Friday, September 25, 2009

Todo depende del cuero de la billetera

Los estímulos fiscales son el último grito de la moda entre los economistas. El Estado ha vuelto a sacar la billetera para corregir los excesos del mercado financiero y para avivar el fuego del crecimiento que se había quedado sin oxigeno privado. En la mayoría de los países tierras, máquinas y personas están paradas. Para combatir la recesión y el desempleo, volvió el arsenal del pensamiento keynesiano. Aumentar el gasto y la inversión pública, reducir impuestos, crear bonos y otras transferencias son los caminos para reactivar el consumo y la demanda agregada.

En una primera aproximación, la receta fiscalista tiene mucho sentido. En la actualidad, por diversas razones, el sector privado interno ha dejado de invertir. El Estado debe gastar para contrarrestar el ciclo recesivo. Como en el mundo académico los consensos no existen, el debate sobre la eficacia de políticas fiscales contra cíclicas es intenso.

Cuando una economía está en una situación de casi pleno empleo, o está atravesando una pequeña desaceleración de la economía, utilizar incentivos fiscales puede ser ineficiente y más bien generar inflación. Ahora si la economía está en profunda recesión, ciertamente inyectar dinero a la economía puede ser muy efectivo, sin embargo, aquí hay que tener cuidado y volver a conceptos antiguos como políticas de sintonía fina. ¿A qué sectores o grupos, el Estado les transfiere la marmaja? Esta es una pregunta central en el pensamiento keynesiano. Si el apoyo fiscal se brinda a un sector obsoleto de la economía, su impacto también será de corto alcance. Por ejemplo, muchos economistas sostienen que la recuperación que se ha producido en los últimos meses en la economía de Estados Unidos, es de corto alcance porque los estímulos fiscales estuvieron dirigidos a una industria automovilística atrasada, tanto desde el punto de vista organizativo como tecnológico, y a un sistema bancario que no ha hecho mea culpa real por haber convertido las finanzas mundiales en un gran casino. Sangre financiera para zombis no funciona en el mediano plazo. Si la billetera del Estado se abre para infraestructura su impacto reactivador será mayor y más sostenible.

La efectividad de la política fiscal expansiva depende también del impacto que tenga sobre la tasa de interés de la economía. El keynesianismo clásico sostiene que un mayor gasto público, aumenta la demanda de bienes y también de dinero, y por tanto, provoca la subida de las tasas de interés. Con el precio del dinero más caro, la inversión privada se contrae. Lo que se gana con una mayor intervención estatal se pierde con la inhibición del sector privado. Esto se conoce técnicamente como el efecto desplazamiento (crowding out). En este contexto para que los estímulos fiscales sean efectivos, la política monetaria también debe ser contracíclica. Es decir que las autoridades monetarias deben bajar las tasas de interés.


Todo lo anterior le puede parecer muy técnico, pero la sabiduría popular de mi barrio de San Pedro decía que los poderes de la billetera, de mayor o menor gasto, dependían del cuero de cocodrilo con la que estaba confeccionada ésta y de la forma de frotarla. Si el cuero correspondía a la espalda, era una billetera neoliberal, no crecía, pero si el cuero provenía del prepucio del animal, la billetera era neopopulista, al frotarla crecía rápidamente, inclusive hay casos que la billetera se convierte en maleta.

3 comments:

David Navarro said...

Qué otras opciones habrían a la del estímulo financiero del estado? Acaso es creíble que el sistema bancario se autoregule, genere un proceso darwiniano de liquidación de los más ineficientes (especuladores) y sobrevivencia de los más hábiles. Buscaría el sistema financero de reinventarse con nuevos sistemas de reglas del juego que protejan a la inversión privada de las apuestas financieras que no generan valor? Si el libre mercado no atina a regularse sus excesos, ni regenerarse por sí solo, entonces no hay otra opción a una intervención del estado tutelar de la economía? De haber otras salidas, sí las hemos visto en la historia. Paul Kennedy ha sugerido que la historia tiene un dinamismo pendular entre crecimiento económico, alcanzando un climax, y guerras. Estaremos entrando a este escenario si darnos cuenta?

Anonymous said...

Me parece estar leyendo los capitulos 3, 4 y 5 de Dornbusch y Fischer (5ta edicion). Esperemos que los hacedores de políticas recuerden sus cursos de macroeconomía y que la teoría que aprendimos todavía sea válida...

Anonymous said...

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