Monday, September 24, 2018

Bolivia importa todo, inclusive deflación

Probablemente una de los temas que más preocupación e interés suscita es la política cambiaria. En encuentros casuales, fiestas, reuniones de amigos o eventos académicos, siempre me preguntan qué suerte correrá esta variable. ¿Se mantendrá estable el tipo de cambio?, ¿se devaluará el boliviano?

Para comenzar el debate, algunas definiciones. El tipo de cambio nominal es el precio de la moneda extranjera en el mercado nacional. Es el valor del dólar, el ruro o real expresado en bolivianos. Por ejemplo, un Washington se compra en un 6,96 bolivianos en la Camacho street, la prima pobre de Wall Street, en Nueva York.

El tipo de cambio real es un indicador de los precios en dólares de una canasta de bienes y servicios de un país en relación con la de otro país, y mide la competitividad de una economía. Por ejemplo, cascarle una hamburguesita en La Paz es más caro que en Nueva York o Dubái. En efecto, una Big Mac en combo en la Gran Manzana cuesta 5,28 dólares y en la Ciudad Maravilla 6,45 verdes. Con este índice diríamos que el tipo de cambio real en Bolivia está apreciado en un 22%.

Desde una perspectiva más amplia, el tipo de cambio real apreciado mide cuán caras están nuestras exportaciones para los socios comerciales y cuán baratos están los productos que importamos.

Desde hace más de siete años el tipo de cambio nominal en Bolivia está fijo, pero el tipo de cambio real estaría apreciado en algo que varía entre 22 y 40%, si tomamos como referencia los principales socios comerciales de la región. Es decir, los productos que vendemos a estos países han perdido competitividad y sus bienes están más baratos en nuestros mercados.

Esto es resultado de la política cambiaria que sigue el Gobierno, que creo no se modificará en el corto plazo. En otras palabras, veamos por qué razones no habrá devaluación.

Comencemos con las razones técnico-económicas. 1) La estabilidad monetaria financiera está anclada en un tipo de cambio nominal fijo, aunque el Gobierno dice que el precio de la moneda extranjera, el precio del dólar, fluctúa entre bandas. Pero en la percepción de la gente, el tipo de cambio está fijo y al final del día se trata de las creencias (expectativas) de las personas y no de lo que el Gobierno sostiene.

2) Puesto que nuestras exportaciones siguen sobreconcentradas en la venta de materias primas, una devaluación no aumentaría el nivel de esas exportaciones, no venderíamos más gas, minerales o soya. En el primer caso porque la cantidad de ventas del energético está establecido en un contrato. En el segundo caso, nuestra participación en el mercado es muy pequeña, una devaluación no nos ayudaría a vender más granos o minerales.



3) En un modelo primario exportador rentista abierto al exterior, un tipo de cambio nominal fijo y real apreciado ayuda a mantener una inflación baja, porque todos los bienes y productos que se importan de otros países son más baratos, más aún si las monedas de estos países se han devaluado, como ha ocurrido en las últimas semanas en Argentina. En otras palabras, la política cambiaria populista permite importar deflación. Es decir, en el país se importa casi todo, incluso inflación más baja. Esto ayuda a mejorar los ingresos medios.

Veamos ahora las razones políticas. 4) Un tipo de cambio real apreciado es un mecanismo muy efectivo de captura de rentas. Con esta variable fija, en los últimos 10 años, nuestras importaciones legales han subido de 2.000 millones de dólares a más de 10.000 millones. Si a esto adicionamos el contrabando, llegamos a 13.000 millones de dólares. De esta cantidad de recursos viven aproximadamente 2,5 millones de personas, tanto en el sector formal como informal. En estos sectores ha mejorado la renta, hay menos pobreza y se ha creado una burguesía comercial. El populismo cambiario ha creado una renta enorme y la distribuye entre mucha gente. Devaluar en vísperas de elecciones sería un suicidio electoral.

5) En un sistema financiero en el que el 98% de los préstamos y el 85% de los depósitos están en Bolivianos, devaluar tendría un enorme impacto distributivo negativo sobre miles de personas que han creído en este tipo de estabilidad.

6) Asociado a la estabilidad del tipo de cambio nominal y real apreciado, se ha creado probablemente la burbuja de consumo más gigante de Bolivia. Devaluar haría explotar la burbuja.

Por supuesto, el populismo cambiario tiene una enorme audiencia y muchos grupos que se benefician. Los perdedores son los productores nacionales que venden el mercado interno y los exportadores de bienes o servicios no tradicionales que no tienen competitividad a nivel internacional con un tipo de cambio real apreciado.

La política cambiaria (tipo de cambio fijo y tipo de cambio real apreciado) actual es funcional al modelo primario exportador rentista y comerciante, pero es contraria a una política de diversificación productiva y desarrollo industrial, pero este es un tema que no está en la agenda de políticas públicas de quien quiere perpetuarse en el poder a base de clientelas rentistas.

Así, en el corto plazo, es poco probable que haya una devaluación, especialmente ahora que han mejorado los precios del petróleo. Lo que no sé es cómo definir corto plazo.

Friday, September 21, 2018

Reconciliando Marx con Adam Smith

Radical Markets: Uprooting Capitalism and Democracy for a Just Society es un libro creativo y polémico de Eric Posner y E. Glen Weyl . Atrajo mi atención por dos razones: 1) Porque propone una idea novedosa de abolir la propiedad privada pero manteniendo el mercado. Y 2) porqué aplica las teorías de William Vickrey, un premio Nobel de economía, que fue mi profesor y amigo.

Comienzo por la anécdota. En los años 90, en la Universidad de Columbia, el octogenario profesor era conocido por interrumpir cualquier clase, en especial de los profesores jóvenes aduciendo que no se estaba dando bien la materia. Substituía con gran competencia al catedrático, a quien no le quedaba otra que atornillarse algún pupitre junto a los alumnos. También era un gran conocedor de vinos y fue el guía espiritual de una cofradía secreta que seguía el viejo adagio argentino que reza sin pudor: "Si usted vino al mundo y no toma vino, ¿a qué vino?”.  Participe como representante de Villazón y del vino tarijeño en este grupo en la universidad. Mi amigo Vickrey ganó el premio Nobel de economía en 1996 y como no podía ser de otra manera lo celebramos cascándole unos tremendos vinos. El profe fue pionero en desarrollar la teoría de las subastas de sobres cerrados, donde los interesados en la compra de un determinado bien o servicio  (piense en la adjudicación de una concesión pública) presentan por escrito su propuesta, sin conocer la oferta de las otras personas. En la puja del “quién da más”, gana el postor que ofrece el valor más alto, pero paga el precio de la segunda oferta más elevada. Por ejemplo, La empresa A dice que pagará 10 millones de dólares por hacerse cargo de la distribución de basura en una ciudad y en un segundo lugar está la empresa B con una oferta de 8. En la subasta creada por Vickrey, la empresa A se adjudica el servicio pero paga solo 8 millones o sea la oferta de la compañía B. Esto ayuda a que los ofertantes se aproximen al valor real del bien o servicio que se quiere comprar. La idea de la subasta fue utilizada por el libro Radical Markets como veremos más adelante.

En una visión tradicional propiedad privada y mercados son hermanos siameses. Posner y Glen Weyl sostienen que uno los problemas del capitalismo contemporáneo es que el sistema de precios, el mercado, asigna adecuadamente los escasos recursos de una economía, pero puede también provocar a una concentración y monopolio de la riqueza muy grande. En otras palabras, para los autores, la mano invisible del mercado de Adam Smith junta de manera adecuada los deseos de miles de consumidores con la oferta de centenas de empresas. El problema está cuando éste sistema permite que unos pocos concentren el poder económico generando desigualdad de los ingresos y muchas injusticias sociales. Pero qué ocurriría, siguiendo a Marx, si se abolimos la propiedad privada, y si todos los medios de producción son del Estado. Aquí entran las ideas de mi amigo Vickrey, Posner y Glen Weyl proponen que el Estado, periódicamente, subaste  el derecho de uso de fábricas, tierras, hoteles, o bienes de capital  entre los ciudadanos y ganen la administración de estos, los que ofertan mejores precios.
Los autores además proponen que anualmente, los administradores circunstanciales de los bienes de capital declaren pública y libremente los precios de estos y sobre los valores declarados deben pagar un impuesto de 7%. Según Posner y Glen Wey este tributo generaría ingresos equivalentes al 20% del PIB, dinero suficiente para pagar un bono a todos los ciudadanos de una economía. En el caso boliviano, se podría pagar una renta de 700 dólares año (35 mil millones de dólares x 20% dividido x 10 millones de personas). Este sería una especie de dividendo social.

Si hubiera algún vivillo que declara un valor menor del bien de capital que administra, para pagar menos impuestos, pondría en riesgo su administración, porque con precios más bajos otros ciudadanos buscarían ofertar mejores valor por la propiedad en la subasta anual. El riesgo de perder la administración del bien de capital obligaría a los gestores a declarar precios correctos.  Además una subasta permanente en la economía otorgaría la gestión de los bienes de capital aquellos que son más eficientes y competitivos. Este sistema garantizaría  la equidad a través del impuesto y le eficiencia a través de la puja abierta sin perjudicar la inversión

El libro Radical Markets es una tentativa de reinventar el capitalismo separando la propiedad de los bienes del mercado, es una idea polémica y difícil de implementar , pero: !Que comience el debate!.

Monday, September 3, 2018

Empresas Estatales Crisis en el paraíso?

Nuestra historia económica transcurre de manera pendular. En ciertas épocas, son el mercado y el sector privado los que comandan el ciclo económico. En otras, como en la actualidad, el Estado y las empresas públicas son los baluartes del desarrollo. Esta es una dicotomía ideológica simplona. Sólo es cambiar la propiedad de las empresas - y poner a los descendientes de Adam Smith o a los hermanos revolucionarios seguidores de Che- para que las cosas comiencen funcionar automáticamente. Sin embargo, la realidad de los hechos es caprichosita. Concentrémonos en el análisis de las empresas públicas.

El Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA) elaboró un documento sobre el desempeño de algunas empresas públicas que ha generado mucha polémica. “Más ruido que nueces. Análisis de los emprendimientos empresariales del proceso de cambio”. Entre las conclusiones más interesantes de la investigación, de Julio Linares, está que estos emprendimientos estatales habrían arrojado pérdidas de 1.993 millones de bolivianos o 250 millones de dólares en el periodo 2007- 2016. Entre las empresas que más perdieron, en millones de bolivianos, están: Emapa (-885,9), Mi Teleférico (-287,9), Enatex (-283,2), Agencia Boliviana Espacial (-249,6) -uta, qué nombrecito, ¿no? Ya me sentí en Marte- y San Buenaventura (-147,6). Es decir, problemas en el paraíso.

Como era de esperar, el Gobierno echó el grito al cielo con más acusaciones y descalificaciones que datos o información que contesten el estudio. Otra actitud tuvo el Servicio de Desarrollo de las Empresas Públicas Productivas (SEDEM), que compartió toda la información de las empresas bajo su tutela, que, para el caso del estudio que comentamos, son dos: Lacteosbol, que sí registra utilidad acumulada, como también lo muestra la investigación del CEDLA, y Cartonbol, donde se registran pérdidas acumuladas, pero que entre 2015 y 2017 ha mejorado su desempeño.

Los otras cuatro empresas en funcionamiento y bajo tutela del SEDEM también muestran rentabilidades positivas; además, tienen impactos sociales relevantes. Crearon 7.000 empleos directos e indirectos en 2017, generaron impuestos por 49 millones de bolivianos y promovieron cierta diversificación productiva.

El SEDEM es una incubadora de empresas estatales que da condiciones de arranque muy favorables a sus proyectos, como ser: capital inicial gratuito (donaciones), créditos subsidiados (préstamos a interés del 1% al año) y fuerte asistencia técnica, entre otros. También garantiza un mercado institucional para las empresas. Las compras estatales pueden representar entre el 20 y 60% del mercado para estos emprendimientos, como es el caso del subsidio y desayuno escolar. Éstos son particularmente importantes para las empresas de alimentos.

Las empresas incubadas muestran interesantes proyecciones, hechas por PwC en el papel, una vez que se gradúan del nido. A futuro, el valor promedio de mercado sería 4,7 mayor que el capital invertido. Pero sólo el tiempo y la competencia con el sector privado darán su veredicto final. Por definición, en una incubadora no hay bebés feos. De adultos es otra cosa. Muchas empresas creadas en el pasado se mostraban prometedoras al principio, pero retirados los subsidios y los ambientes de protección, no les fue bien.

Pero el estudio del CEDLA trata marginalmente a las empresas de la incubadora estatal. Se concentra en empresas públicas de mayor tamaño y en contextos institucionales muy diferentes. Aquí, al contrario del SEDEM, existe un hermetismo prusiano sobre los datos. No encontré balances o estado de resultados auditados de Emapa, Mi Teleférico, Enatex y las otras. Me consuela saber que tampoco el Ministerio de Economía y Finanzas consiguió datos para las empresas públicas. En un estudio realizado en el 2017, titulado Las empresas estatales en el nuevo modelo económico, usó partidas presupuestarias ejecutadas y no los estados de resultados para hablar de la rentabilidad de las empresas.

Empresas estatales maduras tienen dos criterios de evaluación: 1) la rentabilidad, que según el estudio del CEDLA sería negativa en Bolivia, y 2) la creación de valor social, que el Gobierno dice ser grande, pero muestra sólo indicadores muy agregados, incompletos y demasiado contaminados por la propaganda. Resolver la tensión entre retornos financieros y creación de valor social y público (generar empleos, crear y dinamizar cadenas productivas, generar consumo, apoyar a productos nacionales, promover desarrollo tecnológico, pagar bonos sociales, etcétera) es el desafío más complejo de las empresas estatales.

En la historia boliviana, sólo en casos muy excepcionales se logró un equilibrio entre ambos objetivos. Muchas empresas terminaron en grandes pérdidas, corrupción, ineficiencia y destrucción de valor social.

Con este marco conceptual veamos dos casos. De acuerdo al CEDLA, Emapa es la empresa que más pierde. Tengo la impresión de que también destruye valor social a raudales. Es una agencia de empleos que distorsiona el mercado de alimentos con criterios políticos. Existen también grandes dudas sobre su transparencia.

Mi Teleférico, sería el caso de una empresa que pierde pero que podría estar generando un gran valor social. La rentabilidad es de muy largo plazo porque la inversión es alta, los costos son elevados (reposición y mantenimiento, personal y energía). Y es altamente probable que el transporte por cable sea siempre subsidiado.

El tema de las empresas públicas es complejo y diverso. El estudio de CEDLA abrió la puerta del paraíso, urge un debate informado y técnico.

Gonzalo Chávez A. es eco

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