Sunday, May 28, 2017

La inversión pública y el extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde

queReducida la fuerza de los motores de las exportaciones que impulsaban el crecimiento económico hasta el año 2012, el Gobierno le ha dado un nuevo aire al Producto Interno Bruto (PIB) impulsando la demanda doméstica.  Un pilar central en esta estrategia es la inversión pública que viene creciendo, de manera significativa, desde 2006, aunque a tasas cada vez menores. En el periodo 2013-2014 ésta subió el 19%. Entre 2014 y 2015 la variable se incrementó en 9%. Finalmente, en el bienio 2015-2016 la inversión pública tan sólo subió en 3%. 


No obstante esta reducción los guarismo son impresionantes. El año pasado se alcanzó la cifra récord de 5.065 millones de dólares.  Definitivamente un salto espectacular.  Cabe recordar que en el año 2005 ésta llegaba  629 millones de verdes. Y, por supuesto, esto no para por aquí. El Plan de Desarrollo Económico y Social (PDES), mimosamente rebautizado como Agenda Patriótica 2025, propone pisar a fondo en el acelerador de la inversión pública. 
 
Hoy domingo de frío intenso, dos preguntas surgen en la callada y brumosa noche de la revolución. Primero, ¿cuál es el impacto de la inversión pública en la economía? Segundo, ¿es sostenible seguir el camino de la chequera gubernamental? ¿En economía, como en los pasillos del amor, billetera pública mata galán privado? 
 
Vamos por partes, como dice Jack el Destripador, que como veremos más adelante es coterráneo del Dr.Jekyll-Mr. Hyde.

 El grueso de la  inversión pública se destinó a infraestructura de caminos, energía y agua, pero también se dirigió a inversiones dentro de las empresas públicas. Prima fase, aquí estaría el secreto del éxito del nuevo modelo económico. Entretanto,  aún se requiere una evaluación independiente sobre la calidad y rentabilidad de estas inversiones públicas. De hecho, no han sido capaces de generar una nueva oferta, pública o privada, de exportaciones que amortigüen el deterioro externo. Pero la esperanza, el estandarte de los sueños, es lo último que muere. 
 
 En la actualidad, las inversiones estatales no se ven más que en el power point  de los jerarcas de la nomenclatura y no así en la generación de nuevos ingresos, cambios tecnológicos, diversificación productiva o aumentos de la productividad.  De hecho, existen dudas razonables sobre su rentabilidad ¿o cuál es el beneficio de coliseos donde sólo juegan los ratones? ¿o de aeropuertos donde no llegan aviones? ¿o museos sin gente? ¿o edificios que homenajean a la fealdad y son espejo de los egos del poder ? ¿o carreteras que no conectan polos productivos? ¿o plantas petroquímicas sin gas ni mercados? ¿o de ingenios azucareros sin materia prima?  ¿o satélites ciegos?  

 Buena parte de estas preguntas están conectadas a las utilidades que generan las empresas pública que se llevan   una gruesa parte de la inversión pública. Pues bien, en el periodo áureo de los precios de las materias primas, 2014, las utilidades de las empresa estatales llegaron a 7.371 millones de bolivianos. El año pasado  éstas bajaron a tan sólo 941 millones, esto se presenta una caída de -87%, por supuesto que el villano es YPFB, que afrontó precios del gas natural muy bajos. 
Quiere decir que ell milagro del éxito de la empresa se explica más por la suerte 
antes que por una buena gestión empresarial. 

Desde una perspectiva más macroeconómica, el comportamiento de la inversión pública evoca el extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde de la novela del inglés Stevenson, quien era una misma persona con  dos personalidades con características opuestas entre sí y que hacía de las suyas por las tenebrosas calles de Londres del siglo XIX.  
 
  En efecto, el Dr. Jekyll de la inversión pública del Estado central es un keynesiano de pies juntillos.  Desde lo alto del Gobierno, y sobre todo usando las empresas estatales, gasta la plata a manos llenas para impulsar la economía. En  2016 ejecutó el 70% de la inversión (3.526 millones de dólares), 19,6% más que el año pasado. Pero por las noches, en el mismo cuerpo, aparece el neoliberal Mr. Hyde que, al mejor estilo del Fondo Monetario Internacional (FMI), aprieta las guindas del gasto y la inversión pública y condena a los gobiernos locales y a las universidades a ajustes draconianos y a silbar finito. Las administraciones departamentales cortaron la inversión pública, entre el 2015 y 2016, en 37,9%. Las universidades redujeron sus gastos en 29,7%. Y los gobiernos municipales en casi 10%. 
 
Ahora, ¿cuán sostenibles son las aventuras de Dr. Jekyll? Pues desde el 2014 parte de la inversión pública se sostiene a través de déficits públicos, pérdida de reservas internacionales del Banco Central y mayor endeudamiento externo. En el 2016, el agujero fiscal fue de 6,6% del PIB, para el año que transcurre implacable llegaremos a 7,8%. Ahora, si las inversiones de la Agenda Patriótica llegan a sus metas, según el FMI, el déficit podría oscilar entre 15 y 20% del producto en los próximos cinco años. Así que tranquilo nomás doctorcito Jekyll , en algún momento va tener que llamar a su otro yo, Mr. Hyde. 

 En este escenario de gran entusiasmo revolucionario la deuda externa pública sobrepasaría el 52% del PIB. Entretanto, hacia el 2021 la rentabilidad de la inversión pública tendría que estar generando ingreso de exportaciones, pero esto es muy poco probable. Así que es mejor juntar a los achachilas y yatiris de Curva, los curacas de la Buenos Aires y sacerdotes del proceso de cambio para organizar una gran rezada a los santos de los recursos naturales para que los precios vuelvan a subir. La otra opción es despertar a  Mr. Hyde y ponerlo con cara de Marx y que comience a cortar gastos e inversiones como un carnicero neoliberal, algo que no es ni posible ni deseable.

El gran pecadillo de la apuesta a la inversión pública no es su dimensión, sino de haber excluido al sector privado. Pensar que billetera de soldadito del proceso de cambio mata a galán privado es una tierna ilusión. Tal vez en el corto plazo esto puede ocurrir, pero cuando se busca descentralizar la economía, producir un cambio estructural productivo, aumentar la productividad, la inversión pública también debe ser complementaria a la acción privada. El desarrollo económico y social, doña Flor, tiene dos maridos no celosos, la inversión pública y la privada, y no le gusta los esquizofrénicos como el Dr. Jekyll.  

Gonzalo Chávez A. es economista.
Escrito por Gonzalo Chávez A.

 

Sunday, May 21, 2017

Corrupción y la teoría de los chiflones

La corrupción y la teoría de los chiflones 

Hace algunas semanas   me encontré con un queridísimo amigo de la infancia de la plaza San Pedro, barrio en el que viví buena parte de mi adolescencia arrabalera. Por supuesto, hablamos de cosas picantes del pasado, pero como siempre sucede en estos encuentros furtivos, aparece el salvavidas de la coyuntura política que evita la muerte súbita de la conversación anclada en la añoranza. Sale a flote la consabida pregunta: "¿Y cómo la ves?”. Como conocía de la sabiduría de mi amigo en las honduras del alma nacional, me quedé callado y escuché su agudo análisis de coyuntura callejero. 

Sostenía, con precisión de taquero de larga data y campeón de las billas populares, que al Gobierno ya le había agarrado un chiflón de corrupción tan contundente como ponzoñoso. Y cuando te atrapan estos vientecillos furtivos. ¡Agárrate Anacleto!, sentenció mi cuate, conocido como el Tuercas.

Con aire docto, de quien ya había pontificado sobre la realidad nacional en todos los bares de La Paz, me dijo que discordaba de la hipótesis de que acabaríamos como Venezuela; más bien pensaba que terminaríamos como el Brasil del hermano y compañero Lula. Vanos fueron mis tentativas de hacerle notar, que al contrario del vecino, nosotros no teníamos un Poder Judicial independiente, que investigue y castigue a la cofradía de los uñas largas. Él retrucó que, aquí como allá, la presión social y la opinión pública jugarían un papel fundamental.

Con la leyenda tatuada en su historia -que había derrotado en un duelo verbal a la mismísima Luna Stalinista, como se conoce en la jerga popular a uno de los jerarcas del régimen-  sostenía que el chiflón había desinflado  el complejo de superioridad moral del proyecto y que estos aires pendencieros ahora circulan libres por los corredores del alma política del régimen de irremediable manera. El tic, tac, tic, tac, tic, tac de la inflexión histórica, con su voz cansina, ya le cantaba al oído, todavía sordo, de los poderosos "Recuerda que eres mortal”.

 La lectura de la realidad me pareció pertinente pero lo que más provocó mi curiosidad analítica fue la alusión al viento colado. Viniendo de Villazón, la tierra desde donde se distribuyen las ventoleras al mundo, todo lo que tenga que ver con movimientos de aires nos interesa. 

 A estas alturas de la columna permítanme un comercial. Ayer sábado 20 de mayo fue aniversario de este jirón patrio. Loas y laureles a Villazón, el diamante que se pule solo, aunque últimamente también hay que agradecer a la apreciación del tipo de cambio real que hizo reverdecer la ciencia del comercio y revivir los mejores pilotos de la frontera, como se conoce  a estas personas que hacen pasar, por el puente que une La Quiaca con Villazón, fabulosos bifes de chorizo, dulces Sancor y toneladas de harina con el mismo arte y sabiduría.  

Pero volvamos a las ventoleras turbinadas y otros aires cruzados. Seguramente usted ha escuchado alguna vez decir: Huy,  aquí se siente un chiflón endiablado. También es conocido que el mal de whistupicus o boca chueca   se origina en chiflón de callejón.   Uno de los chiflones más temidos por las abuelas es el de zaguán de casa de tres patios que produce el mal de jolkes, que hace escupir piedras preciosas por donde pecamos. 

 También los vientos colados de solárium -que dan origen a la expresión: resfrío de calor- son mortales, razón por la cual los collitas poliglobúlicos, como su seguro servidor,  usamos camisetitas musculosas en toda ocasión. En suma, se trata de un vientecillo  furtivo y traicionero que se cuela por las ventanas mal cerradas, las rendijas sobornadas,  y las paredes con agujeros infinitos.

En tiempos pretéritos, si a alguien le agarraba un chiflón también significaba que esta persona había perdido el norte, el espíritu se le había desvencijado irremediablemente. Era justamente esta sensación a la que hacía referencia mi amigo de San Pedro, pero aplicada  a la gestión del Estado. Es decir, tremendos chiflones de corrupción comenzaban a surgir de los recovecos, agujeros, madrigueras del oscuro poder. De nada servía minimizarlos denominándolos microchiflonillos

En la opinión del Tuercas, estas ventosidades podridas dentro del Estado comenzaban a producir un desgaste irremediable en la estructura del poder y a quitarle  pliegues  y gracia a los candidatos a estatuas . No hablamos de casos concretos. Nos mantuvimos en el plano de la teoría de los chiflones.

 Más temprano que tarde los chiflones de la corrupción se convierten en huracanes y se llevan por delante todo, como en lo que está ocurriendo en el verde Brasil. Después, salir del lodazal del robo público lleva generaciones.  

El tema de corrupción, grande o pequeña, en la opinión del Tuercas, debía convertirse en el centro del debate nacional. Debería tener un abordaje sistémico e institucional, ser transversal y específico. Debería tener un abordaje preventivo, disuasivo y punitivo. Mi amigo sanpedrino sostenía que una de las batallas fundamentales para avanzar en su combate era la elección de jueces, pero que como estaba diseñado el sistema, a partir de la lógica de la reproducción del poder, él no auguraba éxitos; al contrario, sostenía que en  corredores, zaguanes, callejones, rendijas del Poder Judicial circulaban los chiflones más cínicos y peligrosos.

Coincidimos en que las páginas de la historia no avanzan si los chiflones sibilinos no desaparecen. Volver a imaginarse el futuro implica hacer desaparecer el flagelo de la corrupción; caso contrario, ésta carcome el cuerpo y alma de una nación. En nuestro caso, la primera batalla, sin duda, es construir una institucionalidad judicial transparente, competente e independiente.


 Nos despedimos con abrazo de oso y con sendos juramentos de llamarnos y tomar unas chelas. Sabíamos que tendríamos dificultades de cumplir las promesas, pero lo mejor del encuentro fue juntar su análisis político certero con mi experiencia con los vientos, de lo que surgió esta teoría de los chiflones.      


Gonzalo Chávez A. es economista.

Monday, May 15, 2017

Good Bye Lenin

Adiós a Lenin es una maravillosa película alemana ambientada poco después de la caída del Muro de Berlín. Christiane  es una orgullosa miembro del Partido Socialista Unificado de Alemania (PSUA). Comunista hasta los tuétanos, ahora diríamos, un soldado de proceso de cambio. Un bello día de 1989 pierde el conocimiento al ver a su hijo participar de una manifestación en contra de Erich Honecker y entra en un coma profundo. Despierta ocho meses después de la caída del régimen comunista aún muy delicada de salud.
 
 Por recomendación médica nada debe complicar su recuperación, menos aún saber del triunfo del capitalismo en su amada Alemania Oriental. Para salvarla, Alex, el hijo, convierte el departamento familiar en el último bastión del socialismo, en el que su madre vive creyendo que nada ha cambiado. Entre tanto, una mañana de sol descubre, desde su ventana, que había un enorme cartel publicitario de   la Coca Cola. El hijo le explica la situación diciéndole que en realidad la Coca Cola era una empresa fundada por el PSUA, por eso lo del color rojo revolucionario y que, después de una batalla internacional, esta transnacional había aceptado que había robado la idea de los socialistas alemanes y devuelto la empresa. 
 
En sus noches de convalecencia la señora veía noticiarios viejos que sus hijos pasaban por circuito cerrado. En cierta ocasión, por descuido, la última comunista ve un programa al vivo donde miles de alemanes orientales saltan desesperados sobre los restos de muro. Los familiares le comentan que, en realidad, los que se pasaban de lado eran los alemanes occidentales que, cansados del consumismo, el exceso de confort, los televisores a colores y otros mimos capitalistas, habían decidido abandonar estos lujos pequeños burgueses y pasar masivamente a la vida pacata y austera de la revolución. Durante años se crea una vida ficticia para la señora, pero al final la madre termina descubriendo que era una prueba de amor de sus hijos que temían que su corazón no aguantaría decir adiós a Lenin.  
 
Con mucho menos glamour que los cariñosos hijos de la comunista oriental pero con las mismas intenciones, nuestros neorevolucionarios se resisten a aceptar los serios problemas del modelo económico primario exportador, buscan crear una realidad paralela y presentar resultados económicos, y medidas de políticas públicas como novedades del ajuar de un novio con recorrido. En primer lugar, durante años se construyó la teoría del blindaje y particularmente se negó el problema del empleo, y la calidad de éste. Segundo, promoviendo la apreciación del tipo de cambio real, se consolidó un sector comercial formal e informal, donde se crearon miles de empleos de baja calidad y productividad y se presentó a la informalidad, en el discurso, como el horizonte del socialismo. 
 
 Ahora, con la caída de precios de las materias primas, se reconoce que uno de los síntomas de crisis es el desempleo. ¡En hora buena! Primer paso dado, pero como a la abnegada madre de la película Good bye Lenin, se le quiere dorar la píldora. En efecto, el nuevo Programa de Empleo se lo presenta coquetamente empaquetado en los celofanes de la propaganda como un avance en el proceso de cambio, cuando en realidad, en su parte central, se trata de un coñichi de políticas públicas del pasado. 
 
Los programas de Infraestructura Urbana y Protección y Habilitación de Áreas Productivas son zombis del Fondo Social de Emergencia (FSE) de la época de Paz Estenssoro y el Plan Nacional de Empleo de Emergencia (PLANE) de Tuto Quiroga, ambos criticados en su época -con razón, por muchos que ahora disfrutan de las mieles del poder- como siendo un programa neoliberal parche de empleos de baja calidad, que además rompía con la institucionalidad de los municipios, porque la ejecución estaba a cargo del Estado central.  Ahora se sigue el mismo camino porque quien implementará el programa será el Fondo Productivo Social, el nieto del FSE. Bueno a rigor, estos programas son de corte keynesiano para reactivar demanda agregada. 
 
 En periodos de sequía de ideas, como el actual, nada contra los recalentados o muertos vivientes, cuando el zapato ajusta eso es lo que hay que hacer en el corto plazo. Pero hoy como ayer la pregunta es la misma: ¿cuáles son las políticas de empleo de largo plazo pasado en julepe de la crisis? Aquí el Gobierno presenta dos programas que pueden ser interesantes siempre que estén enmarcados en políticas de desarrollo productivo y desarrollo de ecosistema de emprendimiento. A saber, está el programa de Inserción Laboral para trabajadores y jóvenes profesionales que será financiado por el Estado (paga entrenamiento, salud y jubilación)  y la empresa privada (paga salario). Esta política debía estar enfocada en actividades que generen exportaciones, impulsen innovación tecnológica, aumenten la productividad y tengan efecto derrame dentro de un cluster local. Así, en general, puede ser una fuente de prebendalismo. Mi apoyo a tu empresa por tu voto.   
 
 El más interesante es el Fondo para Capital Semilla, que propone dar créditos a las MyPes de reciente creación y nuevos emprendimientos. Pero este dinero aislado no funcionará, por lo que se debe trabajar con municipios, sector privado, bancos, universidades e impulsar ecosistema de la innovación y emprendimiento, sobre todo apoyando a los beneficiarios del capital, con aceleradoras e incubadoras de empresas para reducir riesgos.  Asimismo, está el Incentivo a la Generación de Empleo en las contrataciones públicas. Ésta es una mala idea, es una invitación al sobredimensionamiento de los costo de las obras. 
 
 Finalmente, el Gobierno acepta que existen problemas de desempleo y apela al odiado y criticado pasado para revivir viejas políticas keynesianas aplicadas por neoliberales, pero en la retórica discursiva se resiste a decir:  Good bye Lenin, aunque muchos piensan que aquí nunca ni si quiera se le dijo Hello Vladi, por lo que el corazón de la sociedad boliviana está roto por doble engaño.

Monday, May 8, 2017

Populismo cambiario y los atletas ratones

El Gobierno ha reconocido que el incremento salarial tendrá efectos negativos sobre el empleo, pero también afirma que ésta es una forma de inyectar dinero a la economía e impulsar el aparato productivo, siguen un keynesianismo de guitarreada.  Para este tipo de políticas, también conocidas técnicamente como keynesianismo vulgar, los aumentos salariales y/o el incremento del gasto e inversión pública impulsan el multiplicador del consumo de las familias y del gasto estatal, ambas medidas reactivan la demanda doméstica.

 La magia funciona de la siguiente manera:  por cada boliviano que el Gobierno introduce a la economía -éste, pasando del bolsillo de las personas a las empresas o de las obras públicas al consumo de insumos, por ejemplo-  terminará generando 30 centavos adicionales. Al final del día, la inyección de un morlaco provocará un impulso en las ventas  que harán crecer la producción en 1,30 bolivianos. Por eso cuando se pregunta ¿cuántos economistas keynesianos hacen falta para cambiar un foco? La respuesta es todos, pues de esta forma se generan empleos, subirá el consumo y la demanda agregada se desplazará a la derecha.

Así que se alisten las guitarras, se afinen las voces y se descorchen los mejores vinos, que la fiesta del nacional consumismo va a continuar. A voz en cuello y con el coqueto puñito en alto a cantar se dijo: "Luche,  luche y no deje de luchar, por un gobierno obrero y popular”. Al keynesianismo de guitarreada no le preocupa si el uso exagerado de la billetera pública genera déficit (cuando los gastos son mayores que los ingresos).

En nuestro caso, los datos ya son preocupantes. En el 2014, el déficit público fue de 3,4% del PIB. En el periodo 2015-2016  las cosas se complicaron, el agujero fiscal sobrepasó el 6%. Y en el año que transcurre, el déficit previsto es aún mayor, 7,8% del PIB.  La forma en que se viene financiado la brecha fiscal es a través de pérdidas de ahorro nacional (caída de reservas internacionales del Banco Central de Bolivia) e incremento del endeudamiento externo.

El keynesianismo vulgar supone que aceitando el circuito del consumo, con marmaja fresca, también se recaudarán más impuestos, pero si el grueso de estos recursos va al sector informal, esto es una ficción.

Debido a los efluvios provocados por la hermandad del canto y la acción del tinto, los impulsores de estas ideas no se percatan (o se hacen a los locos) de que políticas expansivas, como el incremento salarial, en una economía tremendamente abierta y un tipo de cambio real apreciado (los bienes externos son más baratos que los nacionales en el mercado local), evidentemente producen la reactivación del aparato productivo, pero de Perú, Chile o Argentina. El grueso de los nuevos ingresos se gastan en importaciones legales e ilegales, técnicamente, la propensión marginal a importar es muy elevada en Bolivia.

 En 2016, por cada dólar que recibimos por exportación, volvieron a salir 0,85 centavos en importaciones. Por lo tanto, los sectores que más se benefician del mayor circulante son el comercio y los servicios, que en su mayoría están en el sector informal. Evidentemente aquí está el 80% del total de los empleos de la economía nacional, que son de baja calidad (sin seguro social o médico), la mano de obra menos productiva, los ingresos dictados por la ley de la oferta y demanda, y el reino de evasión impositiva.

El populismo cambiario financia la revolución de la informalidad comercial que -como decía el viejo Marx- vive de la circulación de mercancías antes que de la producción de éstas. Además, en el caso de la economía boliviana, productos más baratos importados de las economías vecinas ayudan a mantener la inflación bajo control, lo que neutraliza el posible efecto inflacionario de las políticas expansivas salarialistas.

 El populismo cambiario garantiza la captura de la renta del comercio financiado con plata pública y también beneficia a sectores no transables, como la banca y la construcción. Los grandes ausentes en la guitarreada son, por supuesto, los productores nacionales que ven incrementados sus costos laborales sin poder traspasarlos a sus precios, debido a la fuerte competencia en el mercado local y del contrabando.  En este modelo no hay generación de valor productivo, que es la base del desarrollo sostenible, y sí la apropiación de rentas financiadas con ahorros públicos.
Estamos frente a un efecto riqueza de corto plazo.

Los otros componentes que gatillan el multiplicador keynesiano son el gasto y la inversión pública. En el primer caso, el aumento del expendio gubernamental corre la misma suerte del incremento salarial: buena parte de este impulso de dinero se chorrea a otros países. En el caso de la inversión pública, concentrada en infraestructura, puede mejorar el efecto derrame de corto plazo sobre el mercado local. Entre tanto, los problemas surgen cuando las inversiones se financian con déficits públicos, hecho que ocurre desde 2014 en Bolivia.

El otro cuestionamiento surge sobre la rentabilidad social y económica de las inversiones públicas. Si estos recursos estatales van a mejorar la productividad, generan diversificación productiva o son complementarios a la inversión privada, pueden convertirse activos que rinden recursos y benefician a la sociedad. Este no parece ser el caso del país. Cabe recordar que entre 2005 y 2016 la inversión pública total, como porcentaje del PIB, creció a más del doble  (de 6% a 15%); sin embargo, el destino mayoritario de las inversiones públicas genera dudas razonables sobre su rentabilidad ¿o cuál es el beneficio de coliseos donde sólo juegan los ratones? ¿o de aeropuertos donde no llegan aviones? ¿o museos sin gente? ¿o edificios que homenajean a la fealdad? ¿o carreteras que no conectan polos productivos? ¿o plantas petroquímicas sin gas ni mercados?



7 de mayo de 2017

7 de mayo de 2017

Monday, May 1, 2017

A mi no me echen la culpa

Existen ciertos bolivianismos que nos retratan de cuerpo presente y alma entera, en especial a nuestros políticos. Veamos las joyas del lenguaje nacional: “Yo no sabía”. Frente a fracasos de políticas públicas, como la escasez del agua, o asuntos más peliagudos, como los chiflones de corrupción, sale el santo y señala de la ignorancia sobre tema. Siempre son los otros, los de abajo,  los culpables. Los dueños del poder ni se enteran.  También está la gran perla para hacerle el quite a las cosas: “A mi no me echen la culpa”. En este rubro de lavarse las manos el acuerdo entre el Gobierno y la Central Obrera Boliviana es de antología. Transcribo el punto 5. “Incremento salarial 2017. Se acuerda que el incremento al Salario Mínimo Nacional será del 10,8% hasta llegar a Bs.2.000, a pedido de la COB dejando el Gobierno salvada su responsabilidad en el caso de presentarse efectos negativos sobre el empleo.  En cuanto al Salario Básico Nacional será del 7%. Las características del incremento serán definidas en Decreto Supremo. ”

Tres apuntes sobre el sui generis punto del acuerdo. En primer lugar este un reconocimiento que existe una conexión entre política salarial y empleo, más aún, dado el contexto macroeconómico actual,  los incrementos de salarios por encima de la inflación generarán pérdidas de empleo, por cierre de empresas, reducción de contrataciones o fugas de ciertas unidades productivas al sector informal. Gobierno Poncio Pilates dixit.  En segundo lugar, demuestra inconsistencias en las políticas públicas de la administración Morales, la mano izquierda del populismo distributivo no habla con la mano derecha de la oferta productiva. Se adopta y acepta una medida nociva contra las pequeñas y medianas empresas, sector que dicen apoyar. En tercer lugar, muestra el poder de las corporaciones sociales que le doblan la mano al gobierno. Recordemos que este proponía un incremento de 5% sobre el salario básico y 6% para el mínimo. ¿Qué pasó con el poder de negociación del otrora gobierno fuerte? Además, se evidencia el peso de la política sobre una visión/acción más integral y técnica del desarrollo económico, más aún refleja ingenuidad o (¿frio pragmatismo?)  a la hora de eludir la responsabilidad en la generación de empleos. A mi no echen la culpa si  a raíz de mi decisión como Estado, la gente pierde su trabajo.

En una perspectiva más macroeconómico, con el incremento salarial el gobierno insiste en un keynesianismo de guitarreada, éste que piensa que sólo hay que meterle plata la economía, que ésta va seguir funcionando.  Por el lado de la demanda, según el gobierno, la gente con más dinero compra más bienes y servicios, sí... pero son productos que vienen de Chile, Perú, Brasil o Estados Unidos. Se reactiva el aparato productivo de los vecinos y las importaciones legales e ilegales aumentan fuertemente. Todo esto gracias a la apreciación del tipo de cambio real (los malos del FMI dice que nuestra moneda tendría un atraso cambiario de cerca al 40%). ¿Qué pasa por el lado de la oferta local? Los productores nacionales micros, pequeños y medianos, piense en la manufactura de ropa por ejemplo, tienen un incremento fuerte de costos laborales que no pueden repasar a los precios de sus productos porque están en mercados muy competitivos y encima, para pior, enfrentan la competencia desleal del contrabando. Estos sectores no aumentan sus ventas debido al incremento salarial. A los que les va mejor son a los intermediarios, al comercio, sobre todo el informal, sector donde reina la mano invisible de Adam Smith y ni se entera de los aumentos salariales decretados por el gobierno. Aquí trabajan en condiciones muy precarias, el 80% de la población económica activa.  En la Bolivia revolucionaria, Lenin estaba equivocado, no es imperialismo la fase superior del capitalismo, sino la informalidad es la fase superior de este sistema.

En suma, la política del populismo distribucionista “beneficia” (más bien es un espejismo de riqueza) tan sólo al restante 20% de la población en edad de trabajar y es completamente funcional a la consolidación del modelo primario exportador y comercial. Distribuye las rentas de acuerdo al criterio de lealtad política y no en base una visión integral del desarrollo que debería buscar la diversificación productiva y preservación y creación de empleos dignos y sostenibles. El gobierno gestiona clientelas y no apoya ni promueve a los productores. ¿Y que tal hablar de productividad a la hora de aumentar los salarios?. Por supuesto esta es una palabra, disque neoliberal, que está eliminada del diccionario de la revolución.  Aquí es el reino de las rentas y su distribución.   Además la política salarial del gobierno no se ha enterado ni de la desaceleración de la economía ni del deterioro de grandes agregados macroeconómicos, a saber: fuerte déficit comercial, un agujero fiscal cercano al 8% del producto, pérdidas de reservas internacionales, incremento del endeudamiento externo. apreciación del tipo de cambio real, entre otros. Confundiendo riqueza con desarrollo se apuesta a seguir inflando la burbuja de consumo. A futuro lo único que queda es realizar masivas movilizaciones para rezar al santo de los recursos naturales y pedirle que suban nuevamente los precios del gas natural y los minerales.  La fiesta del consumo debe continuar. En 11 años nos hemos gastado 60 mil millones de dólares (medio plan Marshall a los precios de hoy) para repetir lo que hicimos en los anteriores 180 años de vida republicana, a saber:  exportar materias primas, engordar el comercio y hacer discursos furibundos.  Así que, sí las cosas comienzan a salir mal, no funcionan las políticas públicas, será culpa del imperio y sus lacayos.  Además. Yo lo dije claramente a mi no me echen la culpa de las políticas públicas respecto a los salarios, fueron los compañeros de la COB, los que se metieron un auto gol. En un mano llevaran su victoria Pírrica de incremento salarial y en la otra su carta de despido.

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