Monday, April 27, 2015

El tipo de cambio del proceso de cambio




En las últimas semanas ha entrado a debate el tema del tipo de cambio en Bolivia debido a las modificaciones del contexto internacional. A saber: reducción de nuestras exportaciones, fuertes devaluaciones de las monedas en las economías vecinas, apreciación del dólar a nivel mundial, para mencionar las más importantes.
Por un lado, el Gobierno insiste en que no hay necesidad de modificar esta variable. Por otro, algunos exportadores y productores han sugerido modificaciones en la política cambiaria. Para comenzar, unas definiciones que nos ayudarán a realizar mejor el análisis: el tipo de cambio nominal es el precio en bolivianos de la moneda extranjera; es decir, 6,93 y 6,96 bolivianos por un dólar para la compra y venta, respectivamente.
Entretanto, para el análisis económico también es muy importante conocer el tipo de cambio real. Este concepto es un poco más complejo porque mide la competitividad de un país, éste incluye la inflación interna  versus la inflación externa. En una fórmula: el tipo de cambio real (R) es igual al tipo de cambio nominal (e) multiplicado por los precios internacionales (p*) y dividido por los precios locales (p).  Con estas definiciones sencillitas, veamos los impactos de política económica y social que implican modificaciones en R, en este caso, una posible devaluación.

El Gobierno sostiene que no es necesario una modificación al tipo de cambio nominal (e). La hipótesis que se maneja es que el shock negativo de ingresos de exportación será transitorio. Los precios del petróleo (indirectamente del gas natural) y los minerales (p*)  están a la baja, pero no será por mucho tiempo.

Mientras pasa el mal momento afuera, el crecimiento de la economía nacional será sostenido por el motor de la demanda interna, que funcionará, sobre todo, con los 6 mil millones de dólares de inversión pública presupuestado para el 2015. Además, no es necesario una devaluación nominal porque se cuenta con cerca de 15 mil millones de dólares de respaldo. Más aún, una devaluación no fomentaría la venta de más gas natural o minerales, porque, en el primer caso, la cantidad está determinada por un contrato y, en el segundo, como somos un productor muy pequeño, si abaratamos nuestras exportaciones, devaluando el dólar, el mercado internacional ni se enterará, seguiremos vendiendo la misma cantidad.

Las exportaciones no tradicionales, como manufacturas y otros productos industrializados, sí podrían ser beneficiadas por una devaluación, pero sus ventas son reducidas (20% del total) y representan a cuatro gatos. En cambio, el sector comercial importador, legal e ilegal,  emplea  cerca de 3 millones de personas. Cabe recordar que el tipo de cambio real apreciado ayudó, significativamente, a que las importaciones hubiesen pasado de algo como 3 mil millones de verdes, en 2005, a más de 12 mil millones de dólares en 2014.

En Bolivia, la informalidad comercial es la fase superior del capitalismo. Devaluar implicaría perjudicar las importaciones baratas que, encima, ayudan a controlar la inflación local. Adicionalmente, una devaluación del dólar generaría inflación. El hecho de que países como Brasil o Argentina hubiesen devaluado, ayuda al modelo del socialismo comercial e informal. Obviamente, el tema de la protección de la industria local es para los discursos.

 Del otro lado de la vereda están los exportadores de productos  no tradicionales y las industrias locales, que sostienen que el tipo de cambio real estaría apreciado en un 25%. Esto, a los primeros, les resta competitividad en el mercado internacional; para los segundos es competencia desleal.  Para los dos sectores, una devaluación del tipo de cambio nominal abarataría sus mercancías en el mercado externo aumentado sus ventas. Asimismo, a los productores nacionales, una devaluación protegería sus mercados locales, pero ambos sectores no tiene peso político y sus requerimientos son disfuncionales al socialismo extractivista y comercial.

Un modelo de desarrollo productivo  no puede abrir mano de la política cambiaria como instrumento de la política industrial. Esta es una forma de romper con el neoliberalismo comercial que impera en el país. Como sostiene Dani Rodrik, un tipo de cambio depreciado es fundamental para generar el crecimiento económico y la diversificación productiva.  "Prácticamente todos los casos de crecimiento elevado sostenido han estado acompañados de un tipo de cambio real significativamente depreciado. Esto es tan cierto en el caso de Corea del Sur y Taiwán, en los años 1960 y 1970. Chile llevó a cabo su transición hacia un crecimiento elevado en los años 80 con el apoyo de una gran depreciación. Desde los años 90, tanto China como la India han recibido un enorme impulso de sus monedas subvaluadas. Al revisar las experiencias de más de 100 países, mis investigaciones indican que cada 10 puntos porcentuales de subvaluación agregan 0,3 puntos de crecimiento”.
Por supuesto, esta argumentación está a contra pelo de los tiempos actuales. Por eso no es de extrañar que reciban con beneplácito a nuestras autoridades en las entrañas del neoliberalismo (Universidad de Chicago y otras). Miltón Firedman estaría al borde de las lágrimas de felicidad paseando por la Feria 16 de Julio, la Cancha o el mercado Siete Calles, viendo que en el país se consolida la vieja vocación de vivir de los recursos naturales e importar todo lo demás, para lo cual el tipo de cambio debe estar fijo.     

Sunday, April 19, 2015

¿El mundo con pulmonía y a Bolivia no se le mueve un pelo

RAÍCES Y ANTENAS 

¿El mundo con pulmonía y a Bolivia no se le mueve un pelo?

Gonzalo Chávez A.

¿El mundo con pulmonía y a Bolivia no se le mueve un pelo?
Una conocida frase de efecto entre los economistas para resaltar  el peso de las grandes economías y la interdependencia entre países es: "Si a Estados Unidos, le da una gripe, al resto del mundo le da una pulmonía”.    La coyuntura de la economía internacional ha colocado en entredicho esta muletilla analítica tan usada. Estados Unidos recupera su buena salud económica, pero contagia a pocas económicas en el mundo, tal vez  a la de México y Canadá, pero regiones como Europa y Japón no se dan por enteradas de la recuperación del producto estadounidense.
Según las últimas proyecciones del FMI, el vecino del norte crecerá al 3,1% en el 2015 y los europeos y japoneses seguirán en la lona, tan sólo crecerán a 1,5 y 1,0% respectivamente. Una respuesta obvia para la descalificación de la frase es que hay nuevos actores en la economía mundial que han cambiado los flujos financieros y de comercio.
  Por ejemplo, el comercio sursur (el intercambio entre economías en vías de desarrollo) se ha incrementado fuertemente.  América Latina se ha desacoplado de la economía gringa y ahora es más importante, lo que pasa en el Asia.  Además, impulsadas por el incremento significativo de los precios de las materias primas en la última década, las economías del continente han retomado con ahínco su vocación primaria exportadora del siglo pasado, siendo  China uno de los mercados más importantes para los productos primarios.
En el año en curso esta economía crecerá tan sólo a 6,8%. Con seguridad, una dolencia menor, pero este resultado está produciendo un vendaval en varios países vecinos. Ahora se debía decir: Si a China le escuece la nariz y le vienen algunas calenturas, a los latinoamericanos les da muyu muyu. Excepto a la inmaculada economía boliviana, a la que  no se le mueve un pelo, según las optimistas proyecciones oficiales.
La otra razón para los problemas económicos regionales es la caída de los precios del petróleo y los minerales. Según el FMI,  en el año que transcurre, el precio del petróleo caerá en un 39,6% respecto al periodo pasado. Las otras materias primas se reducirán en 14,1%.
En este contexto desalentador de precios internacionales, la amada suegra FMI está más cautelosa en sus estimativas de crecimiento y ha revisado sus cifras a la baja. Según este organismo internacional, la región latinoamericana crecerá a tan sólo 0,9%. Países grandes como Argentina y Brasil tendrán recesión, un resultado negativo de 0,3 y 1,0%, respectivamente.
Venezuela decrecerá a la increíble  cifra de -7,0%. Un gran logro del socialismo del siglo XXI. En cambio, pulgarcito del cono sur crecerá menos, pero será uno de los mejores resultados en el  agitado mar regional. La economía boliviana aumentará su producto en un 4,3%, proyección que encendió las alarmas de mucha gente que ya estaba gastando su segundo aguinaldo de 2015.  El gobierno nacional volvió a afirmar que el crecimiento estará más cercano al 5,0%. Se aceptan apuestas en mi blog Villazón Business School.
En efecto, el Gobierno insiste en la teoría del blindaje y que políticas keynesianas de sustentación de demanda interna serán suficientes para contrarrestar el choque externo negativo de ingresos. A saber, y por el momento, aumentos salariales por encima de la inflación, impulso al crédito de vivienda y productivo y, lo más importante, inversión pública cercana a los 6 mil millones de dólares. Al peinado lamido de vaca del nuevo modelo económico no se le moverá ni un solo pelo, sostienen los neorevolucionarios.
Mientras, en la comarca local se presentan algunos síntomas preocupantes. En los dos primeros meses del año, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), las exportaciones cayeron en 500 millones de dólares. Los exportadores de bienes no tradicionales afirman que, hasta ahora, perdieron un 25% de competitividad en el mercado internacional.
Sobre llovido, mojado, nuestros principales socios comerciales han depreciado sus monedas frente al dólar para proteger su industria nacional. Los resultados de estas medidas han sido mayores importaciones -legales e ilegales-  de productos de estos países. En este contexto, la pregunta central es si el tipo de cambio nacional se mantendrá fijo. El Gobierno ha jurado, con el coqueto puño en alto, que sí. Sigo recibiendo apuestas, también, en mi Facebook.
Otro desafío para mantener el motor interno funcionando es ejecutar los 6 mil millones de dólares. Aquí hay un tema estructural y otro de coyuntura política. El primero nos recuerda que el Gobierno tiene enormes dificultades para ejecutar las inversiones públicas, especialmente en los gobiernos regionales pequeños, donde el oficialismo ha ganado. En el pasado, las ejecuciones, con suerte, llegan al 65% de lo presupuestado.
El segundo tema tiene que ver con la amenaza de que el gobierno central no trabajará con municipios y gobernaciones donde ganó la oposición. Cabe recordar que el grueso de la inversión pública la ejecutan los gobiernos locales grandes, que ahora serán administrados por otras tiendas políticas. Cumplir con la amenaza sería quitarle gasolina al motor de la demanda interna, que es fundamental para crecer al 5%. Creo que si se quiere dar un segundo aguinaldo y probar que la economía está blindada, se va tener que pactar con los gobiernos locales. A tragar sapos se dijo.  ¿Otra apuestita? ¿Máscara contra pelo?


Gonzalo Chávez A. es economista. 


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