Monday, July 30, 2018

La economía y la política informal

Según un reciente estudio del FMI, Bolivia es el país con la mayor economía informal del mundo. Leandro Medina y Friedrich Schneider sostienen en Economías informales  alrededor del mundo: ¿qué aprendimos en los últimos 20 años? que entre 1990 y 2015 en Bolivia el tamaño promedio de la economía informal fue de 62,3%.

La propaganda oficialista sostiene que Bolivia es líder regional en crecimiento económico, pero ahora también sabemos que es campeón mundial cuando se trata de economía subterránea, escondida o negra, todos sinónimos de informalidad. Por lo tanto, parte del crecimiento económico de los últimos años, basado en el mercado interno, se explica porque vendemos nuestra alma al diablo de la ilegalidad y, en algunos casos, de la delincuencia.

La informalidad no es ninguna novedad. Cualquier ciudadano boliviano que circule por las calles del país conoce este fenómeno. Lo que parece diferente en Bolivia  es que la economía informal ha sido alentada en algunos casos, como el contrabando y el comercio ilegal -y tolerada en otros, como la producción de coca para la exportación con ahínco desde el Estado.

Por su propia condición, la economía sumergida es compleja de medir y conceptualizar. El estudio del FMI define la economía informal como aquella que incluye las actividades económicas que están ocultas a las autoridades gubernamentales;  esto es, que no pagan impuestos, que no cumplen las normas laborales, de seguridad industrial, social y medioambiental, entre otras.

El estudio no incluye las actividades delictivas en la medición de la economía informal; por lo tanto, no contabiliza actividades criminales como el narcotráfico, la corrupción, el robo o la trata de personas. Si se incluyesen estas actividades en la medición, la economía informal podría ser aun mayor.

En la década de los años 80, durante la década perdida en América Latina, las actividades informales fueron entendidas como estrategias de sobrevivencia frente a la crisis recesiva y del desempleo. La economía informal era vista como un refugio de la gente mientras el aparato productivo se recuperaba. Frente al desempleo, la creación de pequeñas empresas y comercios era interpretada como tablas salvavidas en un mar enorme de la pobreza, incapaces de generar acumulación o ganancias.

Además, reflejaba el desencuentro entre el crecimiento demográfico, la urbanización desordenada y la falta de creación de puestos de trabajo. La informalidad era vista como un fenómeno coyuntural que debía revertirse cuando se recuperara el crecimiento económico y el Estado actúe puniendo a los infractores.

 En los 90, Hernando De Soto, en su libro El otro sendero, revalorizó el sector informal y vio en éste un pujante capitalismo de los pobres que en realidad surgió por las excesivas y equivocadas regulaciones estatales. La burocracia, la tramitología y el exceso de cargas salariales e impositivas llevaban a los emprendedores populares a crear actividades en el sector informal.

De Soto afirmaba que las economías del continente eran duales, formales e informales. Muchas de las empresas y negocios tenían un pie en la legalidad y otro en la economía subterránea.
p
En la última década, con la expansión de la economía informal en un contexto de crecimiento económico, el fenómeno de la informalidad es cada vez más complejo. Ya  no es sólo el escondite de negocios chicos, sino también de empresas medianas y grandes con redes transnacionales, con enorme poder financiero y político. En el caso boliviano, la informalidad se concentra en el comercio y los servicios.

Además de las razones institucionales (carga salarial, tramitología, exceso de impuestos), que empujan a los negocios a la informalidad, se adicionaron políticas públicas que premiaron el ingreso a estas actividades. Un ejemplo de ello es mantener un tipo de cambio real apreciado, que fomenta las importaciones legales y de contrabando, creando un empleo de baja calidad, y un esquema de captura de enormes rentas por parte de una tradicional y una nueva burguesía comerciante.

Estos grupos organizados en poderosas corporaciones comenzaron a pesar electoral y políticamente. Similar análisis se puede hacer a los cocaleros o cooperativistas mineros, que también capturaron rentas en la informalidad.  

En términos de desarrollo y en una perspectiva de largo plazo, se propició el traslado de población de un sector que mantuvo una baja productividad, como la agricultura, a otro de aun menor productividad, como el comercio y los servicios informales. La creciente urbanización del país refleja esta tendencia.

Esto generó un efecto riqueza, una enorme burbuja de consumo, pero no desarrollo estructural y productivo. Por supuesto, el crecimiento de la economía informal tuvo su correlato en la ampliación de la política informal con la creación de clientelas funcionales al populismo distribuidor de rentas. Así,  los actores de la economía subterránea pasaron de sobrevivientes a protagonistas en la captura de rentas de la mano del Estado.



Monday, July 23, 2018

La economía, el nuevo opio del pueblo


Carlos Marx sostenía que la religión es el opio del pueblo; es decir, distrae y enajena la conciencia de la gente sobre las injusticias económicas y la pobreza del mundo capitalista. En el caso boliviano, el modelo económico, social, comunitario, productivo y sus resultados están en un proceso de religiosización promovida desde el Estado. Contextualizando, la nueva economía va camino a convertirse en la droga contemporánea del pueblo. Los que antes criticaban, con razón, la fe ciega de los neoliberales en las virtudes mágicas del mercado,  ahora elaboran doctrina y levantan templos para convertir el nacional desarrollismo en la nueva religión estatal, el Evoeconomics. El símbolo supremo del Evoeconomics:  el monumento a la modernidad chuta y al cemento, que la gente ha denominado como el Palacio de Evo.          
 El Evoeconomics busca  ofrecer una doctrina integral económica, pero, sobre todo, preceptos morales para dividir a la sociedad. Los buenos revolucionarios vs. los malos neoliberales. El cambio vs. el statu quo. La verdad vs. la mentira. Además, ha creado una arquitectura ideológica que promete a los fieles la salvación eterna a través de los humos del consumismo. 
 ¿Pero cuál es la propuesta de la religión nacional desarrollista? Es un modelo de desarrollo basado en la inversión pública y la industrialización de los recursos naturales, en ambos casos mirando por el retrovisor. Propone subir la escalera del desarrollo, generando valor a las materias primas. El mineral se convierte en un lingote; después se producen clavos, posteriormente se hacen calaminas y, en algún momento del horizonte del proceso de cambio, se llega al automóvil nacional. En el mismo camino, el gas se vuelve polietileno. En suma, es hacer la revolución industrial inglesa con 200 años de atraso. 
 Además, para este anacronismo intelectual,  desarrollo son grandes obras, monumentos al cemento, es sóviets más electrificación, caminos sin destino de desarrollo, represas que matan el medioambiente, teleféricos que cuestan decenas de hospitales, satélites ciegos, museos al ego, pretenciosos y fálicos edificios. Esa es la agenda 2025: “un museo de grandes novedades”.
En la cúspide del altar de la nueva religión está el gran fetiche: el PIB, frente al cual todos los devotos de la Virgen del puño izquierdo en alto, los fieles sacerdotes del horizonte de los santos de los últimos días del capitalismo  y otros exegetas de la revolución  deliran ante las subidas y bajadas de la cifra encantada. La PIBiofilia extractivista insiste que desarrollo económico es sólo el crecimiento de esta variable. 
 Como toda religión, el Evoeconomics  tiene sus teólogos, sacerdotes, místicos, magos y fanáticos que veneran la nacionalización como el origen de todas las bendiciones  económicas y promueven la inversión pública como el milagro que explica la explosión de la demanda interna  y la burbuja de consumo. Además, profetas y convertidos  defienden, a fierro y fuego, la nueva ortodoxia populista frente a la herejía de las críticas. 
La nueva religión se proclama como una “autoverdad”. Según Eliane Brum, este es concepto que sobrevaloriza la verdad personal y autoproclamada. Una verdad de un individuo que se convierte en verdad general. En sencillo y aterrizando en la economía, es elogiarse el ombligo con algunos resultados financieros positivos, pero proclamando la verdad incuestionable de todo el modelo económico. Como dice José L. Rodríguez: “La autoverdad no es certeza subjetiva, sino credulidad obsesiva”.
Ahora bien, el valor de la “autoverdad” está menos en los hechos y mucho más en el acto de decir. Tu pupu puede ser espantoso pero lo presentas como el hoyo más lindo del planeta. Veamos un ejemplo: los hechos dicen que el crecimiento económico se desacelera y sus costos son altos: déficits fiscales y pérdida de reservas internacionales, pero desde el árbol de la “autoverdad” se sigue diciendo que la economía boliviana será la mejor de América Latina.   
El zenit de este proceso se produce cuando la “autoverdad” se funde con el caudillo. La religión se hace carne y verbo: Evoeconomics. La “autoverdad” determina también todo lo que es mentira. Las críticas, las ideas alternativas, las perspectivas diferentes en temas económicos y sociales son las “inverdades”, que es una forma elegante de decir embustes, falsedades, farsas, mentiras  o invenciones organizadas por carteles internos y los conspiradores externos. 
En el planeta de la “autoverdad” reina el narcisismo macroeconómico. En la jarana del extractivismo rentista se expulsa a los ciudadanos. Sólo tienen cabida los adictos y alcohólicos del poder, los fanáticos de la nueva religión. En el jolgorio populista, cuestionar la sostenibilidad del crecimiento del producto; alertar sobre los peligros de un déficit público que persiste por cinco años consecutivos; advertir sobre el daño que provoca a las exportaciones no tradicionales la apreciación del tipo de cambio real; reclamar la falta de políticas de salud y educación, entre otras preocupaciones es una  blasfemia y un sacrilegio. En el presterío del nacional desarrollista, la economía es el opio del pueblo. Los elegidos deliran frente al espejo.
 

¿Plegarias Atendidas?

El proceso de desaceleración de la economía boliviana ha tenido un respiro en el primer semestre de 2018. Recapitulemos la historia corta. El año 2013, el Producto Interno Bruto (PIB) llegó a su pico máximo del periodo de bonanza, creció al 6,8%. Posteriormente, año a año, el aparato productivo se fue deteniendo de manera sistemática, hasta llegar al 4,2% en 2017. La ralentización de la economía nacional fue negada en siete idiomas y barnizada con una cansina propaganda desde el punto más alto del ego oficialista. 
 Las explicaciones de la desaceleración tienen que ver con la caída de los precios de las materias primas que exportamos (gas natural, minerales y otras) y la menor efectividad de la masiva inversión pública, que buscó compensar el apagón del motor externo. De hecho, entre 2013 y 2017, los recursos colocados por el Estado en la economía boliviana subieron de 3.781 millones a cerca de 6.189 millones de dólares. Sin duda, el Gobierno colocó toda la carne en el asador. No obstante, el fuerte incremento de la inversión pública, la rentabilidad de ésta, medida en términos de crecimiento del producto, fue cada vez menor.  En cuanto el nivel de inversión subía en un 64%, entre 2013 y 2017,  la tasa de crecimiento del PIB se reducía a un ritmo de 38% (de 6,8% a 4,2%). Es decir, cada dólar adicional invertido tiene menor impacto en el crecimiento del producto.
Este hecho muestra los límites del modelo nacional populista implementado por el Gobierno, que por 12 años caminó en círculos en la lógica extractivista y perdió una gran oportunidad de diversificar el aparato productivo. Además, la apuesta a sustentar la demanda interna vía inversión pública tuvo elevados costos económicos: déficits públicos crecientes que persisten por cinco años; incremento de la deuda externa (más del 24% del PIB), y perdidas de reservas internacionales del Banco Central de Bolivia, superiores a 4 mil millones de dólares, y esta sangría continua.
Para pasar el invierno quemamos parte de la casa. Y frente al déficit de ideas, y propuestas de diversificación productiva, al Gobierno no le quedó otra opción que rezar y hacer milluchadas a los santos de los recursos naturales para que nuevamente suban los precios de estos productos. 
Después de 40 meses (tres años y cuatro meses) se produjo una inflexión. En mayo de 2018, la balanza comercial fue positiva en 124 millones de dólares y junio también puede ser favorable. Una vez más la recuperación de la salud externa de la economía se explica por la escalada del precio del petróleo y, por ende, del gas natural, aunque el Gobierno se anda metiendo autogoles, porque a pesar del favor externo no hay la producción de gas natural suficiente para aprovechar la subida del valor del energético.
 En el primer semestre del año en curso el crudo se cotizó en torno de 70 dólares el barril. Recordemos que el Presupuesto General de la Nación de 2018 se lo hizo con base a un precio de 45 dólares. Por supuesto, fiesta en la comparsa populista: ¿Patria o muerte? ¡Gastaremos!  
 Entonces qué pasó: ¿fueron atendidas las plegarias neorrevolucionarias? ¿Es este un cambio estructural en la tendencia alcista de los precios del petróleo y los minerales? o, ¿es apenas un episodio en un periodo que se caracteriza por una alta volatilidad de los precios del crudo? ¿Es el poder telúrico del proceso de cambio que afecta los mercados internacionales?
 Pues bien, las plegarias fueron atendidas pero por los santos equivocados. Los precios del petróleo aumentaron debido a la profundización la crisis geopolítica en Medio Oriente; una mayor efectividad en la coordinación política de la Organización de los Países Exportadores de Petróleo (OPEP), incluida Rusia, que bajaron sus producciones para subir precios y, finalmente, y, no por eso menos importante, la apuesta de Trump para que Estados Unidos vuelva a la senda del consumo masivo de petróleo, revirtiendo las políticas ecológicas de Obama, que quería bajar la emisión de gases de efecto invernadero. El odiado imperio le da una manito a los hermanos y compañeros de estas tierras.
Sin embargo, las plegarias atendidas tienen fecha de expiración. Es fácil predecir que hasta fin de año volverá el exitismo estatista y el narcisismo macroeconómico, basado en los nuevos ingresos del gas natural. Ahora, también es altamente probable que el reverdecer económico permita al Gobierno consolidar una de sus banderas de la campaña electoral: el milagro económico basado en una burbuja de consumo. Pero, como decían en mi pueblo a los que cargaban a la divinidad en día de fiesta religiosa: Calmallawa, calmallawa, santus fletanka, que significa: con calma nomás, que los santos de la procesión son fletados.
Según de la revista The Economist, las proyecciones de los precios de las materias primas, en el especial del petróleo, indican tendencias a la estabilidad y la baja para 2019 y 2020. El oro negro estaría en torno a los 60 dólares.  Pero en materia de predicciones, en el mercado internacional de la energía nunca se sabe cuando en el Bolivian desk del cielo atienden santos impredecibles que oyen a Trump y Putin. Además, como decía una santa: “Se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por las no atendidas”. Y la capacidad de llorar del populismo contra los demonios externos es infinita.
Gonzalo Chávez A. es economista.

Monday, July 9, 2018

Futbol, economía y política

En un Mundial se dice que el fútbol es el substituto sublimado de la guerra. O como supongo que diría Carl von Clausewitz, uno de los principales teóricos de la guerra moderna, desde las graderías de un estadio, el fútbol es una continuación de la política por medio del deporte. En el fútbol, los nacionalismos son bien vistos, más aún, fomentados desde todas las esquinas de la sociedad y sobre todo desde el Estado. En la arena política, los nacionalismos están devaluados. No corresponden a los desafíos de integración económica y democrática del mundo globalizado contemporáneo. 
 Los jugadores son los guerreros de la actualidad y en sus clubes representan la diversidad y el encuentro. Pero cuando se trata de la representación del país, los nacionalismos deportivos no son correspondidos dentro de la cancha. Ciertos jugadores, especialmente las grandes estrellas, están más motivados por las mieles del mercado que por el estandarte de la nación.  La jerga deportiva los acusa de pechos fríos. Los más duros sostienen que, por ejemplo, los equipos latinoamericanos no tienen ningún tipo de vicios: no beben, no fuman, no juegan. 
 El fútbol mueve miles de millones de dólares en la economía.  Cada cuatro años, los países anfitriones de la Copa del Mundo gastan fortunas en infraestructura, equipamiento y organización. 
 En Brasil, el 2014, la construcción de campos de fútbol e infraestructura se convirtió en un esquema brutal de corrupción. Los sobreprecios en las obras, las enormes mordidas y el favorecimiento con negocios a los amiguetes de los políticos fueron prácticas muy comunes. En el país del fútbol apuñalaron a mansalva a la ética y a las reglas del juego.   
 No existen evidencias creíbles de que el Producto Interno Bruto (PIB) de los países que organizaron un Mundial hubiese crecido a raíz del evento. La mayor parte de las investigaciones demuestran que la construcción de estadios de fútbol crea una burbuja de consumo de corto plazo. En el largo plazo, no se incrementa el nivel del salario, ni del empleo  ni sube el valor de las propiedades. Contrariamente, después de organizar grandes eventos, como el Mundial o los Juegos Olímpicos, se presentaron problemas fiscales en los países.
 En una escala menor tendremos que ver más en detalle qué pasó con los gastos de los XI Juegos Suramericanos de Cochabamba. En este caso, el Gobierno buscó usar el evento deportivo para fines políticos, pero el tiro les salió por la culata. La participación de nuestros deportista fue pobre, se desnudó la falta de apoyo del Gobierno a los atletas y la gente, desde las graderías, les recordó a  los dueños del poder que Bolivia dijo No a la reelección por cuarta vez al Presidente, en el referendo del  21 de febrero de 2016. 
 Volviendo al fútbol y su relación con la economía, los jugadores de equipos, como Francia o Brasil, cuestan más de mil millones de dólares y mueven fortunas en publicidad. Los clubes privados actúan como grandes corporaciones empresariales. El fútbol es una actividad altamente mercantilizada. Todo tiene precio en este negocio.  Ciertamente, si Charly Marx viviera en estos tiempos, reformularía su frase de denuncia más fuerte: no es la religión el opio del pueblo, sino el fútbol. 
 A los revolucionarios más feroces contemporáneos, como nuestro presidente Evo Morales, se le chorrean las medias a la hora de hablar de fútbol, que es el sumun del capitalismo concentrador de ingresos. Las principales estrellas del balompie ganan por encima de 100 millones de dólares por año. 
 Asimismo, cabe recordar que la gestión administrativa del fútbol mundial actúa como un oligopolio de federaciones nacionales de muy difícil control. Tanto a nivel local como internacional  se descubrieron serios casos de corrupción.    La guerra del fútbol enfrenta gladiadores modernos, pero lo hace dentro de reglas de juego claras y con árbitros que son, en teoría, imparciales. En el Mundial de Rusia, en curso, se introdujo la tecnología. Los balones con chips y el Video Arbitraje (VAR) buscan ayudar aplicar con más justicia las reglas del fútbol. 
 Un elemento central de la legitimidad en el deporte como en la política es el cumplimento de las reglas de juego. La máxima, en ambos mundos es: certidumbre en las reglas e incertidumbre en el resultado. En los partidos de fútbol, como en las elecciones de un país, cualquiera puede ganar. Como dicen los locutores deportivos: son 11 contra 11 y hay 90 minutos en la cancha, pero terminado el partido, se respeta el resultado.
  Quien ama el fútbol respeta las normas de este juego. Quien ama la democracia respeta la Constitución. Quien usa el fútbol para hacer politiquería se permite dar rodillazos a mansalva en un partido. Se dice que se juega como se vive en la cancha o en la arena política. Por lo tanto, no es sorprendente, por ejemplo, que en Bolivia  los dueños del poder no respeten las reglas de la democracia. 
 ¿Se imaginan que en el Mundial de Rusia, el equipo de Alemania, que fue eliminado en justo partido por Japón, inicie un proceso en la FIFA para anular el resultado del partido porque les hicieron muchas faltas y les violaron los derechos humanos?

Monday, July 2, 2018

UNIVERSIDADES EMPRENDEDORAS

La semana que termina participé de un par de eventos donde se reclamaba, con absoluta justicia, la necesidad de coordinación y cooperación entre las universidades y otros actores del desarrollo, llámese sector privado, gobierno u organismos internacionales. Las mejores prácticas internacionales en desarrollo industrial sugieren que la triple hélice: academia, empresas y gobiernos es un gran impulsor de la innovación tecnológica, de la creación de riqueza y bienestar social, mucho mejor, si esta sinergia se produce en un ecosistema que promueve la creatividad, innovación y el espíritu emprendedor.

Generalmente se asocia el emprendimiento a la acción empresarial de un individuo, sin embargo, este concepto es mucho más amplio.   Se puede mencionar de países y ciudades emprendedoras. Así mismo existe emprendedurismo social e inclusive político. Entonces también se puede hablar de universidades emprendedoras, quienes además de tener objetivos como muy buena educación y excelente investigación deben focalizarse en la calidad de ciertos servicios como: el impulso al desarrollo económico local, aplicando los hallazgos de la investigación realizada tanto a las empresas como proyectos sociales; promoviendo el uso de la tecnología para el bien común; creando spin-offs universitarios (empresas que se crean dentro de universidades); llevando adelante programas de emprendimiento, e incrementando las relaciones con todos los actores del ecosistema de una región, por ejemplo.

En términos más conceptuales una universidad puede ser más emprendedora de dos maneras. Fomentando el emprendimiento académico que sobre todo sería el uso y comercialización del conocimiento y los hallazgos investigativos de todo orden y liderando la educación emprendedora.  Las principales características de esta última misión son: la formación de titulados, en todas las carreras, con un fuerte espíritu emprendedor. Economistas, ingenieros, médicos, abogados emprendedores, es decir profesionales que no salgan a buscar un trabajo sino a crear proyectos que generen valor para la sociedad, sean estas empresas, proyectos sociales o nuevas instituciones públicas.

Así mismo, este tipo de educación impulsa el espíritu emprendedor entre los profesores para que éstos pasen de la cátedra magistral al aprendizaje colectivo, de la investigación pura a la aplicada, desarrollando start ups sociales, tecnológicas y productivas. Los nuevos híbridos son profesores-empresarios. Por otra parte, la universidad emprendedora crea espacios institucionales que apoyan la incubación y desarrollo de empresas intensivas, preferentemente,  en conocimiento y tecnología de la información pero también en otros rubros de la economía. Este tipo de instituciones también posee todos mecanismos y metodologías para impulsar la búsqueda proactiva de fuentes individuales y complementarias de financiamiento.

En efecto, las universidades emprendedoras se diferencian de las tradicionales en la forma de financiamiento. Estas últimas generalmente reciben recursos de fondos públicos, de programas  del gobierno o del pago de la matrícula. Complementariamente, las universidades emprendedoras tienen múltiples fuentes de financiamiento en especial del sector privado y sobretodo de proyectos empresariales que incuban, aceleran o promueven. Por supuesto también pueden recibir fondos estatales.

La universidad emprendedora tiene como uno de sus objetivos la difusión de la cultura emprendedora en toda la sociedad, creando una especie de vacuna contra el rentismo en las casas superiores de estudio tradicionales. Así mismo, lidera ecosistema a través de infraestructura de calidad, parques tecnológicos, territorios inteligentes, incubadoras y aceleradoras empresas. Crea espacios institucionales para la construcción de redes entre actores diversos y ayuda al financiamiento de nuevos emprendimientos pero también apoya el desarrollo de una sociedad más justa a través de programas de emprendimiento social basadas en tecnologías para el bien común.


Tal vez el reto más complejo es enraizar las universidades emprendedoras en los ecosistemas sociales y económicos y conectarlas a los objetivos del desarrollo local y nacional. El desafío de las universidades emprendedoras es más importante dada la velocidad de la globalización, que coloca amenazas y oportunidades cada vez más complejos a las personas y las empresas. Lamentablemente, la mayoría de nuestras universidades, especialmente públicas, contrario a lo señalado en este artículo,  tienen un comportamiento rentista y sólo se abocan a conseguir recursos públicos devolviendo muy poco a la sociedad que las financia. Un primer paso para promover una profunda reforma es comenzar a repensar nuestras universidades a partir del emprendimiento y desarrollo local.

La dolarización, pros y contras

Javier Milei, el vencedor de las elecciones primarias en Argentina, tiene como centro de su propuesta la dolarización de la economía para ac...