Sunday, May 28, 2017

La inversión pública y el extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde

queReducida la fuerza de los motores de las exportaciones que impulsaban el crecimiento económico hasta el año 2012, el Gobierno le ha dado un nuevo aire al Producto Interno Bruto (PIB) impulsando la demanda doméstica.  Un pilar central en esta estrategia es la inversión pública que viene creciendo, de manera significativa, desde 2006, aunque a tasas cada vez menores. En el periodo 2013-2014 ésta subió el 19%. Entre 2014 y 2015 la variable se incrementó en 9%. Finalmente, en el bienio 2015-2016 la inversión pública tan sólo subió en 3%. 


No obstante esta reducción los guarismo son impresionantes. El año pasado se alcanzó la cifra récord de 5.065 millones de dólares.  Definitivamente un salto espectacular.  Cabe recordar que en el año 2005 ésta llegaba  629 millones de verdes. Y, por supuesto, esto no para por aquí. El Plan de Desarrollo Económico y Social (PDES), mimosamente rebautizado como Agenda Patriótica 2025, propone pisar a fondo en el acelerador de la inversión pública. 
 
Hoy domingo de frío intenso, dos preguntas surgen en la callada y brumosa noche de la revolución. Primero, ¿cuál es el impacto de la inversión pública en la economía? Segundo, ¿es sostenible seguir el camino de la chequera gubernamental? ¿En economía, como en los pasillos del amor, billetera pública mata galán privado? 
 
Vamos por partes, como dice Jack el Destripador, que como veremos más adelante es coterráneo del Dr.Jekyll-Mr. Hyde.

 El grueso de la  inversión pública se destinó a infraestructura de caminos, energía y agua, pero también se dirigió a inversiones dentro de las empresas públicas. Prima fase, aquí estaría el secreto del éxito del nuevo modelo económico. Entretanto,  aún se requiere una evaluación independiente sobre la calidad y rentabilidad de estas inversiones públicas. De hecho, no han sido capaces de generar una nueva oferta, pública o privada, de exportaciones que amortigüen el deterioro externo. Pero la esperanza, el estandarte de los sueños, es lo último que muere. 
 
 En la actualidad, las inversiones estatales no se ven más que en el power point  de los jerarcas de la nomenclatura y no así en la generación de nuevos ingresos, cambios tecnológicos, diversificación productiva o aumentos de la productividad.  De hecho, existen dudas razonables sobre su rentabilidad ¿o cuál es el beneficio de coliseos donde sólo juegan los ratones? ¿o de aeropuertos donde no llegan aviones? ¿o museos sin gente? ¿o edificios que homenajean a la fealdad y son espejo de los egos del poder ? ¿o carreteras que no conectan polos productivos? ¿o plantas petroquímicas sin gas ni mercados? ¿o de ingenios azucareros sin materia prima?  ¿o satélites ciegos?  

 Buena parte de estas preguntas están conectadas a las utilidades que generan las empresas pública que se llevan   una gruesa parte de la inversión pública. Pues bien, en el periodo áureo de los precios de las materias primas, 2014, las utilidades de las empresa estatales llegaron a 7.371 millones de bolivianos. El año pasado  éstas bajaron a tan sólo 941 millones, esto se presenta una caída de -87%, por supuesto que el villano es YPFB, que afrontó precios del gas natural muy bajos. 
Quiere decir que ell milagro del éxito de la empresa se explica más por la suerte 
antes que por una buena gestión empresarial. 

Desde una perspectiva más macroeconómica, el comportamiento de la inversión pública evoca el extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde de la novela del inglés Stevenson, quien era una misma persona con  dos personalidades con características opuestas entre sí y que hacía de las suyas por las tenebrosas calles de Londres del siglo XIX.  
 
  En efecto, el Dr. Jekyll de la inversión pública del Estado central es un keynesiano de pies juntillos.  Desde lo alto del Gobierno, y sobre todo usando las empresas estatales, gasta la plata a manos llenas para impulsar la economía. En  2016 ejecutó el 70% de la inversión (3.526 millones de dólares), 19,6% más que el año pasado. Pero por las noches, en el mismo cuerpo, aparece el neoliberal Mr. Hyde que, al mejor estilo del Fondo Monetario Internacional (FMI), aprieta las guindas del gasto y la inversión pública y condena a los gobiernos locales y a las universidades a ajustes draconianos y a silbar finito. Las administraciones departamentales cortaron la inversión pública, entre el 2015 y 2016, en 37,9%. Las universidades redujeron sus gastos en 29,7%. Y los gobiernos municipales en casi 10%. 
 
Ahora, ¿cuán sostenibles son las aventuras de Dr. Jekyll? Pues desde el 2014 parte de la inversión pública se sostiene a través de déficits públicos, pérdida de reservas internacionales del Banco Central y mayor endeudamiento externo. En el 2016, el agujero fiscal fue de 6,6% del PIB, para el año que transcurre implacable llegaremos a 7,8%. Ahora, si las inversiones de la Agenda Patriótica llegan a sus metas, según el FMI, el déficit podría oscilar entre 15 y 20% del producto en los próximos cinco años. Así que tranquilo nomás doctorcito Jekyll , en algún momento va tener que llamar a su otro yo, Mr. Hyde. 

 En este escenario de gran entusiasmo revolucionario la deuda externa pública sobrepasaría el 52% del PIB. Entretanto, hacia el 2021 la rentabilidad de la inversión pública tendría que estar generando ingreso de exportaciones, pero esto es muy poco probable. Así que es mejor juntar a los achachilas y yatiris de Curva, los curacas de la Buenos Aires y sacerdotes del proceso de cambio para organizar una gran rezada a los santos de los recursos naturales para que los precios vuelvan a subir. La otra opción es despertar a  Mr. Hyde y ponerlo con cara de Marx y que comience a cortar gastos e inversiones como un carnicero neoliberal, algo que no es ni posible ni deseable.

El gran pecadillo de la apuesta a la inversión pública no es su dimensión, sino de haber excluido al sector privado. Pensar que billetera de soldadito del proceso de cambio mata a galán privado es una tierna ilusión. Tal vez en el corto plazo esto puede ocurrir, pero cuando se busca descentralizar la economía, producir un cambio estructural productivo, aumentar la productividad, la inversión pública también debe ser complementaria a la acción privada. El desarrollo económico y social, doña Flor, tiene dos maridos no celosos, la inversión pública y la privada, y no le gusta los esquizofrénicos como el Dr. Jekyll.  

Gonzalo Chávez A. es economista.
Escrito por Gonzalo Chávez A.

 

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