Monday, June 26, 2017

DE NINIS, NINININOS Y NINANINAS

Los pitucos de la cooperación internacional están llenos de acrónimos en sus informes que suenan a remedios contra la caspa o idiomas galácticos, PeneUde, EfeeMei,  pero de vez en cuando aparecen algunas abreviaciones que son simpáticas e interesantes; es el caso de los ninis, que son los jóvenes que, entre 15 y 24 años de edad, "ni” estudia "ni” trabajan. 
 
Según  un reciente estudio del Banco Mundial, habría 20 millones de ninis en América Latina, a pesar del mejor desempeño de la economía de la región. En Bolivia, sólo en las tres ciudades más importantes (La Paz, Santa Cruz y Cochabamba)   habrían 180 mil ninis.  Probablemente alguno de ustedes, amables lectores, tiene un nini en la casa y no sabía, más aún puede que conviva con una versión más sofisticada; es decir un ninininino, a saber:  "ni” estudio, "ni” trabajo, "ni” quiero nada de nada y mejor "ni” me jodan, porque "no” respondo. 
 
Hace un par de semanas me reuní con un grupo de jóvenes ninis  para hacerles una propuesta. Reproduzco la conversación.  Jóvenes:  Que tal una lana extra, de parte del gobierno, para que por lo menos terminen sus estudios. 
 
La respuesta fue unánime:  O sea, sería súper que nos pasen unos morlacos, ¿no vé? Si los padrinos del árbol financian las previas del fincho, sería delca. Pero Profe Chelas. ¿Qué está pasando, te has pasado de bando con tu propuesta. Creo que te volviste neeeooo. ¿Verdad? ¡Neo qué! Respondí enojado. Neopopulista, ¿yaaaaaa? A ver, no te enojes y más bien ¡soltá la pepa, bro! 
 
Ante la provocación, respondí: La propuesta es un programa de transferencias monetarias condicionadas, impulsadas por municipios y gobernaciones que incentive a que los ninis vayan a la escuela, pasen de curso  y no haya tanta chachada colectiva. Además, ayudaría a que menos gente se haga pepa del cole antes de terminar. Hasta aquí es una especie de Juancito Pinto 6.0 reloaded para adolescentes. Lo nuevo es que la entrega de estos recursos se conecta al desarrollo productivo y al cambio tecnológico a nivel local. Así se integra el incentivo educativo, con políticas de emprendimiento y de empleo. Se hace política social y acción productiva al mismo tiempo.  
 
"Uta, su propuesta más vieja que película de flota”, sentenció el líder de los ninis.  Estudiar es una pérdida de tiempo. "¿Para qué rajarse en el Cole si, después, uno sólo consigue un cartón, pero nunca una buena pega? Con cartulina o sin ella, los más suertudos, igual nomás serán voceadores de minibús, albacos, o comerciantes. La mayoría de los ninis no tenemos chances”, concluyó uno de ellos, pero me encaró: Se más concreto con tu "deal”. 
Con el corazón en la boca por el desafío, les solté el siguiente rollo. El Gobierno local podría implementar un programa de transferencias, 300 dólares al año, para los jóvenes ninis del país que asistan al colegio y hagan su mejor esfuerzo para completar la secundaria. Se podría comenzar con un proyecto piloto de 20 escuelas para las ciudades grandes y después ampliar. El acuerdo sería el siguiente: el Gobierno deposita la transferencia en una cuenta de ahorro personal en el sistema financiero especializado en microfinanzas, toda vez que el cuate pase de año. El depósito se repite todos los años hasta que ustedes completen su bachillerato. Al terminar la secundaria, el alumno graduado tendría 1.200 lucas. Si abandona o repite el curso, el alumno pierde el incentivo y los fondos se revierten al Estado. ¿Qué tal, metal?, pregunté buscando hablar su lenguaje. Pero recibí una respuesta directa:  "De la puta, con esa mosca se podría hacer una fiesta de bachillerato maldita”. 
 
O sea, con calma nomás hermanito, "no te rayes, así, rayándonte”, reaccioné y aclaré. En realidad esa plata no es para farrearse al ritmo de Huevo Cumple. Soltaron un carcajada de hierro y en coro ronco y rebelde, dijeron; "¡Ah! Entonces, huevo de mono maraco, maaraacoo, ¡¿yaaaaaa?!”. Se burlaron de mi mal chiste pero preguntaron: ¿si no podemos gastar nuestro dinero cuando salgamos bachilleres, qué pasa con este ahorro? 
 
Respiré profundo y respondí: Vamos por partes, como dice el descuartizador. El nuevo bachiller puede usar su ahorro de dos maneras: 1) El capital acumulado le serviría como colateral para un crédito educativo, de origen público o privado, para que vaya a la universidad o algún instituto técnico. El crédito sería más barato si el muchacho opta por una carrera técnica. 2) Con este dinero los jóvenes beneficiados podrían iniciar un negocio productivo o tecnológico en una universidad o programa público que los apoye de manera integral. El Estado, vía alcaldía o gobernación, les podría apoyar (complementando el crédito o dando asistencia técnica) para iniciar una actividad productiva. Para que ustedes salgan preparados, en los colegios pilotos del proyecto se deberían crear programas de emprendedurismo juvenil que culminen con un plan de negocios. Aquí la idea es que varios chicos(as) se junten para iniciar un business. 
 
Las universidades podrían crear programas de becas parciales, a través de concursos, para atraer talentos que tengan proyectos interesantes. Conjuntamente con los gobiernos locales, las casas de estudios superiores podrían crear programas técnicos y licenciaturas en emprendedurismo muy prácticos (aquí habría que seguir la experiencia Finlandesa, tipo Tiimiakatemia) e incubadoras de empresa  para atraer jóvenes bachilleres con vocación creativa e innovadora. 
 
Al unísono, los ninis respondieron: "Uta caray, nos interesa  de los pies a la cabeza, ¿pero quién es el ninanina que se va atrever a implementar un programa así?”. Por supuesto que no tenía la respuesta, pero me comprometí a publicar nuestra charla para motivar el debate y ver si algún alcalde o gobernador agarra la idea. Los ninis son un desafío social complejo, porque es a través de ellos que la desigualdad intergeneracional  se transmite. Pueden ser el caldo de cultivo de la violencia y es una locura que no aprovechemos el potencial que tienen  estos jóvenes.

Sunday, June 18, 2017

No es un problema diferencias ideológicas, sino de coeficiente intelectual

Con frecuencia y con mucha razón la gente me dice que debemos pasar de la problemática a la solucionática. Del diagnóstico o de la  crítica a la propuesta. Está claro que desde el Estado central hay un déficit de ideas estructural. Hace más de 11 años se repite el mantra de nacionalización de los recursos naturales y se presenta, como algo nuevo, al ya agotado modelo primario exportador, un abuelito económico que por lo menos tiene 500 años.


Desde esta humilde columna se han hecho varias propuestas en el pasado. Hoy domingo de azul invierno volvemos a esa línea. Por demás está decir que un nuevo modelo de desarrollo debe partir de la revolución de lo local y de lo participativo, focalizarse en las ciudades, apostar a la innovación tecnológica, y hacer, tanto de la sostenibilidad medioambiental como de la inclusión social, sus principales estandartes de la esperanza y movilización. En Bolivia, más del 70% de la población viven en urbes medianas y grandes, y esto sólo tiende a aumentar.

En estas circunstancias, nuestros espacios regionales deben convertirse en territorios inteligentes que a través de la promoción de la creatividad, la innovación y el emprendimiento redefinan las fronteras del desarrollo económico y social. En la nube de internet, en el ciberespacio de los servicios y el imaginario del futuro, Cochabamba del software colinda como Bangalore o San Francisco. La Paz del turismo y la gastronomía está a lado de Barcelona o Lima. Sucre de la historia hace frontera con capitales culturales, como Partí  o Cartagena. San José de Chiquitos de la música barroca  tiene vista a Ouro Preto o Bilbao y un largo etcétera para decenas de regiones o ciudades.

Lo local se hace global, la comunidad  identifica un diferenciador histórico, tecnológico o cultural y éste se convierte en el motor del desarrollo. Así surge la idea fuerza de glocal; es decir, un territorio inteligente que mira y conecta al mundo a través del fomento y la promoción de nuevos ecosistemas, emprendimiento social y empresarial.

Un ecosistema es un tejido social de actores e instituciones de diverso tipo que se articula a través de las principales etapas de la creación de emprendimientos sociales y empresariales. A saber: 1) Creatividad e innovación, donde interactúan universidades, centros de investigación, laboratorios, corporaciones y organismos públicos. 2) Emprendimiento, donde se articulan enseñanza, investigación aplicada, políticas públicas y tanto la experiencia como el talento empresarial. 3) Diversos tipos de financiamiento público y privado, como ser capitales ángel, semilla, de riesgo e inversión patrimonial.

Según Daniel Isenberg,  del Babson College, un ecosistema de emprendimiento además de redes de personas y organizaciones, se compone de varios dominios: una cultura favorable a la innovación, liderazgos claros, capital humano de calidad, mercados desarrollados y una gama de apoyos institucionales  y de infraestructura, tanto públicos como privados. Estas tareas corresponden a un Estado emprendedor, local o regional,  que crea, fomenta, complementa las diversas capas de las inteligencias de los territorios. Veamos algunas de ellas siguiendo autores como Chourabi:

Inteligencia competitiva y económica. Aquí,  la política pública y la acción privada promueven en el territorio el espíritu innovador en todas sus dimensiones, la cultura de cambio y transformación como práctica cotidiana  y, sobre todo, la capacidad creativa de acuerdo  con  la vocación local. Cada localidad, ciudad o región buscará su diferenciador, que puede ser en el folklore, la cultura, la historia, la tecnología, las artes o sectores más tradicionales como el turismo y la agricultura.

Inteligencia medioambiental. El desarrollo local y urbano requiere de políticas ambientales transversales en el desarrollo inmobiliarios, en infraestructura, energía, seguridad, transporte, redes de comunicación y otros sectores.

Inteligencia para la calidad de la vida. Esta capa tiene que ver con la dimensión ciudadana y de participación de la gente en el territorio, y busca mejorar las condiciones diarias de las personas,  y promover una interacción sana y respetuosa entre los componentes de la comunidad.

Inteligencia social. Aquí se desarrollan conceptos como: e-salud, e-cultura, e-educación, e-seguridad, entre otros, que traducidos en acciones públicas concretas mejoran cualitativamente la inclusión social e igualdad.

Inteligencia administrativa. En esta capa las políticas públicas y acciones privadas van destinadas a mejorar la administración de la República, promover la transparencia, el gobierno participativo e incluyente. Por supuesto, esto está vinculado a la seguridad, sostenibilidad financiera y planificación urbana. En suma, se trata de promover la gobernanza y gobernabilidad inteligente de instituciones, y el conjunto del gobierno, respectivamente.

 Finalmente y por eso no menos importante: inteligencia móvil y comunicacional. Esta dimensión tiene que ver con el transporte sostenible y ambientalmente responsable, además incluye la conectividad soportada por fibra óptica, redes de IP y accesos de bandas de alta velocidad.

Algunos ejemplos de territorios o ciudades inteligentes son ciertos distritos de San Pablo vinculados a la moda. Lima como cluster gastronómico. Teanjin en China, llamada la ciudad verde. Paju-Si en Corea, la ciudad de la Felicidad. Paratí en Brasil, el poblado de la poesía. Singapur, la ciudad de los negocios. Bangalore, el territorio del software, para mencionar sólo algunos ejemplos de desarrollo glocal.

Como se puede concluir, esta visión de desarrollo basado en la potencia de lo regional, el poder de las ideas y la innovación tecnología no tiene diferencias ideológicas (mercado versus Estado) con la propuesta del modelo primario exportador,  sino de coeficiente intelectual, literalmente. Las capas de inteligencia de estos nuevos territorios son una construcción colectiva basada en la triple hélice: sector público, privado y academia.


Sunday, June 11, 2017

Nunca hubo tanto dinero y tan pocas ideas

Existe una intensa polémica a la hora de analizar los resultados económicos de la administración del presidente Morales. Por una parte, los exégetas del régimen, frente a un inmenso y pulido espejo, presentan los datos agregados del periodo 2006 – 2015 como espectaculares. A saber: crecimiento económico promedio de 5%, tasa de desempleo de 4,1%, estabilidad de precios con una inflación media de 6%.    El narcisismo macroeconómico se expresa en plenitud en el mensaje de que en 11 años se habría hecho mucho más transformaciones económicas que en 180 de vida republicana. Este argumento sigue la consigna de la vieja Unión Soviética de saltar etapas en el desarrollo. Prima face estos resultados son relevantes, pero para no tener una lectura ni sobreideologizada y menos dimensionada al extremo, requieren ser evaluados desde otros ángulos.  


 Primero, veamos la comparación histórica e internacional. Por temas de espacio nos concentraremos en el crecimiento del producto, que es la estrella de los logros económicos. Este resultado, cuando es  comparado con momentos en que la economía boliviana tuvo similares contextos externos favorables,  no parece tan luminoso. Para no ir muy atrás en la historia, Bolivia se benefició de dos momentos de windfall (ganancia inesperada o de manera más coloquial sacarse el gordo de la lotería) vinculada a los fabulosos precios de las materias primas.

 Entre  los años 1971  y 1977, cuando la economía creció en media  al 5,7% y el periodo 1994-1998, cuando hubo ingreso masivo de recursos externos vía inversión extranjera y el aparato productivo creció al 4,8%. Como verán, resultados son muy similares, aunque cabe mencionar que la bonanza externa del periodo 2006 al 2015 fue más grande y duró más tiempo en relación con  las anteriores, por lo que se podría haber esperado mejores resultados. Comparar los éxitos actuales con periodos de crisis anteriores es una travesura de alumnos de introducción a las estadísticas. ¿Y comparando con otros países, aparece el milagro del evoeconomics? ¡Tampoco guaguay! Perú, con un modelo económico opuesto al nuestro, creció al 6% entre   2006 y 2015.    

Segundo, es bueno comparar los logros económicos con una visión y/o un benchmark internacional. Para ponerlo de manera poética: ¿Cuál es el sueño que puebla las noches de nuestros líderes? Para dar una respuesta necesitamos del gran Miguel Ángel,  que decía: "El mayor peligro para la mayoría no es que apuntamos muy alto y fracasamos, sino que apuntamos muy bajo y acertamos”. Quiere decir que la visión de desarrollo económico del Gobierno está anclada en el pasado. Es como un loro de casa, aletea muy bajo.

Es un modelo de desarrollo de la industrialización de los recursos naturales que mira por el retrovisor. Propone subir la escalera del desarrollo generando valor a las materias primas. El mineral se convierte en un lingote, después se producen clavos, posteriormente se hacen calaminas y en algún momento del horizonte del proceso de cambio se llega al automóvil nacional. En suma, es hacer la revolución industrial inglesa con 200 años de atraso. Es la industrialización de los recursos naturales. Además, para este anacronismo intelectual,  desarrollo son grandes obras, monumentos al cemento, es sóviets y electrificación, caminos, represas, teleféricos, satélites, museos, pesados y pretenciosos edificios. Además, la única obsesión de la gestión pública parece ser superar al neoliberalismo;  así, todo se mide en relación con el pasado.

Pero no existe un sueño económico que salte etapas, que piensa en la revolución tecnológica y verde, en la ampliación creativa de los derechos sociales o los territorios inteligentes, en la industrialización para los recursos naturales. La agenda 2025 es la ilusión de nuestros abuelos del 52: el nacional-desarrollismo.  Apuntamos bajo, apostamos a repetir el pasado y, lo mejor de todo, estamos acertando, lo que lleva frecuentemente a las lágrimas a la nomenclatura del régimen, cuando se ve un lingote o se ve subir un cohete chino al cielo.  Por supuesto, con este imaginario de desarrollo tan limitado los resultados económicos de corto plazo nos parecen maravillosos.

 Tercero, no se ha avanzado casi nada desde una perspectiva de desarrollo integral. Utilicemos dos criterios: a) avances en transformaciones estructurales, entendidos éstos como recursos (capital o mano de obra) que van a las actividades más modernas de la economía a través de la industrialización y que, por lo tanto, producen saltos en la productividad; y b) cambios en los fundamentos del desarrollo. Aquí nos referimos a acumulación de stock de capital humano o calidad de las instituciones que impulsan el desarrollo integral y lo hacen sostenible medioambientalmente.

Si utilizamos estos dos criterios casi no se ha avanzado en Bolivia, por lo que los resultados macroeconómicos no son sostenibles. La economía primario exportadora y comercial es más grande pero sigue teniendo, en su esencia,  la misma estructura de hace 180 años. La economía está hinchada por los anabólicos que recibió de los ingresos  circunstanciales provenientes del súper ciclo de las materias primas. Pasado el periodo de las vacas gordas, mantenemos la burbuja de consumo quemando ahorros internos y endeudándonos. Aquí nada nuevo bajo el sol del desarrollo.

 Cuarto, la oportunidad perdida. Como fue mencionado,  Bolivia tuvo una oportunidad económica de 60.000  millones de dólares, pero el aparato económico nacional dio vueltas sobre el modelo primario exportador.  Se apostó a la inversión pública excluyente de la inversión privada, a la hipertrofia del comercio, y la economía informal. Se volvió a confundir gordura de consumo con músculo productivo, riqueza con desarrollo. Se defendieron causas sociales justas con propuestas cansadas. Con medio Plan Marshall, a precios de hoy, se perdió una gran oportunidad de transformación estructural. Nunca se tuvo tanto dinero y tan pocas ideas.  

La dolarización, pros y contras

Javier Milei, el vencedor de las elecciones primarias en Argentina, tiene como centro de su propuesta la dolarización de la economía para ac...