Monday, September 1, 2014

EL REVERDECER DE LA NACIONALIZACION

La agenda económica electoral al borde del aburrimiento. La vieja cantaleta de nacionalización y el fantasma cansado del gasolinazo

Después de ocho años de gestión gubernamental y tres elecciones, incluida la que se avecina en octubre, la agenda económica del proceso electoral continúa dominada por el tema de la nacionalización y el destino del excedente de los recursos naturales, en particular del gas natural. Cuando se esperaban propuestas frescas y renovadas en los diferentes ámbitos de la economía y la sociedad, la coyuntura electoral revive el maniqueísmo del rentismo.

Nuevamente la sociedad política se divide entre los vende patria y los héroes nacionalistas, se sobre simplifica la realidad y comienza la prestidigitación de los datos y la manipulación de la información.
Desde la parte de la oposición surge la idea del volver a la fórmula del 50/50 %. Regalo político de bandeja para oficialismo, que sale con la artillería pesada de la propaganda. Es el pretexto perfecto para revivir los laureles de la nacionalización. La denuncia indignada: ¡Se quiere volver al pasado neoliberal! 

Surge el discurso paternalista en torno a los recursos naturales. Se grita a los cuatro vientos que se busca perjudicar a los abuelitos, los niños, la universidades, las mujeres, las regiones; todos convertidos en dóciles beneficiarios de las rentas del gas. Se perderán millones de dólares por la vuelta del viejo modelo del fifty - fifty.

La historia oficial sostiene que después de la nacionalización, el 82% de la renta del gas natural se queda en Bolivia, en cuanto que para las empresas petroleras transnacionales tan sólo resta el 18%.
En el siguiente capítulo de la saga del rentismo, la oposición denuncia que más allá de los impuestos cobrados a las empresas, a éstas el Estado boliviano se les reconocería varios costos de operación y administración. Por lo tanto, las empresas petroleras muerden un pedazo mucho más grande de la torta que el 18%. 

El Gobierno, pescado en una situación incomoda, reconoce que, incluyendo los costos recuperables, la participación del Estado sería de 75%. Los datos son torturados y se ponen al servicios de las causa electorales-políticas.

La información estadística del sector de hidrocarburos pierde su majestad. La propaganda substituye a la realidad de los hechos. Todo vale en el imaginario rentista. En este contexto, alguien podría decir que el 18 o 25% de la renta gasífera, con la que se quedan las transnacionales, sigue siendo un valor muy elevado, especialmente si se compara éste con la rentabilidad que reciben los bolivianos de a pie por sus ahorros en el sistema financiero nacional, que, en el mejor de los casos, no pasa del 6% al año.

Alguien más extremo podría preguntarse: ¿por qué a las inversiones extranjeras se les reconocen ganancias que son tres y cuatro veces más grandes que los réditos que reciben los inversionistas y ahorristas bolivianos? ¿Por qué se produce esta discriminación? La patria rentista se disputa ferozmente los ingresos del gas, en cuanto el pueblo productivo deambula en un desierto sin propuestas de políticas públicas.

Vinculado a lo anterior, vuelve otro viejo tema del desarrollismo nacionalista que también entra al ruedo de la campaña electoral: ¿qué hacer con los subsidios a los hidrocarburos? Las respuestas confunde al electorado. 

Neorevolucionarios atacando las subvenciones con argumentos neoliberales. Los subsidios distorsionan la asignación de los recursos, que enceguecen los precios y que desfiguran completamente los mecanismos de la oferta y la demanda. Es como un cáncer en la economía.
Del otro lado, neoliberales defendiendo los subsidios usando ideas populistas. Las subvenciones a los derivados de los hidrocarburos benefician a los más pobres. Desde estas filas se anuncia una hecatombe política y económica, se viene un gasolinazo. Y frente a la amenaza, de este fantasma tan temido, la respuesta del oficialismo es el anuncio de un proceso de substitución de importaciones bajo el patrocinio de Harry Potter; retiraremos los subsidios pero sin modificar los precios de los derivados de los hidrocarburos y sin producir inflación.

El concurso de magia está abierto en Hogwarts. Produciremos gasolina y diesel nacional a costos muy bajos y así el precio de la gasolina se mantendrá bajo. Ver para creer, pero lo más probable es que el subsidio no desaparezca sino vaya para las empresas que produzcan los derivados nacionales del petróleo. Al calor de la demagogia, a nadie le importa la consistencia técnica de las propuestas.
Como en un museo de grandes novedades, la historia camina mordiéndose la cola, se reviven las viejas epopeyas y la agenda económica se repite, vuelven los viejos trucos. Nada se dice sobre temas como el sistema judicial y el desarrollo económico, los desafíos de construcción institucional y productividad, la diversificación productiva, la revolución tecnológica, entre otros decenas de temas.
Esto no es bueno para el "agárrate cómo puedas” de la coyuntura electoral. El peso pesado de la nacionalización debe derrotar al enmascarado del gasolinazo. El tongo está armado.

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