Monday, November 19, 2018

La productividad, la exilada de siempre

Después de 12 años de populismo rentista, que apuesta más a la distribución de la riqueza de corto plazo que a la creación de ésta, el tema de la productividad de la economía está completamente ausente del debate nacional y de la agenda de políticas públicas.  

En Bolivia, el concepto de productividad ha sido exiliado del imaginario político y económico por considerarlo un concepto que proviene del marco propositivo neoliberal. Por supuesto, este es un error de grueso calibre. No puede existir crecimiento económico, desarrollo sostenible y mejora en condiciones sociales si los trabajadores, las máquinas y las tierras, de manera separada o combinada,  no producen bienes y servicios de manera más eficiente y en menos tiempo.

Con muy buen tino, la Corporación Andina de Fomento (CAF) ha elaborado un documento titulado: Instituciones para la productividad. Hacia un mejor entorno institucional, en el que presenta hallazgos muy interesantes y recomendaciones motivadoras para el caso boliviano. (Aprovecho la columna para un comercial: debatiré este tema con representantes del Gobierno y del sector privado el día 22 de noviembre, a partir de 9:00, en la oficinas de la CAF en La Paz y transmitiré al vivo por Facebook).

Una manera tradicional de medir desarrollo y bienestar es comparar el producto per cápita de países más avanzados con economías en vías de desarrollo como Bolivia. Por ejemplo, según otro estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Creciendo con competitividad,  en 2014, el PIB per cápita promedio de América Latina era el 22% del de Estados Unidos, en el caso boliviano esta variable era del 12% para el mismo periodo.

Otros estudios muestran que cerrar esta brecha tomaría por lo menos 100 años, creciendo a un promedio 5% por año y de manera sostenida. ¡Ay Tatita!, el camino es largo.

En Bolivia, la productividad total de los factores de producción (trabajo, máquinas y tierras), entre 1970 y 2015, aumentó tan sólo en 0,1%, según el BID. Ahora bien, si analizamos el crecimiento de la productividad ajustada por educación (años de escolaridad), salud (sobrevivencia después de los 65 años) y utilización de capital), Bolivia registra un valor negativo, -0,59%.

También utilizando el mismo periodo, la productividad laboral promedio de la economía en Bolivia fue de tan sólo 0,4%. Más allá de que en las últimas décadas hubo ciertas mejoras, en el tema de la productividad estamos frente a un estancamiento secular.  Quiere decir que tanto gobiernos neoliberales como estatistas se aplazaron feo en el tema de la productividad. Así que nadie puede cantar de gallito. Esta es una asignatura pendiente de mediano y largo plazo pero que debe comenzar hoy.

Estudios como del BID muestran que esta baja productividad se debe a la enorme informalidad  de la economía boliviana. Fuentes nacionales como del Cedla sostienen que la informalidad laboral llega al 80% en Bolivia. Otro estudio del FMI -que define la economía informal de una manera más amplia a saber: como aquella que incluye las actividades que no pagan impuestos, que no cumplen las normas laborales, de seguridad industrial, social y medioambiental- sostiene que entre 1990 y 2015 en Bolivia el tamaño promedio de la economía informal fue de 62,3%.

Como acostumbran a decir los neorevolucionarios, cuando hablan de los resultados macroeconómicos : “No lo decimos nosotros, lo dicen los organismos internacionales”. Así que nobleza obliga, los bajos índices de productividad y enorme informalidad, no lo decimos los opinadores, sino las mismas instituciones que les echan flores.

La baja productividad también tiene que ver con el “enanismo empresarial”, micro y pequeñas empresas concentradas en el comercio y servicios en Bolivia, en realidad estrategias de sobrevivencia, sistemas de empleo familiar originadas en la desesperación de salir de la pobreza.

Obviamente, asociado a esta precariedad está el viejo tema de falta de diversificación productiva y del poco desarrollo del sector exportador no tradicional. Finalmente, y no por eso menos importantes, otros temas que no ayudan al aumento de la productividad son el limitado desarrollo financiero, y el bajo nivel de innovación tecnológica de la economía boliviana.

A pesar del crecimiento significativo del microcrédito, muy concentrado en el comercio, un índice de penetración financiera, calculado por el estudio del BID, no pasa de 0,2, cuanto en países de mayor desarrollo esta variable se aproxima al 1. En materia de desarrollo tecnológico estamos en cero.

El diagnóstico de tanto el estudio de la CAF como del BID es completo y lapidario, pero no se quedan en los antecedentes, hacen propuestas de políticas públicas que vale la pena leerlas. En el caso de las sugerencias de la CAF, podremos debatirlas el jueves 22 de noviembre. Entre tanto, el desafío está lanzado para la academia, el sector privado, el Gobierno y la oposición: el verdadero cambio del modelo económico en Bolivia pasa por colocar el tema de la productividad en primer lugar.  

Gonzalo Chávez A. es economista.

Wednesday, November 7, 2018

Democracia sin derechos y Derechos sin democracia

En Bolivia y el mundo vivimos tiempos extraordinarios y trastocados, en especial en temas políticos y culturales, porque existen fuertes amenazas a las democracias liberales. Gobiernos populistas surgidos de las urnas se tornan autoritarios y mayorías significativas de votantes eligen líderes que ofrecen acabar con derechos ciudadanos básicos.
Después de la desaparición de la Unión Soviética, la democracia liberal, que  la definiremos más detalladamente, se suponía que sería régimen político que perduraría hasta el “fin de la historia” en la mayoría de los países del mundo. A pesar de sus imperfecciones, este sistema no había podido ser sustituido ni por el socialismo soviético o cubano, la teocracia islámica y tampoco por el particular modelo político chino.
Asimismo, el liberalismo económico era presentado como el único y definitivo camino hacia el desarrollo. La estabilización macroeconómica, la liberación de los mercados y la reducción del Estado constituían la receta para el crecimiento sostenible. En América Latina esta receta se la conoció como el Consenso de Washington. Este modelo económico hizo aguas a finales de los años 90 y fue sustituido por diversos tipos de estatismos.
Respecto al sistema político –la democracia liberal, que podríamos denominar como el Consenso de Grecia–, permaneció en vigencia por más tiempo que el  neoliberalismo económico, pero ahora éste está bajo fuerte amenaza. La desaparición del sistema democrático es uno de los temas de preocupación principal de dos libros recién salidos del horno: El pueblo contra la democracia. Por qué nuestra libertad está en peligro y cómo salvarla, de Yascha Mounk y Cómo mueren las democracias, de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt.  Ambas investigaciones sostienen que los populismos de izquierda y derecha son las principales amenazas contra las democracias liberales de nuestros tiempos.
Mounk define democracia como “un conjunto de  instituciones electorales vinculantes que traducen de manera efectiva las opiniones populares en unas políticas públicas concretas”. A su vez, liberal significa –para el autor–  un compromiso con el Estado de derecho, la división de poderes y la defensa de las libertades de culto, expresión y asociación. Por lo tanto, la democracia liberal protege los derechos de las personas y transforma la opinión del pueblo en políticas públicas concretas.  
El autor sostiene que gobiernos populistas como el de Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Italia y Francia, Venezuela, Hungría, Turquía, Polonia y otros están eliminando las salvaguardias institucionales y van camino a matar las democracias liberales.
Teniendo en mente esta definición y este contexto histórico, Mounk sostiene que las democracias liberales en el mundo están perdiendo su esencia en dos sentidos: en unos casos se camina rumbo a un liberalismo no democrático (o derechos sin democracia); es decir, sistemas donde el gobierno respeta las libertades individuales, pero controla las instituciones electorales, manipulando la democracia para mantenerse en el poder; y una democracia iliberal (o democracia sin derechos), situaciones  en las que el gobierno elegido por el pueblo comienza a controlar el Estado, restringiendo la libertad de expresión, controlando y persiguiendo opositores o reprimiendo minorías.
Estos son fenómenos políticos nuevos que no entendemos lo suficiente y es difícil combatirlos porque tienen componentes aparentemente democráticos, pero al mismo tiempo manipulan actos electorales, acaban con la división de poderes y tergiversan leyes para quedarse en el poder.
El libro Levitsky y Ziblatt describe la experiencia de los Estados Unidos de Trump para mostrar cómo un gobierno electo en democracia se va tornando autoritario. Los autores utilizan cuatro características de un líder autoritario, sugeridas por Juan José Linz en 1978 (La quiebra de las democracias), para ver por qué camino sigue Estados Unidos, a saber: rechazo de las reglas de juego democráticas, negación de legitimidad a los oponentes, tolerancia o aliento de la violencia y voluntad de restringir las libertades civiles de sus adversarios.
Por supuesto que ambos profesores concluyen que el gobierno del norte va camino a matar su democracia. Obviamente que estas cuatro alertas son también aplicables a varios en América Latina, en general, y en Bolivia, en particular.  
Las dos obras coinciden en señalar que una de las causas de la muerte de las democracias liberales es el rol que juegan las redes sociales, que si bien tienen unas características liberadoras de ideas y opiniones, también ha contaminado el debate público. El ciberespacio se ha convertido en un difusor peligroso de ideologías del odio y lluvia de mentiras.
Si bien las fake news no nacieron con las redes, éstas las potenciaron de manera exponencial ,manipulan mentes de los votantes. Tanto el libro de Mounk como de Levitsky y Ziblatt son una seria invitación a la reflexión y al análisis de cómo un pueblo desinformado y envenenado se está volcando contra la democracia, y es probable que pasemos de momentos populistas, como los que viven varios países en el mundo, a la era de gobiernos populistas, tanto de izquierda como de derecha, que marquen a generaciones.

La dolarización, pros y contras

Javier Milei, el vencedor de las elecciones primarias en Argentina, tiene como centro de su propuesta la dolarización de la economía para ac...