnutridos, con hambre y algunas veces enfermos. En los colegios existe poca participación de los padres y los profesores no tienen competencias, son mal pagados, con bajísimos niveles de motivación y en muchos países los maestros se refugian en corporaciones burocráticas para  defender sus intereses grupales. Además, los niños y jóvenes encuentran aulas sin condiciones de trabajo, no existen insumos escolares y menos aún tecnología. Así mismo, la mala administración y gobernanza conspiran contra el proceso de aprendizaje. 
¿Qué hacer frente a este panorama dramático? El informe del BM recomienda: primero, medir, evaluar, analizar y entender de manera más profunda el fenómeno. Sobre todo usar indicadores cualitativos y comparables. Por ejemplo, participar de los exámenes PISA. 

Por supuesto que a los gobiernos sólo les interesa inaugurar infraestructura, mostrar datos decobertura de educación e índices de alfabetización general. No hay métricas para medir la calidad. Y este es, justamente,  el segundo desafío según el BM: calidad y participación. 

Profesores, administrativos, hacedores de políticas públicas, padres de familia  y comunidad deben construir coaliciones y alinear a todos estos actores para que todo el sistema favorezca al aprendizaje. 
Tercero, al que madruga Dios lo ayuda. Cuando más temprano se inicie con la educación de calidad mejores preparados estarán los alumnos de grados posteriores. Nada como una muy buena base de preparación. 
Finalmente, el Informe del BM sugiere usar las tecnologías de la información de manera selectiva y cuidadosa. No es una solución mágica. 
Siempre es bueno recordar que la creación de riqueza y desarrollo están en el capital humano basado en una educación de calidad, especialmente ahora que vivimos la cuarta revolución industrial basada en el cambio tecnológico.  El capital humano es fuente inagotable de los recursos más poderosos que se conocen: las ideas. El crecimiento económico y el desarrollo sostenible dependen de la producción de ideas y del conocimiento colectivo. Los productos y los servicios, y la distribución de éstos pueden ser vistos como conglomerados de ideas.

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