En los próximos meses, la ciudad de La Paz contará con dos sistemas de transporte masivo de carácter público. Por un lado tenemos a los buses PumaKatari, ofrecidos por la Alcaldía municipal, y, por el otro, el teleférico, obra impulsada por el Gobierno central.
Aunque con características muy diferentes, ambos proyectos buscan aliviar la pesadilla en que se ha convertido el transporte público paceño, controlado por sindicatos abusivos y de características monopólicas.
Si bien las tarifas son relativamente baratas, la calidad del servicio es pésima. En efecto, en este ámbito nos llevamos la flor y su olor. El transporte, en todas las ciudades de Bolivia, es una mezcla de realismo mágico con tragedia griega. Subirse a un minibús es una experiencia surrealista, especialmente en la parte occidental del país.
A las siete de mañana, la temperatura natural del colectivo es superior a los 24 grados, un espacio acogedor que nos transporta al trabajo, protegiéndonos del frío polar de la calle. La calidez hace olvidar los ecos aromáticos de la larga noche de los pasajeros. Uno viaja con 20 desconocidos, casi abrazados como hermanos, pero sin dirigirse la palabra. Cultivando, en equipo, todas las dolencias posibles de la espalda. El afán de llegar a tiempo y la planificación mental del día amortiguan la gran incomodidad del sube y baja de los pasajeros. Al mediodía, las cosas cambian y el minibús se convierte en un ensayo del infierno.
"La calor” quema por todas partes y abrir una ventana se convierte en una tarea hercúlea, apta sólo para mastucos. La sauna seca móvil, especialmente si usted está sentado en la parte trasera, convierte a todos en pollo a la broaster.
Uno sale levemente hervido, en su terno o vestido, a sentir el chiflón de media tarde que azota los músculos. Me imagino que en las ciudades tropicales del país, los minibuses, la mayoría chutos, se convierten en peceras andantes. El minibús tiene todo el poder en las calles en nuestras ciudades. Chofer y transeúntes rasgan a cada minuto el Código de Tránsito. Todo vale en la selva de cemento.
Tal vez la historia que refleja lo anterior es la siguiente: En el medio de una avenida, el pasajero que quiere bajar sólo debe decir el ábrete sésamo nacional: "Maestrito, ¿puedo aprovechar?”. La respuesta a la contraseña del desorden es: "Aproveche nomás, joven”. Después, con postura de matador de Viacha, a torear carros. Uno de los deportes nacionales que la cebras paceñas no han podido revertir.
Además de música ambiente, el transporte público nacional brinda un servicio de literatura popular rápida en ventanas y parachoques. Entre mis frases preferidas está un clásico: "Si salió atrasado no es culpa del chofer”, o "No escupa, aquí no se aceptan pollos”. Para los románticos hay las siguientes perlas: "Aunque te duela soy el number wan”. O consejos más sabios: "El dinero no trae felicidad, pero ayuda a sufrir en París”; "Quien inventó la distancia no conoce la nostalgia”. O mensajes para nuestro Presidente como: "Discurso debe ser igual a minifalda, cuanto más corto mejor”. O la frase más masoquista: "En este micro no se gana, pero se goza que da calambre”.
El servicio de transporte urbano, además de incómodo, es de muy baja productividad. En Bolivia y en América Latina un trabajador pasa, en promedio, tres horas al día yendo de su casa al trabajo y viceversa. Pasa más de un tercio de su tiempo en una actividad improductiva.
En este contexto adverso, el PumaKatari y el teleférico han creado una enorme expectativa y esperanza en la población, aunque resulte de un pugna política entre dos partidos políticos: el MSM y el MAS.
Pero, para que este sistema sea eficiente y mejore la calidad del servicio, ambos medios de transporte deben ser complementarios entre sí y también con el transporte privado. Para esto las economías de red deben funcionar. En términos conceptuales, los efectos de red funcionan cuando un bien o servicio depende del número total de consumidores o usuarios que hacen uso del mismo o de bienes similares.
En el caso del transporte, las economías de red se generan cuando se integra la infraestructura de transporte mayoristas (el PumaKatari o teleférico) con el transporte minorista (trufis y minibuses). En otras palabras, las economías de red se presentan cuando se pueden diseñar líneas regulares de tipo "centro radial” (hub-and-spoke).
Imagínese, amable lector, telarañas, en las cuales se tienen nodos principales (hubs), que se conectan entre sí mediante vehículos de gran capacidad, como el transporte público en construcción, pero a su vez estos hubs se vinculan con un conjunto de nodos secundarios (barrios periféricos), que son servidos mediante vehículos más pequeños, los minibuses.
En este modelo, si el PumaKatari y el teleférico transportan más gente, los minibuses transportarán más pasajeros a los nodos secundarios, lo que aumentará sus frecuencias, que, a su vez, permitirá a todos los usuarios reducir sus tiempos de espera y un mejor ajuste de la oferta a las preferencias en términos de horarios.
El resultado podría ser un mejor servicio y ganancia para todos. Y así, al ser los viajes más cortos y rápidos, tal vez la experiencia surrealista descrita en los minibuses podría convertirse en un paseo sin estrés. Yo sólo pediría que no pongan la música chicha y sí a Leo Dan.
Análisis económico y otras latitudes de la vida y el pensamiento
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