Hoy no quiero hablar de economía. En realidad, no puedo. Más bien, quiero escribir sobre la palabra más linda que tiene el idioma portugués, saudades. Para mí, que viví un tiempo en Brasil, algunas emociones las siento más dulces en la lengua de Jorge Amado, probablemente es porque me enamoré y amo en portugués. Felizmente, el alma no tiene patria y los sueños tampoco. Saudades se pronuncia disfrutando de cada letra, moviendo la boca desde el corazón y estirando la letra “s” del final de la palabra hasta silbar con una sonrisa echada. La traducción fría y profesional del diccionario sostiene que saudades significa nostalgia, para los fines de la burocracia del lenguaje está bien. Pero hay palabras que no se pueden traducir porque pertenecen al imaginario del amor de ciertas culturas, o son de dimensiones de vivencia georreferenciada. Sin embargo, les aseguro que todos hemos sentido saudades en algún momento en la vida pero, probablemente, se ha quedado en una forma de respirar sospechosita, en un latido del corazón que uno no reconoce, un frío interno que calienta las lágrimas o en una mirada que espía atardeceres y a uno lo pilla en curva; otros, los más afortunados, ciertamente han sido capaces de condensarla en una palabra en otro idioma, que ciertamente no conozco y que tal vez la guardan, bajo siete llaves de oro macizo, porque es el password a su espíritu. Yo tengo el privilegio de sentir saudades, por eso estoy muy agradecido a la vida.
Tristao de Andre dice que saudade es “la presencia de la ausencia”. El sabor o emoción de lo que no está, y por supuesto, viene en diferentes formatos. Uno puede tener saudades de una tarde de sol abochornado frente al Illimani, o tal vez estar saudoso de una música que le templó el alma, de la voz de un amigo que ya partió, del cariño materno y cómplice frente a una gran travesura de primera juventud. Saudades del golazo del Tigre y el grito de felicidad que lo acompaña. Por ejemplo, para mí, el aroma del ají verde me transporta a las 12.45 m de un almuerzo de domingo en Villazón a mediados de los años setentas en la casa de mis vecinos. Ahora, irremediablemente, cuando muerdo el llamado también chinchi, al cascarle un ají de fideo corbatita coronada con perejil virgen, siento saudades culinarias. Es un recuerdo dulce que apimienta el cotidiano. Esto último parece confirmar los ingredientes de la saudade sugeridos por Chris Kouts que me permito ampliar: azúcar morena, morenaza para no dejar dudas; pimienta, de esas que producen eco en el paladar; limón que huela una semana, con sus días y noches; y canela, serena como el horizonte.
Chico Buarque, en su música O pedaço de me, sostiene que “la saudade es al revés de parto. La saudade es arreglar el cuarto del hijo que ya murió”. Yo me atrevería a añadir que es arreglar el cuarto con sus ángulos más coquetos, ponerle flores tan amarillas que hagan palidecer a los otros colores, ventilarlo con los mejores aires de la mañana, y hecho esto, sentarse en la cama a esperar la compañía dulce del recuerdo del ser querido que tanto bien nos hizo. La saudade es celebrar la vida a pesar de la muerte. Es la vacuna más efectiva contra el dolor, porque permite, justamente, la presencia en ausencia, el conforto sin palabras, la amistad sin cobranza, el hombro espiritual en el mundo material, el cariño sin toque. Porque viaja en el ciberespacio del amor, es la prueba contundente de la existencia de la inmortalidad que se controla con el software del cariño. Basta con bajar el archivo del beso, del consejo, del llanto, de la fiesta, de la bronca, del abrazo y el resto es disfrute, es una especie de Facebook con el mas allá y el más aquicito.
Hoy domingo de invierno azul, mi familia y yo estamos abrigados por una enorme saudade por la partida de mi padre, mi lector más fiel y a quien le dedico esta columna y todas las demás, porque me dejó en mi disco duro muchas cosas que aún quiero decir sobre la política, la economía, la vida, los encuentros, sobre nuestro Villazón. Manuelito nos cargó de saudades vivas y hermosas para seguir viviendo como él. A lo largo de sus años dio un show de vida, y se fue de la manera más elegante.
Entonces, queridos familiares, amigos(as) y lectores que me manifestaron su solidaridad en estos días, por lo cual estaré eternamente agradecido, saudade es esto que sentí mientras estaba escribiendo y lo que usted, probablemente, esté sintiendo ahora después de leer su columna dominical que no tiene ninguna saudade de la aburrida coyuntura política y económica y que hoy quiere celebrar la vida. Punto.
Análisis económico y otras latitudes de la vida y el pensamiento
Monday, July 6, 2009
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2 comments:
Amigo Gonzy, você sabe que gosto desse seu canto de amor a seu pai. E gostaria de dizer que ao lê-lo vou pensando em meu próprio pai, saudoso dele que é uma coisa.
Abraços brasileiros. Cariño.
Perfecta columna, para una perfecto saudade..
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