Monday, January 15, 2018

¿Podrá la economía salvar al Gobierno?

Retomo la pluma dominical después de unas breves vacaciones en el sur de Bolivia que guarda mi niñez y una belleza natural que resiste los látigos del tiempo.

Entre tanto, la coyuntura social y política en el país es implacable, no da tregua a sus actores y lectores, ni descansa frente a las fiestas de fin de año. Como resultado de la arbitraria decisión del Tribunal Constitucional Plurinacional de permitir la reelección indefinida de Morales, desconociendo la voluntad mayoritaria del referendo del 21 de febrero y la artera promulgación del Código Penal se aceleraron tensiones sociales y regionales. 

 Parte importante de la sociedad se organizó para la defensa de la democracia e, inesperadamente, los médicos lideraron una revuelta de la clase media contra artículos del Código Penal que criminalizaban el ejercicio de su profesión. 

 El despertar de la sociedad civil y la intensificación de los conflictos sociales marcarán tendencias del año electoral que abre sus cortinas. Además, en esta nueva coyuntura, el Gobierno enfrenta una fuerte pérdida de legitimidad y soporte político, que tiene causas múltiples: agotamiento después de 12 años de gobierno, varios casos de corrupción no resueltos, fracaso de varias políticas públicas, inoperancia de varias empresas estatales, errores políticos de magnitud, como el atropello a la Constitución, prepotencia en la gestión del poder y otros. 

 Frente al evidente desgaste, el Gobierno perdió el norte estratégico y la iniciativa política. Para contrarrestar el declive, la administración Morales se ha refugiado en la retórica y práctica autoritaria.
 Revive el discurso guerrero y violento que polariza la sociedad boliviana. Es el tiempo del pato o gallareta. La verdad revolucionaria debe vencer a la mentira conspiradora. La protesta social y política es vista como una conspiración.

 Para los estrategas del Gobierno, el proceso de cambio entró en su fase revolucionaria, se debe aplastar a todo el que se oponga al proyecto de poder.  Arrinconados por sus propios errores, el reverdecer de la sociedad y una oposición aún muy débil, pero más activa, el Gobierno retoma el discurso de la victimización, que en el pasado le funcionó muy bien, pero que ahora sólo es efectivo para sus bases más  radicales. Existe una conspiración contra el indígena. Todo se reduce a un tema racial, se retoma el lado fanático y religioso del proceso. El culto a la personalidad se convierte en arma política. Sin el Evo no hay vida, futuro o mejoras económicas.  

 El nacional populismo apela a la emoción y el sentimiento para defenderse, y se agazapa en el autoritarismo.  Entre tanto, el terreno social y político ahora es más pantanoso e incierto. La creación o relanzamiento de enemigos internos y externos es cada vez menos creíble. Son pocos los soportes racionales que habilitan las acciones del Gobierno. 

 El último recurso de legitimidad parece ser el desempeño económico de los últimos años vehiculado por el Gobierno como uno de los puntos más altos de su gestión. ¿Podrá el evoeconomics salvar el proyecto político? ¿O más bien estamos frente a un ídolo de barro? 

Concentrémonos en el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), que según el Gobierno, es uno de sus logros más importantes. En 12 años de gestión el PIB creció en promedio a una tasa cercana al 5% gracias a la bonanza inédita del sector externo, debido a los fabulosos precios de las materias primas y cuando este ciclo acabó, en 2015, en base a una fuerte sustentación de la demanda interna, apoyada en la inversión y gasto público. Pero cabe recordar que desde 2013 el crecimiento del PIB es cada vez menor, lo que muestra la gradual inefectividad de las políticas keynesianas de giutarreda.

 El gobierno del MAS, lo que fracaso fue el keynesianismo vulgar, lo que llame el keynesianismo de guitarreada, que gasta e invierte sin ton ni solo, solo enfocado en la acumulación de poder. De una manera más general, lo que está mostrando sus límites es populismo extractivista. 
Un keynesianismo inteligente apuesta a la diversificación productiva, a la innovación tecnológica, a las ciudades inteligentes, al desarrollo humano, etc


En 2013 el PIB llegó a 6,8%. En 2014, el crecimiento fue de 5,5%. Un año más tarde, 2015, una vez más el aparato productivo boliviano redujo el ritmo de su crecimiento a  4,9%. En 2016 el incremento tan sólo fue de 4,3%. El frenazo continuó en 2017, el PIB registró el 3,87 % (tres primeros semestres).

  Cabe resaltar que la ralentización de la economía se da en un contexto de deterioro de indicadores macroeconómicos:  cinco años consecutivos de déficit público, tres años de desajuste comercial (importaciones mayores que las exportaciones), incremento de la deuda interna y externa (más del 40% del PIB), perdida de reservas internacionales (éstas bajaron de cerca de 15.000 millones de dólares a 10.000 millones), tipo de cambio real apreciado (entorno del 26% según el FMI) y gasto e inversión pública ineficientes.  Concentrémonos en estas últimas variables que son elementos centrales en la demanda doméstica que sostiene el crecimiento. El gasto público corriente sigue elevado y superfluo y la inversión pública es poco efectiva. En efecto, ésta aumento significativamente, entre 2013 y 2017 pasó de 4.600 a 7.000 millones de dólares, pero paradójicamente el crecimiento del PIB fue, año a año, menor. 

 Esto muestra dos cosas: i) la insostenibilidad financiera de mediado plazo de estas políticas públicas y ii) los limites estructurales del modelo económico estatista primario exportador. 

 Desde una perspectiva de cortísimo plazo el desempeño económico continuará siendo una fuente de oxígeno político para el Gobierno. En 2018, ciertamente, el Gobierno echará la casa por la ventana en materia de gastos e inversiones públicas, con el objetivo de ganar las elecciones. Pero el futuro está hipotecado porque, desde una perspectiva estructural, se perdió una gran oportunidad para diversificar el aparato productivo, teniendo 60.000 millones de dólares adicionales de ingresos y en un mediano plazo, los costos de mantener la burbuja de consumo son muy elevados. 


En 2019, el Presidente Morales reelecto o un gobernante de la oposición en el poder deberá realizar ajustes dolorosos en la economía si no se quiere enfrentar una crisis económica de magnitud.
 
Gonzalo Chávez A. es economista. 

2 comments:

Unknown said...

Felicidades Gonzalo-chavez, Muy buena noticia retomar la pluma, existen planes de retomar también la cámara?

Leticia Jordan Tapia said...

Gracias por los datos. Veo con preocupación como el gobierno los usa para desinformar y manipular la interpretación, por ejemplo, por qué no riden cuentas de qué inversiones realizaron con los excedentes obtenidos por los precios favorables del mercado internacional, en el periodo de bonanza. Por qué no explican el crecimiento desmedido de la deuda externa y cómo esto nos puede perjudicar a futuro.

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