Monday, November 6, 2017

Desaceleraciones que avanzan y déficits saludables

La historia política boliviana está llena de eufemismos lingüísticos, como relocalización, para ocultar un despido masivo de trabajadores, o reajuste de precios, para justificar un gasolinazo. Entre tanto, la prestidigitación del idioma ha alcanzado niveles épicos en la actualidad. Veamos los atropellos al sentido común más notables.  La economía se desacelera pero igual vamos más rápido, dice el Gobierno. Este galimatías fue construido para justificar la caída de la tasa de crecimiento de la economía (3,94%), para el periodo comprendido entre junio de 2016 y junio de 2017.

La ralentización de la economía no es fenómeno nuevo, se produce desde 2013. Este año el Producto Interno Bruto (PIB) creció al 6,24%, si tomamos como referencia el periodo anualizado al primer semestre. Posteriormente comenzó la desaceleración, 5,98% en  2014; 5,32% en 2015; 4,46% en  2016 y, finalmente, 3,94% en 2017. La economía de Bolivia crece pero cada vez a una menor tasa.

Dos apuntes sobre este desempeño, teniendo en cuenta que la inversión pública es un componente clave de la demanda agregada doméstica. Primero, la desaceleración del carro de la economía se da a pesar del fuerte incremento de la inversión pública. Hasta 2016 ésta llegó a 5.064 millones de dólares. Para  2017 la meta es muy ambiciosa, 6.189 millones de verdes, pero a octubre del año en curso, la ejecución de la inversión pública habría llegado tan sólo al 38%, lo que llevó al presidente Morales a reclamar de sus ministros.

Segundo, la  ralentización se produjo a la par de la concentración  de la inversión pública en la administración central. En efecto, en el año 2013 el Estado central ejecutaba el 50% del total de la inversión pública. En 2016 esta participación llegó al 70%. Para  2017 esta variable podría llegar al 83%. Para las regiones (gobernaciones y municipios): el fierro neoliberal, ajustarse los pantalones; para el centralismo: las mieles del populismo fiscal. Billetera abierta mata galán. A gastar con todo.

 A pesar de la contundencia de los datos que muestran la desaceleración de la economía boliviana, desde la cúspide del poder insisten en que éste no es un problema, y contraargumentan que somos el país de mejor desempeño de la región latinoamericana, lo cual es, sin duda, una buena noticia, pero con pocos efectos prácticos.

Estamos mejor que los vecinos. No vivimos en el caos y miseria del socialismo del siglo XXI de Venezuela o en la profunda recesión brasileña. Pero personas y empresas del sector productivo nacional no viven en términos relativos sino absolutos. Padecen sus penas y glorias aquí y ahora. Y en Bolivia no es lo mismo ser un comerciante informal que un productor local, por ejemplo.  Muchas actividades sufren con la desaceleración económica y no sirve de consuelo saber que hay países en peor situación.  

Pero avancemos en la explicitación de los excesos lingüísticos y propagandísticos. Por ejemplo, en la página web del Ministerio de Economía y Finanzas se lee la siguiente afirmación: "Bolivia registra un déficit comercial saludable”. Dada la asociación entre medicina y economía, equivaldría a decirle a una persona: "Qué bien te sentó esa diarrea, bajaste varios kilos. Velo por el lado amable, casi te vas en aguas pero recuperaste el garbo”. Son males que hacen bien.

El sui géneris argumento del déficit comercial saludable es que estaríamos comprando más cosas de afuera para fortalecer la matriz productiva nacional. Por ejemplo, los bienes de capital aumentaron en 8,8%, entre 2016 y 2017. Los incrementos serían del 21,4% en la importación de bienes para la agricultura y 15,9% en bienes para la industria. El subtexto del argumento es que en el corto plazo perdemos plata, pero es para que el mercado local crezca. Si estas importaciones fueran para diversificar el aparato productivo y que después éste generara mayores ingresos de exportaciones, se podría aceptar esta explicación, pero viendo que los últimos años se consolidó el modelo primario exportador extractivista, esta justificación es falaz. Nos estamos desangrando y esto no es sano.

 Un otro argumento capcioso del oficialismo es que el déficit fiscal sería bueno para la economía boliviana. Como es conocido que ya son  cuatro años consecutivos de un agujero fiscal in crescendo. La justificación de este alegado supone que la inversión y el gasto público nos darán frutos en el mediano plazo. Las inversiones tendrán rentabilidad a futuro. Pero observando el portafolio  de los gastos de capital de los últimos 11 años, hay muchas dudas sobre si se camina en la dirección señalada o ¿cuál es el beneficio de coliseos donde sólo juegan los ratones? ¿De aeropuertos a donde no llegan aviones? ¿De museos sin gente? ¿De edificios improductivos? ¿De carreteras que no conectan polos productivos? O ¿plantas petroquímicas sin gas ni mercados? ¿De empresa públicas sin insumos productivos? ¿De proyectos carreteros que destruirán la naturaleza?

En suma, la ralentización de la economía se da en un contexto de deterioro de indicadores económicos: aumento del déficit comercial y público, incremento de la deuda externa,  gasto público ineficiente, baja productividad y tipo de cambio real apreciado. Así,  los cosas podrían complicarse. Y cuando esto ocurra de nada servirán los malabarismos lingüísticos y la propaganda. Así que, hablemos claro. Este es un primer paso para hacer correcciones.

Gonzalo Chávez A.  es economista.

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