Sunday, February 23, 2025

!!Es la educación, estúpidos!!

Hace años, en plena campaña electoral, un asesor de Bill Clinton lanzó una frase que sacudió la política estadounidense: “Es la economía, estúpido”. El mensaje era simple y demoledor: el problema central no era otro que la economía. 


Hoy, en Bolivia, no hace falta repetir esa frase. El 76% de la gente ya sabe que la economía es el mayor problema. Y tienen razón: el bolsillo aprieta, los dólares escasean y el costo de vida sube. Pero hay un problema aún más profundo, uno que explica por qué seguimos atrapados en este laberinto económico estructural sin salida: el stock de capital humano es muy bajo y nuestra educación está en ruinas.

El Observatorio Plurinacional de la Calidad Educativa (OPCE) evaluó a los estudiantes de sexto de secundaria. Las pruebas se realizaron el 2023, con estudiantes de sexto de secundaria de Bolivia con una muestra de 152 unidades  educativas a nivel nacional en los 9 departamentos, de los cuales 118 eran establecimientos fiscales, 15 de convenio y 19 colegios privados. Esta muestra alcanzó aproximadamente 3600 estudiantes. Los resultados son un golpe de realidad: Matemáticas: solo 3 de cada 100 aprobaron. !97 se aplazan! Física: apenas 2 de cada 100 pasaron. !98 reprueban! Química: otra vez, 3 de cada 100 lograron aprobar. !97 están en la luna de Paita!
En total, menos del 5% superó los exámenes y la mayoría respondió correctamente menos del 30% de las preguntas.

La prueba de matemáticas por ejemplo, incluía algo de geometría analítica (la recta, la circunferencia, la parábola).  Cálculo diferencial e integral funciones límites derivadas. Algebra y trigonometría e introducción a la estadística descriptiva. Es decir lo básico de una prueba de matemáticas que un estudiante de sexto de secundaria debía saber. Lo mismo para física y química. 

En la materia de lenguaje, los resultados son ligeramente mejores. Los exámenes fueron aprobados por 36 estudiantes de 100. Sin embargo, el grado de reprobación sigue siendo muy elevado. En esta parte del examen se buscaba saber si los estudiantes comprenden diferentes tipos de textos narrativos líricos informativos o argumentativos y si en general comprenden y tienen alguna visión crítica. 
Y si subimos en la escala educativa, la realidad no mejora: nuestras universidades, institutos técnicos y otros sistemas de enseñanza formal están formando profesionales que, salvo excepciones, no son competitivos a nivel internacional. 

Me disculpo de antemano con las universidades, escuelas, colegios y otros centros de enseñanza que realizan un trabajo encomiable pero buenas y pocas golondrinas no hacen verano. En 30 años que tengo como profesor universitario que debido a ayudar a formar alrededor de unos 5.000 estudiantes obviamente en cursos cortos, licenciaturas y maestrías conjuntamente decenas de otros profesores. Se hizo un gran trabjo pero este valor es aún pequeño dadas las necesidades que tiene un país como Bolivia. En ese tiempo, deberíamos haber formado por lo menos 500.000 nuevos profesionales de posgrado. En suma, en tema del capital humano, la escala es fundamental, no es suficiente que centenas de estudiantes están bien formados se necesitan millones.

Aquí el tema central es la productividad, entendida como la capacidad de generar más bienes y servicios con los mismos o menores recursos, es la base del crecimiento económico sostenible y de calidad. En este sentido, los resultados reflejan una preocupante realidad: el capital humano en Bolivia se encuentra en niveles alarmantemente bajos. Sin una fuerza laboral bien formada, la productividad se ve gravemente afectada, lo que impide la generación de empleo de calidad y el desarrollo de emprendimientos sostenibles. 

La educación y la capacitación del capital humano son condiciones fundamentales para el desarrollo integral de una sociedad, pues sin personas preparadas no es posible fortalecer ni el sector privado ni las instituciones públicas. En pocas palabras, ni el modelo estatista ni el liberal funciona.
Los números no mienten y son vergonzosos. Los datos sobre educación en nuestro país son un llamado de atención que no podemos ignorar. Nos sacuden, nos interpelan y nos gritan con fuerza: ¡Es la educación, estúpidos! Esta es una llamada de atención dura, un sacudón  de alerta para un sistema político y para una sociedad que está aletargada y dispersa. 

Pero más allá del golpe de realidad, hay algo que no podemos perder de vista: la educación no es solo una responsabilidad del gobierno o del sistema escolar. Nos involucra a todos. Desde la familia hasta la empresa, desde las universidades hasta las comunidades, todos tenemos un papel que jugar en esta historia.

Es fácil buscar culpables, señalar a quienes no hicieron lo suficiente, y claro, habrá momentos para exigir responsabilidades. Pero lo más importante ahora es mirar hacia adelante. Si queremos un futuro mejor, tenemos que empezar a construirlo hoy. No podemos seguir esperando reformas que nunca llegan o confiando en que el cambio vendrá "algún día". La educación no puede ser una promesa lejana; tiene que ser una revolución que empiece en nuestras casas, en nuestras empresas, en nuestras calles y en nuestras instituciones. El futuro y el cambio empieza por nosotros.

¿Qué podemos hacer hoy, aquí y ahora? Desde casa: La educación no empieza en la escuela, sino en el hogar. ¿Y si en lugar de darle el celular a tu hijo para que se distraiga, le lees un cuento de historia o ciencias? Tal vez ese pequeño momento le despierte la curiosidad por la ciencia, la historia o la literatura. ¿Y si este fin de semana organizamos un intercambio de conocimientos en la familia? Los hijos pueden enseñarles a los abuelos a usar herramientas digitales, mientras los mayores comparten su sabiduría sobre la vida y el trabajo. Pequeños cambios pueden marcar una gran diferencia. 

En las empresas: ¿Cuántas veces nos quejamos de que falta talento en el mercado laboral? ¿Y si en lugar de esperar que "alguien más" lo resuelva, tomamos la iniciativa? Muchas empresas podrían ofrecer cursos cortos y prácticos para sus empleados: desde manejo de herramientas digitales hasta habilidades técnicas específicas. No es solo una inversión en los trabajadores, es una inversión en la productividad, en la innovación y en el crecimiento de la empresa misma. 

En las universidades e institutos: No necesitamos esperar una reforma educativa gigantesca para empezar a hacer cambios. Las universidades y los institutos técnicos pueden organizar Boot Camps en áreas como programación, marketing digital, comercio internacional o inteligencia artificial. Cursos intensivos, prácticos y accesibles, que conecten directamente con lo que el mercado necesita. No podemos darnos el lujo de seguir enseñando como hace 50 años. 

Desde los gobiernos locales y ONG: No todo el mundo tiene acceso a la educación superior, pero el aprendizaje no tiene por qué depender de un título universitario. Los municipios podrían organizar programas en oficios como metalmecánica, contabilidad, agricultura de precisión o comercio digital. Las ONG pueden liderar proyectos de alfabetización digital para adultos y jóvenes en riesgo. No necesitamos esperar un cambio de gobierno para empezar a cambiar vidas.

Desde la comunidad: ¿Qué tal si en lugar de solo pensar en lo que falta, empezamos a aprovechar lo que ya tenemos? Internet está lleno de cursos gratuitos en casi cualquier área. Aprender un idioma, mejorar en matemáticas, iniciarse en la programación… todo está al alcance de un clic. Se podrían organizar torneos de matemáticas, robótica o emprendimiento en los barrios, con la misma pasión con la que organizamos campeonatos de fútbol. Porque sí, la educación también puede ser divertida y desafiante.

La educación como nuestra mayor inversión. Cuando entendemos que la educación es el motor del desarrollo, todo empieza a cambiar. Si logramos que la idea de un "shock educativo" se arraigue en la sociedad, en pocos años veremos los frutos: más creatividad, más productividad, más oportunidades para todos. No es magia, es sentido común.

Por supuesto, también hacen falta cambios estructurales: mejorar la formación de los docentes, actualizar los planes de estudio, modernizar las universidades y aplicar sistemas de incentivos como los vouchers educativos en áreas clave. La mejora substantiva del capital humano debe ser el centro de las políticas de desarrollo, la nueva obsesión nacional.

Los casos de Finlandia y Singapur nos demuestran que sí se puede. Con decisiones acertadas y estrategias bien enfocadas, es posible reducir los tiempos de impacto y obtener resultados tangibles en educación. Y aunque nuestras realidades son distintas, el principio sigue siendo el mismo: cada niño que recibe un mejor estímulo, cada clase mejor dada, cada programa educativo bien diseñado, cada universidad que eleva su nivel, cada empresa que apuesta por la capacitación… es un paso en la dirección correcta.

La educación no puede seguir siendo un discurso vacío o una promesa electoral. Es el presente, es el futuro, es lo único que realmente puede transformar un país. Y la buena noticia es que el cambio no depende solo del gobierno, sino de cada uno de nosotros.
Así que la pregunta es simple: ¿qué vas a hacer hoy para que esto cambie?





Saturday, February 15, 2025

Respuesta a Antonio Saravia

 Respuesta a Antonio Sarabia a propósito de mi intervención en un debate sobre temas económicos. 


Agradezco a Antonio Sarabia por tomarse el tiempo de comentar mi posición en el debate que sostuve recientemente con Mauricio Ríos. Es siempre enriquecedor y motivante entablar discusiones con altura académica, especialmente cuando el interlocutor, a pesar de diferir en perspectivas, mantiene un enfoque respetuoso y centrado en las ideas, evitando caer en descalificaciones personales, en lanzar consignas o trivialidades que se preocupan con el nombre de las mascotas.


Antonio sostiene que yo cometo “tres errores”. El cambio del patrón de desarrollo basado en capital humano. Culpar el tipo de cambio por la actual crisis y desconfiar de las decisiones de los individuos. 


Hoy responderé al “primer error” de manera un poco más amplia. Después hablaremos de los otros. 


Antonio menciona que, en un momento dado, pareció percibir en mí una disposición a abrazar ideas liberales, lo cual interpretó como un acto de cordura. Sin embargo, concluye que, al final, no logré liberarme del paradigma keynesiano, en el cual el Estado desempeña un rol protagónico. Este primer supuesto, aunque interesante, adolece de un error conceptual significativo: la creencia de que la defensa de las fuerzas del mercado y la promoción de un Estado mínimo son posturas exclusivamente liberales. En realidad, diversas escuelas de pensamiento económico, como el institucionalismo, la economía conductual, el neokeynesianismo, el estructuralismo latinoamericano y la escuela regulacionista, entre otras, reconocen las virtudes asignativas del mercado. No obstante, es crucial entender que el mercado no es un mecanismo infalible ni objeto de fe ciega. Por el contrario, es una herramienta con fortalezas y debilidades, cuyas fallas pueden ser corregidas mediante una mayor competencia, la introducción de nuevos actores o la intervención correctiva de un Estado eficiente y limitado. Por tanto, reducir el debate económico a una dicotomía entre keynesianos y liberales-libertarios es una simplificación que ignora décadas de avances en la teoría económica.


Antonio, en su análisis, recurre a un esquema bipolar que evoca los debates de los años 30 del siglo pasado, pasando por alto más de seis décadas de desarrollo en el pensamiento económico. Durante este tiempo, economistas de diversas corrientes han contribuido significativamente a comprender tanto las virtudes como las limitaciones del mercado. Por ejemplo, Ronald Coase (1991) destacó la importancia de los costos de transacción y los derechos de propiedad en el funcionamiento de los mercados. Michael Spence y Joseph Stiglitz investigaron los mercados con información asimétrica, donde una parte tiene más información que la otra, generando fallas de mercado. Daniel Kahneman y Vernon Smith (2002) integraron aspectos de la psicología en la teoría económica, realizando análisis empíricos del comportamiento de los mercados. Elinor Ostrom y Oliver Williamson (2009) estudiaron la gobernanza económica, especialmente en relación con los recursos comunes y las organizaciones. Peter Diamond, Dale Mortensen y Christopher Pissarides (2010) analizaron los mercados con fricciones de búsqueda, como el mercado laboral. Jean Tirole (2014), a quien tuve el privilegio de conocer, realizó contribuciones fundamentales sobre el poder de mercado y la regulación. Oliver Hart y Bengt Holmström (2016) avanzaron en la teoría de contratos, mientras que Richard Thaler (2017) exploró los factores psicológicos que influyen en los mercados. Finalmente, Paul Milgrom y Robert Wilson (2020) profundizaron en el entendimiento de mercados específicos, como las subastas. Estos aportes, entre muchos otros, demuestran que el pensamiento económico no puede reducirse a una simplificación maniquea entre keynesianismo y liberalismo. Estado vs mercado. Ambas son construcciones institucionales complejas, que desempeñan un papel fundamental en el desarrollo económico de un país. 


Además, es importante destacar que varios premios Nobel de economía han estudiado el papel del Estado, el desarrollo institucional e incluso las fallas del propio Estado. Asociar de manera mecánica a Keynes a la intervención del Estado y esta ser la única luz que alumbre el desarrollo es desconocer muchos años de pensamiento económico.


Friedrich Hayek (1974), por ejemplo, advirtió sobre los riesgos de la excesiva intervención estatal. James Buchanan (1986) desarrolló la teoría de la elección pública, aplicando el análisis económico al comportamiento político y demostrando cómo los intereses de políticos y burócratas pueden distorsionar las decisiones gubernamentales. Douglass North (1993) investigó cómo las instituciones, las normas y las leyes influyen en el desarrollo económico a largo plazo. Más recientemente, Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson (2024) han analizado cómo las instituciones políticas y económicas moldean el desarrollo de los países, promoviendo sistemas inclusivos que fomentan el crecimiento. Estos trabajos evidencian que el debate entre mercado y Estado es mucho más complejo y matizado de lo que Antonio sugiere.


Uno de los aspectos más preocupantes del debate actual, exacerbado por la superficialidad de las redes sociales, es la tendencia a reducir todas las ideas económicas al keynesianismo, asociándolo livianamente con el socialismo o el comunismo. Esta simplificación ignora que el keynesianismo no busca eliminar el capitalismo, sino salvarlo en momentos de crisis. Keynes propuso la intervención estatal como una herramienta pragmática para estabilizar el sistema capitalista durante períodos de recesión profunda. De hecho, en las últimas crisis globales (2008 y 2020), gobiernos de diversas orientaciones ideológicas recurrieron a políticas keynesianas para mitigar los efectos económicos. Incluso administraciones consideradas liberales, como la de Donald Trump en Estados Unidos, implementaron medidas keynesianas clásicas, como la entrega de bonos a la población durante la pandemia. Esto demuestra que la intervención estatal no es un anatema, sino una herramienta útil en contextos específicos.


En el contexto de reducir mis ideas al paradigma que inició no, que como hemos visto más adelante, es un capricho analítico, que no tiene bases históricas, Antonio también critica mi propuesta de transitar de un patrón de desarrollo basado en recursos naturales hacia uno centrado en el capital humano. Aunque coincide en que el extractivismo es insostenible para la economía boliviana, expresa escepticismo respecto a la viabilidad de un modelo basado en la educación y la innovación. Sin embargo, ignora una vasta literatura académica que respalda la importancia del capital humano en la productividad, la diversificación económica y el desarrollo. Estudios empíricos muestran una correlación significativa entre la mejora del capital humano y el crecimiento económico, aunque esta relación no sea lineal ni automática. Proponer un cambio de paradigma no es un acto de voluntarismo, sino una apuesta fundamentada en evidencia histórica y teórica. Cada avance significativo del capitalismo ha estado asociado a visiones colectivas y esfuerzos coordinados, desde la Revolución Industrial hasta la era digital.


Finalmente, Antonio cuestiona la capacidad de los políticos y economistas para proponer soluciones, argumentando que no son "sabelotodos". Sin embargo, su propia postura, que aboga por un Estado mínimo y confía ciegamente en el mercado, es en sí misma una forma de prescripción que emerge del análisis económico. La idea de que solo los individuos, guiados por las señales del mercado, pueden tomar decisiones óptimas, es una propuesta teórica que requiere de un marco institucional y político para su implementación. Promover la educación y el capital humano no contradice esta visión; por el contrario, empodera a los individuos para tomar decisiones informadas y contribuir al desarrollo colectivo.


En conclusión, el debate entre mercado y Estado no puede reducirse a una dicotomía simplista. La economía es una disciplina compleja y dinámica, que requiere de un enfoque pluralista y basado en evidencia. Agradezco a Antonio por su contribución al debate, pero insisto en la necesidad de superar las simplificaciones y abrazar un diálogo más riguroso y constructivo basado en la ciencia y no así en el chamanismo.

Sunday, February 2, 2025

¡Viva la educación. Carajo!

 1. La crisis económica y la necesidad de un cambio estructural


Según una encuesta difundida por el empresario Marcelo Claure, el 76% de la personas ven la  crisis económica como el punto más importante de la actualidad. Así mismo, un 87% demanda un cambio radical en la economía.

Si bien, es claro que este es el problema, probablemente la percepción o el significado de lo que es una crisis económica puede ser diferente. También hay diferencias en lo implica un golpe de timón. Por un lado, hay crisma macroeconómica, inflación, desaceleración de la economía, precariedad laboral, déficit fiscal, escasez de dólares y combustible, etc. Pero también estamos frente a una crisis estructural de agotamiento del patrón de desarrollo y del modelo económico. A partir de esta perspectiva después de 200 años de modelo extractivista de resultados pobres. Existe la oportunidad de simultáneamente atacar ambas dimensiones de la crisis, es decir, cambiando el patrón de desarrollo y encaminándose a un modelo económico basado en el emprendimiento privado, el aumento de la productividad  y con un estado emprendedor, de base local e inteligente. En mi opinión esta es cambio de 360 grados en la economía. El cambio solo del modelo, hacia uno privado, es caminar en círculos. Breve nota conceptual. Patrón de desarrollo de desarrollo es la manera que una sociedad genera su riqueza y modelo es la forma que lo administra. 

2. Medidas urgentes para enfrentar la crisis

Las medidas urgentes para enfrentar la crisis son bien conocidas en el ámbito de las políticas económicas. No son monopolio de ninguna escuela económica en particular, sino que son acciones sensatas que cualquier persona tomaría si perdiera entre el 30% y el 40% de sus ingresos y quisiera mantener su nivel de gasto. Entre estas medidas destacan: un recorte significativo del gasto público (cierre de empresas estatales ineficientes, reducción del empleo en el sector público, eliminación parcial de subsidios insostenibles y eliminación de gastos superfluos como la propaganda gubernamental), la recuperación de la independencia del Banco Central de Bolivia y la implementación de políticas monetarias más restrictivas. Además, es crucial buscar nuevas fuentes de ingresos. Propongo una reforma tributaria que reduzca los impuestos para quienes sostienen la economía boliviana desde hace décadas, mientras se amplía la base tributaria para incluir a nuevos actores con gran capacidad de pago, como los cocaleros, gremiales, cooperativistas, mineros y el sector agropecuario a gran escala. En resumen, no queda más que ajustarse el cinturón pero se deben crear políticas sociales para atenuar la crisis para los más pobres.

3. El desafío de transformar el patrón de desarrollo

El gran desafío es estabilizar el vuelo de la economía en cuanto se cambian las turbinas. Esto implica transformar el patrón de desarrollo de Bolivia. Transitar del extractivismo hacia un nuevo patrón de desarrollo basado en el capital humano, es decir, en las ideas y la innovación. Este es un viraje radical.

Para ello, se necesita un shock educativo que debe ser impulsado por el Estado, el sector privado y la sociedad civil. Este cambio no solo implica estabilizar la economía, sino también curar las dolencias estructurales del país. El ajuste necesario debe tener un propósito claro: elevar el nivel educativo de la sociedad y mejorar el capital humano en todos sus niveles. Esto requiere reformas profundas en universidades, colegios, institutos técnicos y sistemas de educación formal, pero también reinventar la forma en que aprendemos desde las empresas, las instituciones y las familias. La sociedad y su estado, de preferencia desde lo local, se coloca la misión de la conquista de planeta educación. El shock de capital humano se convierte en el centro de las políticas públicas.

4. Shock educativo y programas educativos innovadores

Aunque comúnmente se cree que los cambios en la educación formal toman años en dar resultados, es crucial comenzar a implementarlos de inmediato en Bolivia. El primer paso es cambiar la Ley Siñani. Sin embargo, también es posible generar un impacto rápido reinventando la educación mediante programas paralelos que aprovechen la tecnología digital y la inteligencia artificial. Se pueden desarrollar bootcamps en municipios, barrios para capacitar a trabajadores del sector informal, programas intensivos de entrenamiento en empresas para mejorar la productividad y plataformas de aprendizaje basadas en IA para personalizar la enseñanza.

5. Ejemplos internacionales de un shock educativo exitoso

Ejemplos internacionales demuestran la viabilidad de un shock educativo: en Singapur, el programa SkillsFuture permite a los ciudadanos acceder a formación continua subvencionada para mejorar sus habilidades; en Finlandia, iniciativas como Elements of AI han capacitado gratuitamente a miles de personas en inteligencia artificial; en Estados Unidos, empresas como Google y Microsoft han lanzado certificaciones digitales que permiten a los trabajadores insertarse rápidamente en sectores tecnológicos.
En América Latina, varias iniciativas han mostrado resultados positivos en poco tiempo. En Brasil, Descomplica ofrece educación accesible en línea con cursos intensivos para jóvenes y adultos que buscan mejorar sus competencias laborales. En Colombia, el programa Misión TIC capacitó a más de 100,000 personas en programación y tecnología para mejorar su empleabilidad. En Argentina, Codo a Codo es un bootcamp gratuito impulsado por el gobierno que ha permitido a miles de personas ingresar a la industria tecnológica.

Además, el sector privado ha liderado esfuerzos clave en la región. En México, Platzi ha revolucionado la educación en línea con cursos en tecnología, negocios y habilidades digitales, brindando acceso a formación de calidad sin necesidad de educación formal prolongada. En Brasil, Rocketseat ofrece formación intensiva en programación con metodologías ágiles enfocadas en la empleabilidad inmediata. En Argentina, el programa Henry es un bootcamp de desarrollo web que cobra a los estudiantes solo cuando consiguen empleo, asegurando así una capacitación accesible y efectiva. En Bolivia, tenemos el ejemplo del Técnico Superior en Emprendiendo de la UCB y el Banco Mercantil Santa Cruz o Hombres Nuevos del departamento de Santa Cruz. Por supuesto, en el país existen decenas de otros programas educativos impulsados por ONG.

Bolivia puede adoptar estrategias similares, combinando el esfuerzo público y privado para aumentar la productividad de la economía en el corto plazo a través de programas educativos ágiles, accesibles y apoyados en inteligencia artificial y tecnología digital. 

A nivel estructural, la educación es el puente que permitirá a Bolivia transitar del extractivismo hacia la Cuarta Revolución Industrial. El país debe dar este salto para insertarse en la economía del conocimiento y la digitalización. Las oportunidades se encuentran en una minería integrada a la transformación energética global, una agricultura basada en productividad y tecnología con un enfoque sostenible, y en la industrialización de los servicios, como el turismo, el desarrollo de software y la gastronomía, sectores que pueden conectar a Bolivia con el mundo y generar un crecimiento sostenible.

6. Opciones de financiamiento para la educación

¿Cómo financiar estos cambios en el tejido básico de la sociedad? La clave está en reasignar recursos de manera eficiente y fomentar esquemas innovadores de financiamiento. Cada centavo recuperado de la corrupción debería destinarse a la educación, al igual que los ahorros generados por la eliminación de subsidios ineficientes, como el de los hidrocarburos. Estos fondos podrían canalizarse hacia un Fondo Nacional de Innovación Educativa, que financie tanto programas de educación formal como iniciativas de formación continua en el sector privado y público.

Para incentivar la participación del sector empresarial, se pueden establecer créditos fiscales para empresas que inviertan en educación, replicando modelos como el de Singapur, donde el programa SkillsFuture otorga subsidios directos a ciudadanos para formación en nuevas habilidades, financiado en parte por contribuciones empresariales. También se pueden adoptar bonos de impacto social, como en Reino Unido, donde los inversores financian programas educativos y reciben retornos si se logran objetivos medibles, como mejoras en el rendimiento académico o empleabilidad.

Otra vía es el uso de fondos soberanos, como el de Noruega, donde parte de los ingresos de los recursos naturales se destinan a inversión en educación y tecnología. Bolivia podría estructurar un modelo similar, asegurando que los ingresos de la explotación de litio financien programas educativos especializados en ciencia, tecnología e innovación.

Por otro lado, el crowdfunding educativo ha demostrado ser efectivo en países como Estados Unidos y Alemania, donde plataformas como DonorsChoose y Betterplace permiten que individuos y empresas financien directamente proyectos educativos específicos. En América Latina, iniciativas como Enseña por Colombia han logrado captar recursos del sector privado para mejorar la educación en comunidades vulnerables.

Finalmente, los acuerdos público-privados pueden jugar un papel clave, como en Brasil, donde el programa PRONATEC ha vinculado a empresas con instituciones educativas para ofrecer capacitación técnica financiada tanto por el Estado como por el sector productivo.

Estos modelos muestran que transformar la educación es posible cuando se combinan estrategias innovadoras de financiamiento con políticas públicas efectivas. Bolivia tiene la oportunidad de diseñar un esquema sostenible que impulse un shock educativo, asegurando que la inversión en capital humano sea el motor de su desarrollo económico.

7. Educación y libertad

La libertad es el valor de valores, es un valor fundamental en toda sociedad, pero su ejercicio no es homogéneo entre los individuos. Como señala el premio Nobel de Economía Amartya Sen en su enfoque de las "capacidades", una persona en situación de pobreza no posee las mismas oportunidades para ejercer su libertad de manera efectiva. En este sentido, la educación desempeña un papel crucial al proporcionar las herramientas necesarias para que todas las personas puedan desarrollar su potencial y tomar decisiones de manera autónoma. Garantizar el acceso equitativo a la educación no solo amplía las libertades individuales, sino que también fortalece, aumentando la productividad, el desarrollo social y económico. Por lo tanto: ¡Viva la educación. Carajo! 

!!Es la educación, estúpidos!!

Hace años, en plena campaña electoral, un asesor de Bill Clinton lanzó una frase que sacudió la política estadounidense: “Es la economía, es...