Monday, July 18, 2016

Estado o mercado ? Hobbes vs Steve Jobs

Hobbes encuentra a Steve Jobs

A propósito del cierre de Enatex, volvió el viejo debate Estado versus mercado, tal vez ésta sea la dicotomía más antigua y conocida en el análisis económico. En la práctica se conocen varios modelos híbridos, como el Estado emprendedor o la empresa privada socialmente responsable. La fauna económica es muy variada y compleja.

Para algunos, el mejor asignador de los recursos escasos de una economía es el Estado que, planificando, regulando y produciendo, defiende de mejor manera el interés publico y ayuda a distribuir la riqueza entre la gente. Para otros, el mercado, a través del movimiento de los precios y del acomodo de la oferta y demanda, es el mecanismo descentralizado capaz de generar fortuna y distribuirla de manera eficiente.

 En realidad, como toda creación humana, ambas formas de asignar riqueza son imperfectas, mercado y Estado tienen muchas fallas. En el primer caso, son muy conocidos los problemas que se presentan cuando aparecen los monopolios que colocan precios abusivos y, de esta manera, restan bienestar a la gente. Existen ciertas actividades que no pasan por el mercado beneficiando o perjudican a un tercero sin que la pérdida/beneficio se contabilice; éstas son las famosas externalidades negativas o positivas. Otra falla conocida del mercado son las asimetrías de información, cuando el consumidor o vendedor tiene una ventaja informativa, lo que enceguece al mercado.

Tenemos, así mismo, las fallas de coordinación entre privados que lleva a desequilibrios entre empresas y a otros problemas macroeconómicos, como la inflación o recesión. Para corregir todos estos problemas el Estado puede promover la competencia, regular, fiscalizar, supervisar, incentivar e incluso intervenir produciendo algún bien o servicios.

En la práctica el Estado también presenta graves fallas. 1) El aparato estatal tiene serios problemas para conocer la demanda de los ciudadanos, y/o empresas. ¿Cómo conoce, agrega, prioriza y ofrece lo que la población quiere? Elecciones, consultas, mecanismo de participación, referendos son algunas de las formas imperfectas de recoger demanda societal. En este contexto sus decisiones siempre serán incompletas.

 2) El Estado  puede estar capturado por intereses burocrático/políticos o por grupos de interés que sólo tendrán el objetivo de capturar las rentas que se generan dentro del Gobierno;  uno de los males más conocidos es la corrupción. 3) El Estado puede ser muy ineficiente porque no puede evaluar costos y beneficios, y se mueve por una lógica de manutención y acumulación de poder. ¿Cómo se corrigen estas fallas? Pues con democracia, transparencia, construcción de institucionalidad, supervisión, descentralización de las decisiones, sistemas de pesos y contrapesos, excelente capital humano, carreras administrativas y otros mecanismos. Ni el mercado ni el Estado se crean solos, tampoco se autorregulan o estabilizan, menos aún se autolegitiman.

De una manera más conceptual, lo público o privado, para que funcionen, dependen de reglas de juego formales (legislación) e informales (usos y costumbres), de arreglos institucionales. Para un mejor funcionamiento del mercado se requiere garantizar derechos de propiedad públicos, privados, colectivos y hacer cumplir los contratos; es decir, instituciones creadoras de mercados. También son fundamentales las instituciones reguladoras de los mercados. Con frecuencia los mercados se desequilibran, generando pérdida de empleo e inflación. Cuando eso pasa se requieren instituciones estabilizadoras de éstos.

Piensen, por ejemplo, en las políticas fiscales y monetarias. Finalmente, los mercados pueden ser eficientes pero injustos, para ello requieren de instituciones que los legitimen, a saber: políticas redistributivas, tanto de seguridad como de asistencia social (Dani Rodrik).

Entre las reglas de juego (instituciones) que crean, regulan, estabilizan y legitiman la acción del Estado en la economía están aquellas que acercan a la gente del aparato estatal, promueven participación de los ciudadanos en las decisiones, impulsan la división e independencia de poderes y promueven la industrialización. Pero veamos el caso concreto de la innovación tecnológica. ¿Ésta resulta de la acción del mercado o el Estado?

 La lectura tradicional sostiene que los grandes cambios tecnológicos son resultado de emprendedores individuales que desde el garaje de su casa inventan computadoras, software o celulares. La historia idílica es Steve Jobs.

 Una lectura más fresca hace Mariana Mazzucato, que echa por la borda esa visión romántica del capitalismo del individualismo y sostiene que el Estado, en economías avanzadas, es el responsable fundamental para promover lo que se llama el crecimiento inteligente. Es decir, que el Estado es el principal emprendedor e implementador, de manera directa e indirecta, de varias innovaciones tecnológicas; es decir, que la acción gubernamental va más allá de la corrección de fallas de mercado y se concentra en la formación, y creación de mercados. Y, lo que es mejor, generando innovación.

 Una lectura sobreideologizada y simplona a esta idea sería adoptar como categoría de análisis  la dicotomía mercado versus Estado y proclamar la victoria del estatismo, y concluir que el  Gobierno debe hacer de todo en la economía.  No tan rápido. El argumento de Mazzucato va en la dirección de la construcción del Estado inteligente que forma y complementa mercados, que promueve la asociación público-privada. No defiende el Estado paquidérmico y excluyente de la iniciativa privada.

 En otras palabras, el Estado emprendedor  busca el equilibrio entre el Leviatán de Hobbes y los Steve Jobs del Valle del Silicón. Pero una condición fundamental para que el Estado desarrolle sus habilidades emprendedoras es que éste tenga una estructura fuerte desde el punto de vista institucional y de capital humano. Con su amable venia me tomaré vacaciones el próximo domingo. Nos vemos en 15 días.

Monday, July 11, 2016

Socorro!!! No se que estudiar

!Socorro! No sé qué estudiar. Ayuda estoy más perdido que Adán en el día de la madrina

Recomiendo leer este articulo a cuatro ojos, preferentemente padres e hijos. En ciertos periodos del año debo desarrollar ciertas habilidades de psicoanalista. Con frecuencia recibo amigos y padres de familia, con sus respectivos retoños, en búsqueda de orientación profesional. Me tomo muy en serio estas reuniones pero, infaliblemente, el mozalbete o la joven no están de acuerdo con que sus padres lo lleven a la universidad a hablar con un profesor sobre el tema, por lo que me ven como a un zombi entrometido.

Generalmente, los progenitores están genuinamente preocupados porque el susodicho no quiere nada con nada y está embarcado en formar una banda de rock pesado rumano o ha abrazado, fervorosamente, el movimiento de defensa de las abejas mozambicanas hermafroditas, en peligro inminente de extinción.

Por supuesto que el buen padre desea que el muchacho(a) sea un licenciado exitoso de bien planchado terno. Indefectiblemente, los encuentros comienzan con un volapié sin anestesia. "Mi hija(o) está perdida. No sabe qué va a estudiar”. Obviamente, el hielo del ambiente se hace pedazos, pero lo peor aún está por venir y encenderá un feroz invierno en la mirada del joven, con la siguiente afirmación: "Más aún, este chico no sabe qué va hacer de su vida”. Por supuesto, el adolescente, con lo poco que le queda de niñez e imaginación, inmediatamente proyecta su vida y se ve debajo de un puente municipal en ruinas, tirado en el canal del olvido, devorado por gigantes moscas extraterrestres y me mira, nublado por la vergüenza, en busca de salvación.

Pues ahora, bien, vestido de superhéroe instantáneo, me lanzo al rescate y exclamo con los brazos en alto: ¡Gracias al bendito cielo que su hijo no tiene la más remota idea de lo que va estudiar! Si a los 18 años él supiera con claridad meridiana qué va hacer el resto de su vida a mí me preocuparía muchísimo. Siempre respondo que la duda es un signo de salud mental en todas las etapas de la vida, pero sobre todo en la juventud.

Sin embargo, ahora son los padres los que me ven, no sólo como a un zombi metiche, sino como a un zombi asesino nazi y depredador de futuros luminosos. Pero pasada la tormenta, comparto mi experiencia de más de 25 años de profesor y escribidor de domingo, como lo hago hoy con usted amable lector. Genuinamente, ofrendaría mi libro más querido de macroeconomía y mis discos de vinil de Emerson, Lake & Palmer para volver a sentir la sensación de enorme libertad y sano miedo que se produce cuando uno da el primer paso para elegir una carrera. Comenzar una profesión es una aventura maravillosa. Es un ejercicio de chocolate sublime de pasión.

Confieso, sin ningún rubor, que descubrir una vocación no es una tarea sencilla. Uno no despierta un bello día de invierno y descubre que quiere ser economista, médico, abogado, ingeniero, administrador, antropólogo, ingeniero financiero o profesional de los negocios internacionales. Un primer buen paso es saber qué es eso que uno nunca sería; en mi caso, ni en mi tercera reencarnación me dedicaría a la medicina. Conozco gente que ni el día del huiro sería economista.

Segundo, es un mito el amor a primera vista con la carrera, más bien, conocida el área general, ciencias sociales, en mi caso, más bien es un enamoramiento lento, saboreado cada materia cursada y, a veces, odiando con la misma intensidad al profesor y a la materia de Cuentas Nacionales. Ciertamente, son años de estudio sembrados de dudas e inseguridades. Es como aprender a tomar buen vino, sorbo a sorbo, degustando todos los recovecos del tinto, hasta descubrir que si uno vino al mundo y no toma vino ¿a qué vino? Por lo tanto, una pasión profesional es construida en dosis homeopáticas. Digo más, creo que uno no es economista, administrador o sociólogo cuando termina su curso. En realidad, se "está” economista o ingeniero en cuanto uno mantiene la llama de la indignación intacta frente a los problemas de nuestra sociedad y cultiva el virus de la inquietud intelectual, buscando una constante actualización e innovación en la profesión. Pero, sobre todo, se "está”economista o médico si uno "ama de pasión” el trabajo que hace. Lo mismo debe ocurrir para otras profesiones.

Tercero, a una temprana edad las dudas son buenas y se van disipando, poco a poco, con información y experimentación. No se disuelven con una charla con su seguro servidor, siempre encantado de recibirlos, o con cinco días en el trabajo de papá. La deliciosa enfermedad de la juventud sólo se cura con el tiempo, cuando se cura.

En los mejores casos, el mal persiste por toda la vida. Por eso es recomendable elegir una universidad que ofrezca un programa flexible de materias en los dos primeros años, así un cambio de carrera no es costoso, ni desde el punto de vista financiero ni desde la perspectiva del tiempo.

Cuarto, la diversificación de intereses es muy buena. En mis primeros años de estudio de economía estuve seducido seriamente tanto por la sociología como por la historia. La ciencia política me coqueteó descaradamente. Debo reconocer que fui presa fácil, cedí a las tentaciones y tomé muchas materias de estas otras ciencias. Esta experimentación enriqueció mi formación.

Me arrepiento de no haber cursado más materias de filosofía, emprendimiento, creatividad o tecnología. En mis épocas estas últimas materias recién se comenzaban a impartir, ahora existen muchas más posibilidades. Así que hay que aprovechar estas oportunidades, porque ahora uno estudia no sólo para buscar trabajo, sino para crear empleos para otros, pero, sobre todo, para ser una buena persona. Así que padres e hijas recuerden que -como decía Ken Robinson- si no estamos preparados para equivocarnos nunca se nos ocurrirá nada original.

Monday, July 4, 2016

Ametex, Enatex, Jodetex

Va mi articulex de dominguex, que venga la polémicatex

Ametex, Enatex, Jodetex

El cierre de la empresa pública Enatex demuestra, con claridad meridiana, que en el mundo de la gestión empresarial no es suficiente el entusiasmo y, menos aún, una comprensión ideologizada del comercio internacional, que piensa que los mercados se mueven como hermandades.

 Entre las posibles razones para el fracaso de Enatex están: un mercado interno muy vulnerable al comercio exterior y un  desconocimiento del complejo y dinámico mercado internacional de los textiles y la moda. En esta oportunidad no analizaremos evidentes problemas de gestión de la empresa pública, nos concentraremos en los mercados, por razones de espacio.

 Comencemos con algo de historia. Uno de los grandes sueños nacionales fue y es la diversificación productiva, ya sea de manos del sector privado o del Estado. En este marco, en 1965, se fundó América Textiles (Ametex), un emprendimiento privado, cuyo principal mercado fue Estados Unidos, que además se benefició de tratados de libre comercio, como el   APTDEA (2002).

Durante la década de los años 90, la empresa invirtió  en una moderna planta y consolidó su estrategia empresarial, dirigida a mercados de nicho para marcas como Polo, Náutica y Lee, aprovechando, además,  la venta a este mercado libre de aranceles. En  2008 se suspende el ATPDEA  para Bolivia y Ametex atravesó un proceso de liquidación al no encontrar mejores mercados y enfrentar serios problemas de sobre endeudamiento.

 En 2012 el Gobierno crea Enatex. En la época se pensaba que el problema de la empresa era el tipo de propiedad. Ahora, en manos estatales, las cosas cambiarían porque el mercado gringo sería reemplazado por los hermanos consumidores de Venezuela, Brasil o Argentina y, por supuesto, el mercado interno. La magia del proceso de cambio tocaría a Enatex.

 Una de las premisas para la estatización de Ametex fue que ahora, en las manos correctas, ésta serviría al mercado nacional. El consumo local debía recuperar su alma patriótica y preferir prendas hechas por bolivianos.

Esta apelación al sentimiento era puro falso afán, porque la realidad de la política económica apuntaba a fortalecer el sector comercial de importación, fuertemente informal. Un tipo de cambio real fijo y apreciado, por más de siete años, fomentó la importación, legal y ilegal, masiva  de ropas, especialmente proveniente de  China.
 A esto se sumó el contrabando de indumentarias usadas, especialmente del odiado imperio. En este contexto, la empresa pública Enatex, como toda la industria nacional,  tuvo que enfrentar una competencia desleal, a lo que se sumó la ausencia total de una política industrial para el sector.

 En el frente externo, todo indica que no hubo una lectura adecuada, por parte de las autoridades, de los profundos cambios que se estaban produciendo en el mercado internacional de los textiles y en la moda de la mano de la globalización, y la aparición de las tecnologías de la información.

 A finales de  los años 80, la industria internacional de la moda dividía al mercado en dos colecciones: otoño/invierno y primavera/verano. En este modelo de negocio, el diseño, la fabricación del tejido, la confección de la ropa y la distribución de ésta tomaba en promedio 180 días y buena parte del negocio estaba en la optimización de los costos. En este mercado, que aún existe y es masivo, la industria china de textiles es insuperable.

 Nadie vende más barato en el mundo que los asiáticos. Buscar competir con el Made in China en cualquier mercado de América Latina es una quimera. Así lo demostró el fracaso de Anetex en Venezuela. Éste es un mercado rojo donde la competencia se apuñala, sin medida ni clemencia, bajando costos. En este contexto, tanto Ametex como Enatex  estaban estructuralmente Jodetex.

En la década de los años 90 se reinventa el modelo de negocios de los textiles y la moda a base de una nueva concepción de las tecnologías de la información y el tiempo. Surge así, una moda rápida que rompe con las colecciones tradicionales. Ahora escuchando al cliente, a través de encuestas diarias, hechas en tiendas en todo el mundo.

 Una empresa como Zara, por ejemplo,  demora como máximo una semana, entre el diseño, la producción y distribución del producto. Ahora el mercado se divide entre prendas básicas, aquellas que no pasan de moda, y moda casual prêt-à-porter, lista para usar en todas las ocasiones y cuya demanda es diaria, y casi personalizada.
 En este mercado de nicho (grupos específicos de alto ingreso), las empresas buscan océanos azules, diferenciando sus productos o servicios significativamente. Aquí el precio y el costo no son centrales, sí la calidad, la pertinencia y rapidez de entrega del producto (producción just in time, justo a tiempo).

 La producción y distribución de vestimentas requieren de un   circuito corto. La producción en serie da lugar a una oferta flexible, donde las grandes marcas trabajan en redes subcontratando a pequeñas y medianas empresas.

 Ametex, al inicio de los años 90, comenzó a entrar en  este nuevo modelo de negocios, vendiendo a Polo o Náutica, aunque en la época no estaban muy desarrollado el sistema. Se decía que, hecho el pedido,  la empresa podía llegar a Miami o Nueva York en pocas semanas y que  si bien sus costos era más elevados, la prontitud y la calidad compensaban, más aún si tenían un beneficio  arancelario.

 En la actualidad este modelo de negocios y producción se amplió y consolidó en el mundo. Entonces si Enatex alguna vez tuvo una oportunidad de ser viable, fue en este tipo de mercados rápidos. Entre tanto, para que esto ocurra lo que se requiere es  una gerencia profesional, una política industrial coherente, un acuerdo comercial con la Unión Europea (si no los quieren a los gringos) y una diplomacia comercial agresiva, que acerca a Enatex a cadenas, como Zara, Mango, H&M, Berhska, Sfera y otras.

 La otra oportunidad perdida fue que Enatex no pudo entrar en los circuitos de comercio justo y de las empresas B (que asignan la misma importancia a la ganancia, como al impacto social), que permiten desarrollar otros nichos de mercado, donde también el costo es secundario. Un ejemplo es Patagonia, también una empresa textil.

La dolarización, pros y contras

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