Monday, April 25, 2016

El sentido de humor es la risa del alma

No sé a quién ni dónde he escuchado la frase que titula esta columna, pero siempre me ha parecido que refleja una visión del mundo muy reveladora, pero al mismo tiempo intrigante. Generalmente, se atribuyen muchas virtudes y cualidades al alma, ésta puede ser pura, blanca, buena, sincera, diáfana u oscura, pero pocas veces se habla de su sabor, textura, olor  o sonido. ¿Un alma bondadosa tiene voz aguda? ¿Un alma atormentada es rugosa y áspera? ¿Un alma honesta sabe a mandarina de invierno? ¿De qué color es el alma de un economista? 
Me encanta la posibilidad de oír la voz, el acento, el timbre del espíritu de una persona o de un pueblo.  Pero antes de seguir con esta sesuda reflexión, hagamos una distinción entre el sentido del humor y el humor.
En su origen etimológico, el humor proviene de la fisiología. Para los griegos, el ser humano estaba formado por cuatro humores o líquidos (sangre, bilis amarilla, bilis negra y agua) que se relacionaban con los cuatro elementos de la naturaleza (aire, fuego, tierra y agua). Esta su columna dominguera no hablará de líquidos, no, nos referiremos al humor como el estado de ánimo de una persona y, por contraste, al mal humor, la cara fea, o la irritabilidad coyuntural o eterna. 
Más bien nos referiremos al sentido de humor, que sería  algo como la capacidad, talento o aptitud de leer el entorno de la existencia humana, ya sea con la levedad de una sonrisa o con las liberadoras cataratas de unas carcajadas. El sentido de la vida con humor es encontrar en todos los hechos, por muy difíciles que sean, el lado amable y cómico de éstos. El sentido del humor es la forma suprema de resiliencia que muchas veces nos permite soportar la estupidez del poder autoritario o la prepotencia del amargo cotidiano. 
Pues, como es obvio, las voces del alma, en alborozo, son múltiples y diversas, sus tonos y sentidos van desde una pequeña mueca -que imita mal la sonrisa de la Mona Lisa- hasta el desenfreno de una risotada, que entre los paceños siempre  termina en un ¡yaaaaa! profundo y rotundo.  En este último caso, destornillarse de risa es el ballet para zafarse de todas las ataduras. Morirse de risa es el acto más sublime de vida, donde el alma saca su voz de tenor hualaycho. Existe una leyenda urbana, que mucha gente cree que en realidad es una calumnia del imperio,  que afirma que los bolivianos (as) -más los andinos que los orientales o chapacos- somos demasiado circunspectos, alérgicos al sentido de humor.  Los más ponzoñosos sostienen que tenemos almas de monolito, que si nos reímos nos rajamos. Nada más falso, aunque debo reconocer que la generalización tiene algo de verdad, en especial cuando vemos a la nomenclatura del poder y todos sus acólitos. 
Evidentemente, los que están en el árbol de los privilegios  se enamoran perdidamente de los ritos y las solemnidades, y se engolosinaron con sus vanidades, así visten, solícitos y empoderados, sus trajes de cemento y  se empeñan afanosamente en congelar tanto la esperanza como la alegría, y encarcelar la diversidad en la razón de Estado. Se dedican a disciplinar los humores y amores, buscan castrar el ímpetu de la hilaridad espontánea. 
Su estrategia es vigilar y punir el cotidiano, deben regular la voz de la sonrisa.  Como en la novela de Umberto Eco El nombre de la rosa, ambientada en el siglo XIV, deben proteger y ocultar el libro envenenado, el segundo libro de la Poética de Aristóteles que precisamente reivindicaba la sonrisa, la alegría como forma de libertad política y como sendero para elevar el espíritu. Los Jorge de Burgos locales, los guardianes del statu quo, han salido a la caza de sacrílegos, muchos de ellos cibernautas,  que se rehúsan a agacharse ante el altar del proceso de cambio.
Contra todos aquellos que quieren subyugar las voces de las almas libres, percibo que se ha producido un reverdecimiento del sentido de humor nacional, en especial a través de las redes sociales. Por supuesto no nos referimos al insulto racista, homofóbico o machista, sino a una saludable mirada de chanfle que con sorna inteligente, con fina ironía y agudo sarcasmo se ríe del poder y de todos sus pliegues. 
Aunque también debemos reconocer que los poderosos han contribuido con lo suyo al coro de carcajadas nacional, con sus alocadas declaraciones o cursis telenovelas en las que han convertido sus vidas. Inclusive mucha gente, que profesionalmente se dedica a cultivar el sentido del humor en los campos del alma patria, se queja que últimamente existe una competencia desleal desde la cúspide del poder. 
Para muestra algunos superbotones, tallados comunistas que son seducidos con coquetas vajillas chinas; neorrevolucionarios bilingües que no saben ni saludar en el idioma nativo que dicen dominar; autoridades que hablan con parábolas cósmicas y que quieren sustituir los cuentos infantiles con la saga del líder mesiánico. Di buenas noches al papa Evo. En fin, el rosario de dimes y diretes es largo. Pero la comicidad del poder no es solamente nacional, el circo en que han convertido la Cámara de Diputados brasileña durante el impeachment de la presidente Dilma mostró que no tenemos  el monopolio del ridículo. 
Sorprendentemente, a los poderosos no les molesta la crítica ácida, ni siquiera el insulto pendenciero, pero sí el sentido del humor, que les corroe las entrañas y sus certezas, les destempla los huesos, les hace perder las pichicas ideológicas; en suma: les hace derramar el libreto y extraviar el libro de los saber-melancólicos. 
Los reyes y reyecitos son desnudados, a base de memes, por una plebe cibernética que se nota, a leguas, que milita no en la oposición y sí en el partido de la irreverencia y juventud. Reírse del poder es una forma de ruptura social y a veces moral. Quien ríe pierde el miedo, porque recuerde que la gestión del miedo es indispensable para mantener el orden. 
El sentido del humor es el desorden que nos hace más libres y que muestra las voces de un espíritu diverso y alegre, que prefiere reírse antes que llorar. Es una victoria en lo más íntimo del ser, donde jamás llegará el control, porque el sentido del humor es la voz del alma.

Tuesday, April 19, 2016

"Para ir rápido, ve solo; para llegar lejos, ve acompañado”

Desde hace muchos años se conocen las virtudes de trabajar en equipo tanto en las organizaciones públicas como privadas, pero con los avances en las tecnologías de la información, el perseguir objetivos y realizar tareas de manera colectiva se han vuelto imprescindibles en cualquier gestión administrativa.
Muchos consideran que Jesús y sus 12 apóstoles fueron uno de los primeros equipos. Según The Economist -citando un estudio de la consultora Deloitte, titulado "Global Human Capital Trends”-, más de la mitad de las compañías investigadas trabajan o están preparando sus organizaciones para trabajar en equipo. La referida encuesta se aplicó a 7.000 ejecutivos en 130 países.
En este contexto, no es extraño que uno de los cursos más requeridos y apreciados en las escuelas de negocios del mundo sean aquellos que ayudan a construir equipos. La Business School de la Universidad Católica Boliviana (Escuela de la Producción y la Competitividad-ePC) no es la excepción. Mucha gente tuerce la nariz frente a este tipo de habilidades, en especial los economistas, que las consideran un conocimiento menor. 
En inglés se las denomina soft skills. Por supuesto no estoy de acuerdo con este prejuicio. Creo que la inteligencia colectiva, el arte de alcanzar resultados en conjunto, es una convergencia virtuosa de la inteligencia emocional y diversa. Mejor si es contrapuesta.
Stephen Covey sostenía que: "La fuerza reside en las diferencias, no en las similitudes”. Existen millares de ejemplos en el avance de la ciencia, la medicina, la gerencia y muchas otras áreas del desarrollo humano que han sido sólo posibles gracias al trabajo en equipo.
El trabajar en equipo es una habilidad compleja que se puede aprender. Existen muchas escuelas académicas que se pueden seguir, pero todas ellas coinciden en que el trabajo en equipo es sinergia, vocablo que en griego significa cooperación; es decir, acción de dos o más causas que generan un efecto superior que se conseguiría con la suma de los efectos individuales.
En general se enseñan las destrezas de trabajo en equipo en la práctica; es un conocimiento que se lo asimila de manera vivencial. Los deportes colectivos son fuentes inagotables de ejemplos y técnicas. Uno de los más desafiantes es el alpinismo. En la Escuela de Negocios de Harvard desarrollaron un simulador para escalar el
Everest. Aquí en Bolivia podríamos hacerlo mucho mejor subiendo montañas reales. Éste es un desafío para que entrenadores de team bulding y alpinistas desarrollen programas conjuntos. Michael Jordan, el genio basquetbolista, afirmaba que: "El talento gana partidos, pero el trabajo en equipo y la inteligencia ganan campeonatos”. 
Entre tanto, los equipos de alto rendimiento no hacen magia ni son el remedio para todos los males organizacionales. Éstos, muchas veces, pueden ser ineficientes y degenerar en el pensamiento grupal (groupthinking), un fenómeno social muy estudiado que lleva a un grupo de personas a buscar, sobre todo, la armonía o conformidad, lo que puede producir resultados irracionales o poco creativos. 
Estos tipos de equipos intentan minimizar el conflicto y buscan tan sólo decisiones de consenso, penalizando la visión crítica y aislándose de influencias externas. Piense en los grupos del poder actual en el Gobierno o en alguna entidad privada y verá cómo es diseminado el groupthink, hasta hablan y se visten igual.
¿Cuántos miembros debe tener un equipo eficiente? Esta sencilla pregunta es muy difícil de responder, pero alguien decía que si el equipo necesita pedir dos pizzas, el tamaño del equipo se puede considerar grande. 
Los equipos bien conformados trabajan mejor si tienen una cultura común y, ciertamente, están influenciados por el tipo de liderazgo. Un líder coercitivo o centralizador difícilmente forma buenos equipos. Líderes participativos o visionarios tienen mejores chances (Daniel Coleman). Estos últimos tienden a rodearse de gente con talento que los desafía. Los primeros buscan seguidores, llunkus en el lenguaje popular. En modelos caudillistas, en los que no hay pares sino vasallos, es muy difícil trabajar en equipo. El síndrome del rey chiquito es muy común en nuestra cultura política y organizacional.
Las virtudes del trabajo en equipo también pueden tener una aproximación macrosocial. El conocimiento colectivo es una de las capacidades más interesantes del desarrollo económico. Comunidades y países que han aprendido a hacer cosas cada vez más sofisticas de manera conjunta generan más riqueza. El saber colectivo es el resultado de la convergencia de miles de equipos eficientes. Piense en la complejidad del trabajo en equipo y de la acumulación de conocimiento colectivo que se requiere para hacer un avión o extraer minerales.
Las ventajas del trabajo en equipo se aplican tanto a las organizaciones en funcionamiento como en el mundo del emprendimiento. Es un mito anglosajón la idea del emprendedor solitario que desde un garaje cambia el mundo. En realidad, muchas de las grandes transformaciones a nivel de los negocios son resultado de equipos emprendedores y redes de innovación, donde inclusive el Estado juega un papel central en la creación del ecosistema y el apoyo financiero.
Para finalizar, aprovecho este razonamiento para pasar un comercial: el 19 de abril, la CEPAL está auspiciando un websminar con Marianna Mazzucato, de la Universidad de Sussex, donde hablará justamente sobre el Estado emprendedor. Este evento será transmitido en la ePC de la UCB, a horas 10:00, en el aula 4. También lo puede ver desde su computador si tienen una buena conexión de internet, en el sitio de la CEPAL. El título de esta columna se atribuye a un proverbio africano.

Monday, April 11, 2016

Del llunku, su manual

En este domingo de abril un poco de economía institucional. Va mi artículo por extenso. Al que le caiga el guante que se lo chante. Al resto mi respetos.

Después de la derrota en el referendo del 21 febrero, el Gobierno ha anunciado que saldrá a la caza de todos aquellos funcionarios públicos que no comulguen con la religión del proceso de cambio. Seguramente mucha gente debe estar con el Jesús en la boca por esta prueba de intolerancia ideológica. Con el ánimo de permitirles un mejor camuflaje en las entrañas del Levitan criollo y darles una sobrevida laboral a estos ciudadanos, me permito compartir con ustedes el manual del perfecto neorrevolucionario o, puesta de manera más coloquial, del llunku, su manual.

Para comenzar, un buen  neorrevolucionario siempre canta el Himno Nacional levantando, coquetamente, la mano izquierda en puño a la altura de la oreja y hace suya, en su mirada y gesto corporal, la frase del Che, que decía que hay que endurecer en la lucha, pero jamás perder la ternura. Las sacrosantas estrofas de la canción patria deben ser entonadas con viva voz, mirando el horizonte luminoso del cambio.

Si hay un jefe influyente en el acto, se recomienda cerrar ligeramente los ojos para darle más emotividad al momento. La vestimenta del buen neorrevolucionario es un sobrio pantalón negro coronado con una camisa tipo Mao y el ya clásico saquito con algún motivo andino en la solapa. Para las mujeres, pelo recogido y trajecito sastre. La referencia aquí, para no equivocarse, son las autoridades del Ministerio de Relaciones Exteriores, la vanguardia de la elegancia neorrevolucionaria.

Ahora bien, un neorrevolucionario de pelo en pecho que se respeta debe ser autodidacta. Obviamente no tuvo tiempo de formarse, o porque estuvo en la resistencia o porque organizaba la guerrilla. Ahora, si usted tuvo la desgracia de estudiar, peor si es en el exterior, oculte sus títulos o diplomas, no le servirán de nada. Ahora, siempre puede presumir que ha leído muchos libros, pero nunca diga que ha leído más que la luna stalinista para no opacarla.

En su biblioteca personal no deben faltar algunos libros del Vice y los neomarxistas. Si trabaja en el área económica, asegúrese de tener los trabajos de Rui Mauro Marini y Theotonio de Santos. Ahora, un imprescindible es Lenin, se recomienda tener en algún lugar visible de la oficina El imperialismo fase superior del capitalismo.

Por supuesto, debe de botar espuma por la boca si depara con un libro de Adam Smith o cualquier enano intelectual local.

Una condición imprescindible del neorrevolucionario es que, por lo menos, posea un 47% de alma de mascota o, si quiere ponerlo de manera más épica, tenga la actitud de un soldadito de plomo del proceso, practicar el centralismo democrático con furor y odiar a los librepensantes, pequeños burgueses sin conciencia.    

En términos musicales, a un militante del proceso de cambio le debe gustar las guitarreadas con vino barato y debe saber cantar todas las músicas de Silvio Rodríguez. A escala nacional, es recomendable  ser cultor de los Kjarkas y se sugiere saber de memoria la alineación de la Selección nacional del 94. No sería extraño que se encuentre con algunos de ellos en los pasillos del poder.

Un buen compañero ve sistemáticamente el canal estatal y Abya Yala. En estos canales se baja la línea ideológica política. También, de taquito, sabrá qué tipo de noticias puede comentar en la oficina. Además, una vez a la semana, llegue con su periódico Cambio bajo el brazo, le dará estatus entre sus colegas.

Asista religiosamente a las entrevistas del Vicepresidente, especialmente a aquellas realizadas por "periodistas” obsecuentes. Tenga a mano una libreta de apuntes para las frases de efecto y para interpretar las sabias metáforas del poder. Aprenda a leer entre líneas para interpretar al líder. No confunda lo que dijo con lo que quiso decir y, antes de emitir algún criterio, escuche a los intérpretes de turno.

En los actos públicos aplauda fervorosamente. No deje de participar en marchas, desfiles y otras actividades, pero hágalo siempre sacando el pecho y con aire marcial. No olvide pedir su ficha al final. Colecciones de éstas le pueden servir en un momento de emergencia.

Asista sistemáticamente a los partidos de fútbol donde juega el Presidente, son transmitidos por el canal estatal, y en la oficina haga comentarios deportivos sobre el desempeño del primer hombre del país. Elogie los goles y los golpes. Ésos son varios puntos en el camino al Nirvana revolucionario.

Ahora, una recomendación muy importante: todos los problemas sociales, económicos, institucionales, organizacionales, inclusive las peleas con su media naranja pueden ser atribuidas a la acción oscura del imperio y la derecha chupasangre. Frente a cualquier problema invente alguna teoría conspirativa. Sea imaginativo. Por ejemplo, si no puede entregar un informe a tiempo, denuncie que fue por culpa de los Mariners, a los cuales usted vio bajando por el Río Choqueyapu.

Finalmente, es recomendable que no lea esta columna en público. Sospecharán que lo están adoctrinando. Refúgiese en el baño o tránquese en algún armario y jamás reproduzca la idea vertida en este espacio. Hable pestes de este opinador de domingo, puede que le regalen una computadora Quipus. No se olvide de que los patrulleros ideológicos están en todas partes, listos para sacar sus metralletas de adjetivos: vendepatrias, neoliberales y otras cosas peores.

Monday, April 4, 2016

Gabriel René Moreno versus Benjamin Franklin

Cual de las dos monedas escoger? ese es el dilema que les planteó hoy domingo

Gabriel René Moreno versus Benjamin Franklin

Hay indicadores económicos que se graban con sangre en la memoria colectiva de las sociedades. Este es el caso del tipo de cambio. En los años 80, cuando se produjo la hiperinflación de 11.000%, saber el valor del dólar era cuestión de vida o muerte para los bolsillos de los simples mortales y las empresas. Recuerdo que en este periodo, antes de entrar a una discoteca, se tenía que conocer el valor del tipo de cambio para ver cuán corta o larga sería la pendenciera noche. Pues  bien, ha transcurrido el tiempo y esta variable se estabilizó.

Después del año 1985 se creó el Bolsín en el Banco Central, que permitía una leve fluctuación del precio del dólar. A partir de  2009 se volvió al sistema de tipo de cambio fijo. Desde la fecha no se ha modificado el valor del dólar en bolivianos, 6,93 para la venta y 6,96 para la compra.

A partir de  2014, el sector externo boliviano se deterioró. Las exportaciones han caído en más de 4.000 millones de dólares y este año vamos por el mismo camino. La inversión extranjera directa también se ha contraído en 700 millones de dólares y las remesas internacionales se mantuvieron estables. Quiere decir que la oferta de dólares bajó, hecho que ha despertado susceptibilidades legítimas sobre la futura trayectoria del tipo de cambio entre los agentes económicos.

Nuevamente ha surgido la disyuntiva de ahorrar o hacer negocios confiando en los relucientes 100 bolivianos garantizados por la insigne figura de Gabriel René Moreno o volver al viejo Benjamin  Franklin que custodia, con su media melena, los verdes de 100.        

El Gobierno ha jurado de pies juntos que no habrá modificaciones en esta variable. ¿Cuáles son sus principales argumentos? En primer lugar, sostiene que el Banco Central tiene las reservas internacionales más altas de América Latina. Hay un exceso de dólares por lo que no tiene sentido una devaluación. Entretanto, cabe recordar que, a partir de 2015, estas reservas han bajado en 2.000 millones de dólares. En lo que va de  2016 también se registró una caída importante.  Se usan estos recursos para atenuar el choque negativo de ingresos originado en la caída de los precios de las materias primas. Las reservas internacionales  podrían aguantar un par de años a lo mucho.

En segundo lugar, el Gobierno cree que modificar el tipo de cambio dispararía la inflación, dado el elevado componente de importaciones que tiene nuestra producción nacional y, por supuesto, el encarecimiento de los productos importados. El razonamiento es correcto, pero revela que la baja inflación de los últimos años se explica por el elevado grado de apertura de la economía boliviana.  Hemos importado inflación baja de Perú, Chile y últimamente de Brasil. Por supuesto, esto tuvo un costo elevado, una invasión de productos extranjeros que han estrangulado la industrial nacional.

Tercero, una devaluación -según el Gobierno- no incrementaría las exportaciones, especialmente las tradicionales. En el corto la oferta es rígida. Devaluar el boliviano no haría que vendamos más gas natural -el volumen de este energético está fijo por contrato- y  no incrementaría la cantidad exportada de minerales;  somos un país muy pequeñito en el mercado mundial.

Sin embargo, las exportaciones no tradicionales, como manufacturas y otros productos industrializados, sí podrían ser beneficiadas por una devaluación, pero sus ventas son reducidas (20% del total) y representan a cuatro gatos. En cambio, el sector comercial importador, legal e ilegal,  emplea  cerca de 2,5 millones de personas.

Cabe recordar que el tipo de cambio nominal fijo y el real apreciado ayudó, significativamente, a que las importaciones hubiesen pasado de algo como 3.000 millones de verdes, en 2005, a más de 12.000  millones de dólares, en 2015. Asimismo, a los productores nacionales, una devaluación protegería sus mercados locales, pero ambos sectores no tienen peso político y sus requerimientos son disfuncionales al socialismo extractivista y comercial.

Este es un cuarto argumento de economía política;  si la política está sobre la economía no es recomendable devaluar para no pelearse con las mayorías que han hecho suyo el concepto de que la informalidad, especialmente en el comercio, es la fase superior del capitalismo. Los leninistas de plantón han abrazado con fuerza el modelo consumista.

Quinto, mucha gente, mal pensada, sostiene que el tipo de cambio también se puede mantener estable porque, por la ventanilla siniestra, habrían aumentado los dólares de origen innombrable, especialmente en los últimos años. Esta es una hipótesis plausible y parcial pero  difícil de probar.

Para un análisis más preciso de esta variable es importante introducir el concepto de tipo de cambio real;  éste nos mide el grado de competitividad de la  economía respecto a otros países.

Según el Staff Report del FMI, el tipo de cambio real está apreciado en un 40% desde 2010, la pérdida de competitividad es más fuerte con Argentina y Brasil. Este problema coloca desafíos complejos de ajuste de esta variable en el mediano plazo.

Bueno, volvamos al dilema Moreno versus Franklin.  En corto plazo es muy poco probable que se produzca una devaluación, así que los que apuestan a bolivianos deberían estar tranquilos; pero en una aproximación de largo plazo, un modelo de desarrollo productivo  no puede abrir mano de la política cambiaria como instrumento de la política industrial porque es fundamental para generar el crecimiento económico y la diversificación productiva.

Por ejemplo, desde los años 90, tanto China como  India han recibido un enorme impulso de sus monedas subvaluadas. Investigaciones internacionales indican que cada 10 puntos porcentuales de subvaluación agregan 0,3 puntos de crecimiento. Por supuesto, esta argumentación está a contrapelo de los tiempos actuales, cuando se consolida la vieja vocación de vivir de los recursos naturales e importar todo lo demás, para lo cual el tipo de cambio debe estar fijo y apreciado.

La dolarización, pros y contras

Javier Milei, el vencedor de las elecciones primarias en Argentina, tiene como centro de su propuesta la dolarización de la economía para ac...