Monday, January 25, 2016

Mi Regreso, la saga del oro negro y otras hierbas analíticas

Vuelvo a mi trinchera dominical con "mi cañón de futuro” (S. Rodríguez) cargado de palabras y sentimientos, o será más bien que retorno a mi diván psicoanalítico donde descargo mis sombras y miedos, pero también mis esperanzas. 

Confieso que he extrañado su compañía, amable lector. He sentido una enorme falta de escribir, aunque en estas vacaciones leí bastante, lo que es una forma de reciclaje de la propia escritura. Además, siempre he pensado que leer lo que otros escriben es una forma de retribuir la compañía y amabilidad de los que a uno lo leen.

Escribir y leer, por supuesto, son actos anónimos y solitarios, pero son hermanos gemelos. Con frecuencia constatamos que vivimos en un mundo donde la gente no se escucha. Todos sólo queremos soltar el verbo y que el resto calle. Leer es una forma de aprender a oír de manera pausada al otro. Este fin de año, el teclado paró y he escuchado a varios escritores y narradores, en particular a un neurólogo maravilloso, Oliver Sacks, con quien me identifico mucho porque, desde una ciencia dura, como la medicina,  ama escribir para un público más amplio. 

En mi caso, con mucho menos talento, por supuesto, tengo pasión por la escritura, aunque también provengo de una formación profesional muy técnica, como es la economía. El doctor Sacks, en su libro autobiográfico  En movimiento. Una vida,  sostiene que escribir es pensar con el papel. En mi caso, que es pensar con el computador, es hablar con los dedos del alma, es simplificar un mundo y una coyuntura económica, social y política que se esmera por complicarse. Pues bien, sin más preámbulos, comencemos la jornada 2016, cuyo inicio económico no es muy halagüeño.

Con pesar y preocupación se observa la caída libre del precio del petróleo (indirectamente del gas natural) y el autismo político e ideológico de la cúpula del poder que dice que aquí no pasa nada, inclusive si el precio del petróleo llegara a 10 dólares. Pero más allá del optimismo oficialista, veamos qué está pasando  primero en el mercado del petróleo en el corto plazo y, segundo, cuáles son los nubarrones que se levantan sobre la economía boliviana. 

La semana que termina, el oro negro se cotizó a 26 dólares el barril, se despeñó de la altura de los 110 dólares hace más de un año. Esta fuerte reducción se explica por factores de demanda y oferta. La desaceleración de la economía china y otras emergentes han dado como resultado una menor compra de este energético. Asimismo, se ha reducido la demanda especulativa por petróleo. Después del desplome de las bolsas de valores, en 2008, muchos inversionistas se refugiaron comprando papeles a futuro de materias primas, como el crudo, disparando sus precios artificialmente. Ahora que los mercados bursátiles de las grandes economías se han recuperado, la demanda especulativa por petróleo ha bajado.  Por el lado de la oferta, el mercado está inundado de petróleo por los productores tradicionales, como Arabia Saudita, Irak e inclusive Irán, que ha vuelto al ruedo después del embargo. La estrategia de largo plazo es acabar con la competencia de los productores no tradicionales del oro negro, a saber Estados Unidos, que utiliza costosas técnicas de fragmentación para extraer petróleo de las arenas y rocas, y/o los productores de petróleo de altamar, que atraviesan kilómetros de agua y tierra para sacar crudo gastando mucho dinero.

Se estima que los productores tradicionales tienen un costo de extracción de cinco dólares por barril; ciertos jeques árabes picotean su jardín y encuentran petróleo. Ahora, el valor de extracción de los no tradicionales es mucho mayor, algo como 30 o 40 dólares. Así que cuanto más bajo el precio del oro negro, menor oferta de mediano plazo de Estados Unidos, por ejemplo. Éstos, a su vez, buscan hacer más innovaciones tecnológicas para bajar costos. Es una disputa compleja por el mercado presente y futuro del petróleo y el gas natural, donde también intervienen factores políticos y diplomáticos imprevisibles, como el terrorismo o las guerras, que pueden modificar el comportamiento de los precios.

A esto se suma el hecho de que el cartel del petróleo (OPEP) está de capa caída, sumida en disputas complejas, como la que existe entre Arabia Saudita  e Irán, que le impiden establecer cuotas de producción para recuperar precios. Todos estos elementos hacen que el escenario de precios del petróleo no sea muy alentador, continuará a la baja.  Mientras tanto, por estas tierras el autismo ideológico oficialista frente a la caída del petróleo continúa, pero los datos son preocupantes. En 2015, las exportaciones totales cayeron en un casi 40%, incluido el gas natural. Los ingresos del Estado también se redujeron, el déficit público fue del 6,6% del producto. Las reservas internacionales del Banco Central bajaron en 2.000 millones de dólares en  2015. El tipo de cambio real se apreció más aún. El optimismo económico de los dueños del poder descansa en la idea de que el motor del mercado interno -impulsado por la elevada inversión pública, más de 5.000 millones en 2015 - es suficiente para sobrevivir al fin del superciclo de las materias primas. 

Se habría ahorrado lo suficiente para pasar el mal momento y también podríamos conseguir ahorro externo, endeudándonos. La apuesta a la magia de la inversión y gasto público y los préstamos internacionales tiene límites y está relacionado con la calidad del financiamiento.  Dos variables son centrales para definir el futuro: el tiempo que durará la marea baja de los precios de las materias  primas y el tamaño de la alcancía del Estado.

Pequeño comercial: el próximo domingo analizaré el repetitivo discurso-informe del Presidente, que nuevamente torturó los datos hasta hacerles cantar en No mayor la melodía del proceso de cambio. También le dedicaremos unas palabras al corto discurso del Vice, que acuñó un nuevo y coqueto término: extractivismo temporal.  

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