Monday, August 14, 2017

El Leninismo extractivista y los soviets cocaleros

Nuevamente han resurgido las justificaciones ideológicas, políticas y económicas del oficialismo para intervenir el TIPNIS. Hoy me quiero concentrar en dos argumentos gubernamentales: 1) Somos un país que tiene un  superávit ambiental, emitimos pocos gases invernadero y más bien limpiamos el mundo; y 2) el modelo de desarrollo extractivista y rentista llevará bienestar económico, y social respetando la madre tierra. 
 
La lectura de la nomenclatura  parte de una interpretación maniquea y clasista de la contaminación ambiental. El norte oligárquico es el responsable de emitir los gases de efecto invernadero y los que más sufren son los países del sur, como Bolivia. 
 
No hay la menor duda de que los diversos tipos de capitalismos en el mundo basan sus economías en el uso abusivo de combustibles fósiles y carbón, y son fuertemente responsables del cambio climático que está matando el planeta.  Los mayores emisores de dióxodo de carbono (CO2) son China, Estados Unidos, Europa, India, Rusia y Brasil. Este es un hecho incuestionable, pero a partir de esto, afirmar que no tenemos responsabilidad en la contaminación es un exceso ideológico. 
 
El Gobierno sostiene que Bolivia sólo emite el 0,1% de los gases invernadero y que con los árboles de la Amazonia limpiamos el 2% mundial del dióxido de carbono. Por lo tanto, tenemos un margen de maniobra para destruir la naturaleza priorizando el beneficio de la gente. Una lectura un poco más cuidadosa de las estadísticas sobre emisión de carbono, más bien nos muestra como uno de los países que más contaminan, producto del modelo primario exportador extractivista que se ha consolidado en los últimos 11 años. 
 
Según el World Resources Institute, en  2012, Bolivia emitía 137,92 millones de toneladas de CO2, esto nos coloca en el puesto 48 de 186 países. Ahora, si consideramos las emisiones de CO2 per cápita por año, estamos en 13 toneladas y nuestra posición sube al puesto 28 de 186. En ningún ranking económico, social o de competitividad tenemos una posición tan expectable. 
 
Ahora lo más complicado de este dato es que se origina en quemas, chaqueos y desmontes vinculados a la deforestación (66% del total de emisiones) y a la agricultura extensiva (18%). Ambas actividades son responsables por el 84% de las emisiones de CO2. El restante 16% proviene de la producción de energía (14%), procesos industriales, transporte y otros. 

Según la Fundación Solón, entre 2001 y 2013 la deforestación fue de 8,6 millones de  hectáreas; es decir, que en 13 años hicimos desaparecer un bosque del tamaño de Portugal. Según el Informe Oficial, Mapa de Deforestación de Bolivia, en el periodo 2010-2013 hicimos esfumar  487.812 hectáreas de bosques, o lo que es lo mismo que el 13% del territorio de Tarija. En cuatro años cada boliviano fue responsable de la deforestación de 487 metros cuadrados. Los departamentos que más deforestan son Pando, Beni, Santa Cruz y Cochabamba. Los niveles de deforestación están llegando a puntos críticos e irreversibles en el país cuando el bosque comienza a morirse solo, fenómeno que se lo conoce como el forest decline o decaimiento. Y lo que es más grave,  este hecho tiene un impacto dramático sobre el ciclo y volúmenes de lluvia. 
 
Ahora, cuando se conecta el uso de la tierra y la emisión de CO2,  se muestra cuán dañino es el modelo primario exportador extractivista. Según el trabajo Net Carbon Emissions from Deforestation in Bolivia, de Lykke Andersen et all, las emisiones de carbono entre 1990 y 2000, en promedio anual fueron de 65 millones. En el periodo 2000-2010, esta cifra subió a 93 millones de toneladas de CO2. Esto da un per cápita sólo por deforestación de 10,4 toneladas por año.
 
 Ahora,  si a esto sumamos la contaminación de aguas y suelos que produce la minería (estatal, privada y, especialmente cooperativista), los problemas que causa la explotación de hidrocarburos o el manejo de basura en nuestras ciudades, estamos frente a una situación vergonzosa. El modelo de desarrollo extractvista y rentista, vinculado a la explotación de los recursos naturales y tanto a la agricultura como a la ganadería extensiva, tiene un fuerte impacto social y medioambiental. El relativizar nuestra responsabilidad sobre la emisión de gases de efecto invernadero, además de irresponsable, entra en total contradicción con la postura internacional de ser líder de defensa de la madre tierra. 
 
En efecto, el Gobierno tiene una visión de desarrollo lineal y civilizatoria que sobreenfatiza el tema del crecimiento económico. Por eso la propaganda insiste en repetir que Bolivia registrará la tasa del PIB más alta de América Latina, pero no dice nada que el país está entre las 10 primeros en deforestación a nivel mundial. 
 
Para el extractivismo, las mejoras sociales vienen en un segundo plano, tienen un carácter asistencialista y buscan crear y consolidar clientelas políticas. Las empresas estatales deben trabajar en los sectores mineros o de hidrocarburos para financiar los diversos bonos, incluso contaminando como Huanuni. Se debe  construir una carretera atravesando una reserva ecológica porque es la única forma de llevar educación y salud. Según Eduardo Gudynas, es una especie de capitalismo benévolo y táctico, en el que el tema ecológico es decorativo y se alejó del concepto del suma qamaña (vivir bien). 
 
Es el extractivismo progresista o "deslactosado” que debe generar rentas;  por lo tanto,  lealtades para colonos, cocaleros, pequeños y grandes empresarios agrícolas y pecuarios, empresa constructoras,  especuladores de tierras, y madereros a base de  la ocupación desorganizada y depredadora del territorio, por supuesto desplazando a las comunidades originarias del TIPNIS, por ejemplo. Es así que la agenda 2025 insiste en los sectores de minería, hidrocarburos, agricultura y electrificación como base del desarrollo.  En este contexto, las carreteras, como la del TIPNIS, son la manera  en que llega el "progreso depredador”. El Lenin local insiste en que la revolución son sóviets cocaleros, carreteras que pasan por reservas ecológicas  y electrificación. 

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