Monday, April 11, 2016

Del llunku, su manual

En este domingo de abril un poco de economía institucional. Va mi artículo por extenso. Al que le caiga el guante que se lo chante. Al resto mi respetos.

Después de la derrota en el referendo del 21 febrero, el Gobierno ha anunciado que saldrá a la caza de todos aquellos funcionarios públicos que no comulguen con la religión del proceso de cambio. Seguramente mucha gente debe estar con el Jesús en la boca por esta prueba de intolerancia ideológica. Con el ánimo de permitirles un mejor camuflaje en las entrañas del Levitan criollo y darles una sobrevida laboral a estos ciudadanos, me permito compartir con ustedes el manual del perfecto neorrevolucionario o, puesta de manera más coloquial, del llunku, su manual.

Para comenzar, un buen  neorrevolucionario siempre canta el Himno Nacional levantando, coquetamente, la mano izquierda en puño a la altura de la oreja y hace suya, en su mirada y gesto corporal, la frase del Che, que decía que hay que endurecer en la lucha, pero jamás perder la ternura. Las sacrosantas estrofas de la canción patria deben ser entonadas con viva voz, mirando el horizonte luminoso del cambio.

Si hay un jefe influyente en el acto, se recomienda cerrar ligeramente los ojos para darle más emotividad al momento. La vestimenta del buen neorrevolucionario es un sobrio pantalón negro coronado con una camisa tipo Mao y el ya clásico saquito con algún motivo andino en la solapa. Para las mujeres, pelo recogido y trajecito sastre. La referencia aquí, para no equivocarse, son las autoridades del Ministerio de Relaciones Exteriores, la vanguardia de la elegancia neorrevolucionaria.

Ahora bien, un neorrevolucionario de pelo en pecho que se respeta debe ser autodidacta. Obviamente no tuvo tiempo de formarse, o porque estuvo en la resistencia o porque organizaba la guerrilla. Ahora, si usted tuvo la desgracia de estudiar, peor si es en el exterior, oculte sus títulos o diplomas, no le servirán de nada. Ahora, siempre puede presumir que ha leído muchos libros, pero nunca diga que ha leído más que la luna stalinista para no opacarla.

En su biblioteca personal no deben faltar algunos libros del Vice y los neomarxistas. Si trabaja en el área económica, asegúrese de tener los trabajos de Rui Mauro Marini y Theotonio de Santos. Ahora, un imprescindible es Lenin, se recomienda tener en algún lugar visible de la oficina El imperialismo fase superior del capitalismo.

Por supuesto, debe de botar espuma por la boca si depara con un libro de Adam Smith o cualquier enano intelectual local.

Una condición imprescindible del neorrevolucionario es que, por lo menos, posea un 47% de alma de mascota o, si quiere ponerlo de manera más épica, tenga la actitud de un soldadito de plomo del proceso, practicar el centralismo democrático con furor y odiar a los librepensantes, pequeños burgueses sin conciencia.    

En términos musicales, a un militante del proceso de cambio le debe gustar las guitarreadas con vino barato y debe saber cantar todas las músicas de Silvio Rodríguez. A escala nacional, es recomendable  ser cultor de los Kjarkas y se sugiere saber de memoria la alineación de la Selección nacional del 94. No sería extraño que se encuentre con algunos de ellos en los pasillos del poder.

Un buen compañero ve sistemáticamente el canal estatal y Abya Yala. En estos canales se baja la línea ideológica política. También, de taquito, sabrá qué tipo de noticias puede comentar en la oficina. Además, una vez a la semana, llegue con su periódico Cambio bajo el brazo, le dará estatus entre sus colegas.

Asista religiosamente a las entrevistas del Vicepresidente, especialmente a aquellas realizadas por "periodistas” obsecuentes. Tenga a mano una libreta de apuntes para las frases de efecto y para interpretar las sabias metáforas del poder. Aprenda a leer entre líneas para interpretar al líder. No confunda lo que dijo con lo que quiso decir y, antes de emitir algún criterio, escuche a los intérpretes de turno.

En los actos públicos aplauda fervorosamente. No deje de participar en marchas, desfiles y otras actividades, pero hágalo siempre sacando el pecho y con aire marcial. No olvide pedir su ficha al final. Colecciones de éstas le pueden servir en un momento de emergencia.

Asista sistemáticamente a los partidos de fútbol donde juega el Presidente, son transmitidos por el canal estatal, y en la oficina haga comentarios deportivos sobre el desempeño del primer hombre del país. Elogie los goles y los golpes. Ésos son varios puntos en el camino al Nirvana revolucionario.

Ahora, una recomendación muy importante: todos los problemas sociales, económicos, institucionales, organizacionales, inclusive las peleas con su media naranja pueden ser atribuidas a la acción oscura del imperio y la derecha chupasangre. Frente a cualquier problema invente alguna teoría conspirativa. Sea imaginativo. Por ejemplo, si no puede entregar un informe a tiempo, denuncie que fue por culpa de los Mariners, a los cuales usted vio bajando por el Río Choqueyapu.

Finalmente, es recomendable que no lea esta columna en público. Sospecharán que lo están adoctrinando. Refúgiese en el baño o tránquese en algún armario y jamás reproduzca la idea vertida en este espacio. Hable pestes de este opinador de domingo, puede que le regalen una computadora Quipus. No se olvide de que los patrulleros ideológicos están en todas partes, listos para sacar sus metralletas de adjetivos: vendepatrias, neoliberales y otras cosas peores.

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