Comparto mi columna Dominguera
La informalidad, fase superior del capitalismo
Toda vez que desde la cúspide del poder nacional se anuncia la llegada del socialismo, algunos conocidos se me acercan, repletos de susto pequeño burgués, y me preguntan dónde está el nuevo sistema. ¿Ya cruzó las fronteras? ¿Está en Patacamaya? Mi primera reacción es beneficiarme de su terror ideológico y les digo que el susodicho socialismo está bajando, en barcas, por el Choqueyapu, que más bien, aprovechen y me vendan sus casas, a precio de gallina muerta. Como no me funciona el oportunismo comercial en pleno boom de la construcción, les ofrezco algo más modesto: los invito a un paseo por la Feria 16 de Julio en El Alto, donde 250 mil devotos de Adam Smith comercian de todo. La misma escena se podría repetir en varios mercados del país.
Obviamente los llevo en un minibús chuto y hacen compras, en el paraíso de la informalidad comercial, a manos llenas. Es un viaje a Manchester en 1830, cuna del libre mercado. El paseo sociológico los calma inmediatamente. Concluyen que con esa pujanza y furor capitalista, el socialismo anunciado en los discursos no llegará a estas tierras del Señor, ni el día del segundo arquero. Los más sagaces creen que no es mala idea llamar a este reino de la mano invisible de camino al socialismo a la boliviana, aunque Charly Marx se revuelque de rabia en su sagrada tumba. Otros, más intelectualizados, sostienen -para fraseando a Lenin- que en el país la informalidad es la fase superior del capitalismo.
En los años 80, durante la década perdida en América Latina, las actividades informales fueron entendidas como estrategias de sobrevivencia frente a la crisis recesiva y del desempleo. La informalidad era vista como un refugio de la gente en cuanto el aparato productivo se recuperaba. Además, reflejaba el desencuentro entre el crecimiento demográfico, la urbanización desordenada y la falta de creación de puestos de trabajo.
Frente al desempleo, pequeñas empresa y comercios eran interpretadas como tablas salvavidas en un mar enorme de la pobreza, incapaces de generar acumulación o ganancias. En los 90, Hernando de Soto, en su libro El Otro Sendero, revalorizó el sector informal y vio en éste un pujante capitalismo de los pobres que surgió por las excesivas regulaciones estatales.
La burocracia, la tramitología y el exceso de cargas salariales e impositivas llevaban a los emprendedores populares a crear actividades en el sector informal. De Soto afirmaba que las economías del continente eran duales, formales e informales. En el mismo periodo, Alejandro Portes y Manuel Castells rompieron con la lectura dicotómica y sostuvieron que la informalidad en América Latina tenía una relación estructural con la formalidad; en realidad, era la otra cara de la misma moneda del desarrollo desigual y precario. Éste se basaba en redes sociales y empresariales formales e informales que se acomodaban al exceso o carencia de regulación gubernamental. Para una revisión bibliográfica profunda sobre el tema ver el trabajo de Fernanda Wanderley en la revista de Anpocs, Brasil.
Teniendo como referencia este contexto conceptual, ¿qué ocurrió con el sector informal en Bolivia durante la bonanza económica de los últimos ocho años?
En términos absolutos, la economía informal sigue siendo muy grande en Bolivia y ha tenido un impulso significativo en sectores como: el comercio y los servicios.
En efecto, se estima que cerca al 70% de la población económicamente activa trabaja en la informalidad. Ésta es una de las tasa más altas de América Latina. La participación en el PIB estaría alrededor del 23%.
En términos relativos, debido a boom económico, hubo un ligero crecimiento del empleo en el sector formal. Eso se verifica, por ejemplo, en el crecimiento de los funcionarios públicos y un mayor dinamismo del sector privado. Según Fundempresa, desde el año 2002 a la fecha se crearon 153.000 empresas, siendo que el 80% de estas son unipersonales.
También, el crecimiento del sector formal se refleja en las mayores recaudaciones en el mercado interno y el boom en el comercio y los servicios. Por ejemplo, las ventas de supermercados y restaurantes subieron en 853% y 600%, respectivamente, entre 2005 y 2014.
A pesar de estos avances, la persistencia de la economía informal tiene razones estructurales, hechos que respaldan las hipótesis de Portes y De Soto, pero también se explica por ciertas políticas públicas adoptadas en los últimos tiempos, como ser: la apreciación del tipo de cambio real, lo que fomentó significativamente la importación formal e informal. Es en estas actividades donde se concentra la mayor cantidad de empleo. Asimismo, a pesar de sus buenas intenciones distribucionistas, las políticas salariales (incremento del salario mínimo y doble aguinaldo) y la sobre protección legal del trabajador aumentaron los costos de las empresa, generalmente las de menor tamaño y productividad. La reacción de muchas ellas fue pasarse a la informalidad, parcial o totalmente, y las nuevas optaron comenzar sus negocios en la economía subterránea.
En suma: no es posible entender el éxito macroeconómico sin evaluar la persistencia del sector informal. Todo indica que en Bolivia la informalidad es la fase superior del capitalismo, como sospechan los que visitan nuestros principales mercados callejeros.
Análisis económico y otras latitudes de la vida y el pensamiento
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