El orden internacional creado después de la Segunda Guerra mundial está cambiado debido a tres eventos contemporáneos. La caída de del muro de Berlin en 1989, el ataque a las Torres Gemelas (World Trade Center) en el año 2001 y la caída de Wall Street en el 2008.
Los nuevos escenarios de la globalización económica, diplomática y estratégica militar aún están en transición, pero se puede vislumbrar lo que Christopher Layne llama: el fin de la Pax Americana. Cabe recordar que este orden internacional permitió a Estados Unidos emplear su poder para crear una institucionalidad planetaria y dirigir los principales eventos mundiales. Hoy estamos frente a una erosión de la hegemonía estadounidense, que duró más de 50 años. El desmoronamiento de Wall Street y la posterior crisis económica de Estados Unidos, Europa y Japón es apenas la punta del iceberg de la decadencia de los capitalismos del primer mundo.
A finales de los años 80, el historiador Paul Kennedy publicó un libro titulado: “La ascensión y caída de las grandes potencias”. Tomando el período histórico que va de 1500 a 2000, el profesor de la Universidad de Yale muestra cómo diferentes poderes hegemónicos e imperios, como la China de los Ming, el dominio de los Hansburgos, el predominio francés y el imperio británico entraron en decadencia debido al elevado costo que implica mantener la supremacía militar y estratégica como potencia.
Con el transcurso del tiempo mantenerse en el zenit del poder mundial tiende a deteriorar las bases económicas del país poderoso. Las grandes potencias, para mantenerse en la cima del sistema internacional, deben gastar mucho dinero en defensa propia, protección de aliados y expansión estratégica; de esta manera, inician un proceso de debilitamiento porque desvían recursos valiosos, que deberían ir a nuevas inversiones, desarrollo productivo y cambio tecnológico. Este fue el caso de todos los ejemplos arriba mencionados, y sería el camino que también está recorriendo Estados Unidos en nuestros tiempos.
Argumento parecido desarrolla Emy Chua, quien en su libro Day of Empire, muestra cómo, a lo largo de la historia, las superpotencias nacen, alcanzan la cima y caen. Ella habla del imperio persa, romano y también del chino, mongol, holandés y británico. La investigadora argumenta que, en un primer momento, todas estas potencias que dominaban el mundo eran extraordinariamente tolerantes en el sentido que permitían la coexistencia de diferentes grupos religiosos, étnicos, lingüísticos y de otra índole, que ayudaban a que la sociedad avance. Esta tolerancia no implicaba que no hubiera violencia, pero sí dinamismo económico y social. Entretanto, al momento de la caída, estas sociedades multiculturales iniciaban un proceso de intolerancia, xenofobia e intenso conflicto. En las palabras de Chua: “La intolerancia es la semilla del declive”, porque en la búsqueda del poder total cierto grupo querrá imponerse sobre el otro. Al igual que Kennedy, Chua sostiene que Estados Unidos estaría en proceso de pérdida de hegemonía debido a sus problemas internos.
Una línea parecida de raciocinio también la realiza Joseph Nye, de la Universidad de Harvard, quien reconoce que la hegemonía de Estados Unidos está en erosión no tanto por el debilitamiento del país, sino más bien debido al crecimiento de las demás naciones. Además, cree que el poder mundial siempre depende del contexto y que en realidad, desde hace mucho tiempo, el sistema internacional se asemeja a un complejo juego de ajedrez de múltiples dimensiones. En el tablero de arriba, el poder estratégico militar es unipolar. En esta instancia, Estados Unidos es y seguirá siendo potencia de primer nivel, sin competencia en el mediano plazo. En el tablero del medio, que representa el nivel económico, ya se ha producido una fragmentación del poder. El juego ya es, y será más aún, multipolar, con actores importantes como Europa, Japón, China, Brasil, India, Sudafrica y otras economías que van cobrando paulatina importancia. Parag Khanna coincide con esta idea y sostiene que es tiempo de las potencias intermedias, es el momento del Segundo Mundo, título de su mejor libro.
Para Nye, en el tablero de ajedrez de abajo, las relaciones transnacionales cruzan fronteras al margen del control de los estados. Incluye banqueros inescrupulosos, terroristas, contrabandistas, narcotraficantes y hackers. En este nivel, el poder sería muy disperso y habría muy poco control de parte de los gobiernos. Este lado oscuro de las relaciones internacionales podría interferir mucho en los otros dos juegos de ajedrez.
Ante lo expuesto, para terminar una sólo pregunta desde la óptica nacional: ¿En una visión estratégica, no sólo en el código de los circunstanciales apoyos internos, es adecuado que una de las líneas de la política exterior boliviana se apoye en una lectura del contexto internacional que aún supone que existe la Pax Americana?
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