Monday, November 21, 2016

Poncio Pilates abraza el proceso de cambio

La crisis de abastecimiento de agua en la ciudad de La Paz probablemente es el evento que mejor retrata el modelo de política pública populista de los últimos 10 años. Éste se caracteriza por atravesar tres etapas: 1) Se anuncia la política o programa de manera grandilocuente con una avalancha de propaganda. 2) El diseño es improvisado, la puesta en marcha es defectuosa e ineficiente y finalmente fracasa, algunas veces con sospechas de corrupción. 3) Cuando se "descubre” el fiasco o el acto de corrupción, comienza la liturgia inspirada en Poncio Pilatos: los de arriba le echan la culpa a los de abajo. Veamos esta secuencia en el caso del racionamiento de agua en la sede de Gobierno. 
 
 A partir de la guerra de agua en Cochabamba, el año 2000,  la escasez de agua se convirtió en un tema nacional y central de la agenda de la política pública, y en una de las principales reivindicaciones de los movimientos sociales que se vincularon, posteriormente, al proceso de cambio. En concordancia con ello, el Gobierno actual organizó su estrategia nacional e internacional para hacer del servicio de agua un derecho humano. Así entró este tema a la nueva Constitución Política del Estado y se convirtió en una de las banderas internacionales de la administración Morales. Por supuesto, el anuncio de la política creó una gran expectativa en la población, pero luego se ingresó en la etapa de la implementación. 
 
 Con esta consigna en mente se interviene y nacionaliza Aguas del Illimani, se la rebautiza como EPSAS y se anuncia una nueva era. Pero como en el pasado,  la nueva empresa estatal del agua en La Paz es otro ejemplo de libro texto del populismo improvisado. EPSAS muy rápidamente se convirtió en aparato de cooptación de grupos corporativos y en una fuente de empleo para la militancia.  Según se ha denunciado en la prensa,  el 50% de los gastos de la empresa se va en salarios. Así mismo, la gerencia técnica fue sustituida por entusiastas cortapalos sin ninguna competencia, todo esto bajo el patrocinio y conocimiento de la cabeza de sector: el Ministerio de Medio Ambiente y Agua (MMAyA). 
 
 Cabe recordar que EPSAS es una empresa de distribución de agua. Pero las líneas estratégicas y la inversión en el sector aguas están bajo comando del Ministerio.  Quien tiene que realizar el diagnóstico y la planificación de la política pública para el sector aguas es la cabeza de sector.  De hecho, esta instancia elaboró un Plan Maestro Metropolitano La Paz - El Alto, que costó 11,1 millones de bolivianos, donde hay amplio diagnóstico sobre la actual situación de los recursos hídricos en los ocho municipios del área metropolitana del departamento de La Paz. 
 
El Plan establece metas, en el corto plazo hasta 2023 y en el largo hasta 2036. La elaboración del plan ciertamente fue un Woodstock de consultores y burócratas, porque tiene  34 tomos. En este mar de informaciones, es de esperar que se hayan incluido, en el diagnóstico,  temas como: el aumento de la demanda de agua en las ciudades de La Paz y El Alto debido a la rápida urbanización; el impacto del cambio climático, que es un  problema muy conocido y de larga data; y los muy bien estudiados ciclos climáticos del Niño y la Niña que producen sequías e inundaciones. 
 
 Está claro que la responsabilidad es de MMAyA y es inadmisible que la cúpula del poder no conozca la política nacional de aguas. En este diagramado institucional, EPSAS es una pieza operativa que, por supuesto, no la libera de su incompetencia. El Plan fue presentado en mayo de 2015 y anunciaba una inversión de 6.000 millones de bolivianos para La Paz. Una primera observación que se podría hacer es: ¿por qué se tomaron 10 años para colocar en blanco y negro el problema del agua, que era uno de los puntos centrales de la agenda del proceso de cambio? 
 
 Un segundo punto es que, obviamente, el MMAyA no estuvo de brazos cruzados durante estos años. En efecto, hubo muchos proyectos, entre los más conocidos Mi Agua I, II y III a nivel nacional. En 10 años, la inversión pública en el sector fue  9.295 millones de bolivianos, valor muy superior al periodo neoliberal. El presidente Morales nos refregó estos datos en cada informe  a la nación, denunciando al capitalismo por los temas del calentamiento global y, ciertamente, estuvo en la inauguración de muchas obras. Entonces, es fácil concluir que la cúpula del poder conocía del problema del agua en La Paz y en Bolivia. 
 
 Entonces con todos estos antecedentes, ¿por qué diablos faltó agua en la ciudad de La Paz? ¿Por qué el único responsable del racionamiento es EPSAS? ¿La empresa no estuvo bajo el control político del Gobierno? ¿Los grupos corporativos se independizaron y controlan la empresa? ¿Qué pasó con las inversiones? ¿Se las hizo tarde?
 
 En este momento, cuando se presenta el racionamiento del agua en La Paz, surge la tercera etapa del populismo: todos se lavan las manos. Poncio Pilatos se hace oficialista. Comienza el ritual de la culpología. Se comienzan  a echar la culpa unos a los otros y, por supuesto, los que siempre pagan los platos rotos son los de abajo. El discurso oficial, las frases están listas:  se rompió la cadena de mando, desconocíamos el problema,  los gerentes o funcionarios fueron negligentes, se trata de saboteadores neoliberales, es la mafia de las alfombras voladoras, es una conspiración del imperio, cuando no, es una patraña más del cártel de la mentira y otras joyas del pretexto. 
 
 En el caso del agua, el Gobierno se lava las manos y echa la culpa a los ineptos de EPSAS. El regulador se lava las manos y le echa la culpa a los municipios de La Paz, que no se pusieron de acuerdo para crear una empresa de agua. La empresa se lava las manos y   echa la culpa al calentamiento global. ¡Patético! El resultado es que usted no tiene agua y no puede lavarse las manos. 
 
 Por supuesto, en todos los casos jamás es responsabilidad política de las cabezas del poder, quienes asumen carácter angelical y creen que todo se resuelve pidiendo disculpas. Bueno, aprovechando que están en el Olimpo, ¿qué tal convertir el vino en agua? Éste sería el milagro populista que abriría las avenidas del perdón popular paceño, aunque enojaría a los que creen que si vino al mundo y no toma vino, ¿a qué vino?

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