Las ciudades existen gracias a los recuerdos, las localidades se vuelven mágicas en virtud a las esquinas construidas en las memorias de la niñez. Este 20 de mayo del 2010, Villazón cumplió 100 años firmes de historia. Tres cosas me marcaron de esta localidad suspendida en la frontera sur de Bolivia. La puntualidad de los vientos, la cultura del tren y la efectividad del tipo de cambio. Conocida como “el diamante que se pule sólo”, esta región colinda con la Argentina y con mi mejor pasado.
Tal vez pocos conocen que desde Villazón se fabrican, clasifican y distribuyen los vientos a todo Sudamérica. En el diccionario de los vientos, Yvetta Guerasimchuk muestra que otras regiones donde se cultivan los soplos son “el Valle de los vientos, en el noroeste de la China, la cima del Everest – llamada Reina de los Vientos -, casi toda la Patagonia (el país de las tempestades), y la capital de Namibia, Windhoek (comarca de los vientos)” .
Villazón es el refugio de los seguidores de los vientos, conocidos también como los anemófilos. En esta ciudad, los rituales secretos de adoración de las corrientes se los realizan en la estación del tren. En las cavernas de Matansillas, sacerdotes ciegos desarrollan la filosofía de los amantes de los vientos. Los sempiternos rivales de los anemófilos, son los anemofóbicos, grupos que tienen miedo de las brisas y otras ventiscas. Según Yvetta: “La historia de la humanidad conoce ejemplos de choques entre anemófilos y cronistas (nombre de guerra de la anemofóbia). Agrava la situación el que sean los cronistas quienes reflejan y analizan estos choques, con lo cual el número de sus victorias aumenta, quedando olvidadas las propias derrotas. Como los anemófilos están mas interesados en el futuro, en las disputas con los cronistas, ya sea con la espada o la pluma, demuestran siempre mejor preparación”. Los anemofóbicos militan fanáticamente en el pasado y no ven el futuro, son los maestros del espejo retrovisor, odian a las bocanadas de viento, al buñuelo de viento, al colchón de viento, a las escalas de viento, a la flor del viento, al mar de viento, a los molinos de viento, a la rosa de los vientos.
En Bolivia , el mundo de las ideas culturales, empresariales, productivas y de la esfera pública parecen estar dominadas por la cofradía de los cronistas que a nombre del cambio intentan encarcelar los vientos en cajas de cristales. Se presentan como revolucionarios pero en realidad son los infiltrados del pasado, son los anemofóbicos vestidos de parlanchines ovejas. Su misión es sólo acumular poder y detener el aire de la democracia. Desde Villazón, los militantes de los vientos, mantienen viva la llama de los huracanes. Lo hicieron en los últimos 100 años, lo harán en los próximos mil periodos.
El destino del tren, como la vida, es pasar y llevar los múltiples mensajes de los vientos a los cuatro confines del planeta. Villazón, en mi primera infancia y juventud, era una estación de tren rodeada de una ciudad. Ahora es una comarca sin las venas del ferrocarril. Amores, noticias, negocios, la política y sus achaques giraban en torno de las locomotoras y vagones. Un pituco coche cama, de origen indiscutiblemente ingles, hacia la ruta La Paz – Buenos Aires – La Paz dos veces a la semana. Por sus elegantes pasillos y el coqueto comedor circulaban la élite nacional viajante y los cultores de la sofisticada ciencia del contrabando. El tren también transportaba a los guerreros anemófilos que viajaban por el globo a sembrar el diccionario de los vientos. Además, el convoy integraba el altiplano con las pampas argentinas en pocas horas y hacia de la ciudad de Villazón, la más cosmopolita de los Andes. Por esta razón desde hace 100 años, por estos pagos sureños, se oye buen tango y se toma mejor vino.
El buen vino lo trajo el tipo de cambio, esto lo supe muchos años después cuando estudie economía. En ciertas épocas, en la mesa de mi casa no faltaba el dulce de leche Sancor, un buen bife de chorizo de carne argentina, que se deshacía antes de recibir el castigo del cuchillo Tramontina y el vino Toro, cuya consiga era: ”si vino al mundo y no toma vino, a que vino?”. En otras oportunidades debíamos conformarnos con el dulce de membrillo de Doña Hortencia, una carne altiplánica dura, que dió origen al famoso bife a la James Bond, (frío, duro y con nervios de acero) y el vino chapaco, que no estaba nada mal, pero que te dejaba un aliento de vaca mirando pasar el tren.
En mi tierna niñez estas transformaciones bruscas en la geografía alimenticia de mi mesa me parecían actos de magia, pero era el resultado del hechizo de las fluctuaciones del tipo de cambio. Mi primera clase práctica de economía internacional fue por lo tanto en la Villazón Business School, nombre que adopto mi blog, y que para conmemorar los 100 del “diamante que se pule solo”, lo invito a visitar (http://chavezbol.blogspot.com/).
No pude ir al agasajo de Villazón 100 años, pero lo festeje con un buen vino y lo que es mejor de todo, con los maravillosos recuerdo que tengo de mi querida ciudad, a la cual mi padre le dio sus mejor años de vida. Salud, Villazón, la ciudad que acuna los vientos.
Análisis económico y otras latitudes de la vida y el pensamiento
Friday, May 21, 2010
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5 comments:
!Salud al ombligo de los vientos!
Mi infancia esta relacionada con Villazon desde tres (o cuatro) generaciones antes de que se construya el FC que pasa a la Quiaca. Muy cerca, viniendo de Tupiza, mis tatarabuelos tenian una hacienda hermosa - con Hotel y Teatro - donde descansaron los ejercitos y arrieros,mineros y comerciantes, artistas y politicos que cruzaban a la otra banda del rio que llevaba a suelo argentino.
Talina, un nombre que esta sellado en mis sentires. Conoci Talina cuando tenia 4 anos, como un pueblo casi en ruinas, que con los relatos de un tio cobraba vida fascinante con bandas en los kioskos y elegantes que dejaban sus tareas mineras y agricolas para pasear en las noches de verano.
Cuando se inauguro el ferrocarril, el camino hacia el rio fue abandonado por todos y los habitantes, como el tio Baltazar se fueron a la Quiaca. El pueblo se murio, pero renacio en Villazon con toda esa cultura entre viento, arena y frio que abraza aun hoy a los descendientes de los contrabandistas, que se encargaron en gran medida de alimentar los ingresos de los funcionarios publicos de turno. Mi padre, viajero frecuente a Bs. Aires para su negocio de Cine y aparatos de proyeccion, instalo un precario local de proyecciones de peliculas, el Cine Rex. Puso a su hermano menor al cuidado del mismo y mis queridos primos Antezana nacieron lindos como su madre, la Tia Elsa.
Las vacaciones eran un premio y en ese "pueblucho" (comentario de una tia materna) fue gestandose algo que sello a toda mi familia. En Villazon se juntaban las revistas de 6 meses, a las que mi padre nos suscribio. Y cada vacacion de invierno y final, regresabamos con las cajas cerradas, para abrirlas en Oruro. Como se dan las cosas, mi hermana mayor, muchachita hermosa se caso en Villazon con un cadete.
Mis tios se quedaron hasta hace poco, mis primos mayores residen alla. Estoy paseando en medio de la tierra, el viento y la gente apurada para llegar a la Estacion donde se abrian y cerraban historias.
Con todo el carino, para mi Villazon querido,
su devota paisana orurena,
Virginia A. Antezana J.
Virginia
Lindas raices las que describes, siembre es bueno que un ciudad nos marque la vida, major aun es recordarlo
Saludos a la familia Antesana, pioneros del cine en el sure de Bolivia
Gonzalo Chavez
Tengo que felicitar a GCh por su nota inspirada, creativa y pintoresca, calzando su versión del devenir de país con una acuarela casi onírica de su pueblo natal. Gonzalo plasma en una proposición metafórica con hábiles pinceladas esta tragicomedia que parecemos, o quise decir padecemos, vivir.
Aunque coincido con que los anemofóbicos se debaten en el pasado, desandando sus huellas, y tratando de reeditar las falacias explícitas de sus doctrinas, acarrean consigo la esperanza ingenua del resto, no comparto que balen como ovejas sino que disfrazados de ovejas democráticas comienzan a dejar entrever sus garras y fauces licántropas.
No es sólo la hambruna por el poder total que impulsa a los anemofóbicos, es también la certeza de omniscincia. Es la mezcla de empecinamiento con su sobredosis de fanatismo por ideas definidoras de realidades, que no han podido superar aún demostrado sus dramáticos descalabros en lares del orbe.
Los vientos se engendran en pasiones. Las pasiones de crisis y sufrimiento, de estoicas esperanzas, de visiones proféticas. De necesidades maslovianas acorraladas.
Me uno a las felicitaciones a Villazón, pueblo querido que me ha visto pasar y repasar tantas veces!
Buen descanso para un fin de semana suave, en el que no importan más los del partido obrero.
Muy buena nota con referencia a Villazón, y me quedo con lo que dijiste "Villazón Business School" pues también el pago es mtivo de inspiración y motivación de muchos, dejo aquí en tu blog un saludo fraternal por tan importante fecha.
http://www.villazonbolivia.com
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