El
desafió de las universidades en América Latina y en Bolivia es convertirse en
clusters de la creatividad, innovación y emprendimiento social, público y privado, transformarse en plataformas de
articulación y potenciamiento de diversos protagonistas del desarrollo que
construyan puentes entre la academia (profesores, investigadores y estudiantes) y la práctica (creativos,
profesionales independientes, emprendedores, empresarios, servidores públicos y
lideres sociales). Es decir que los centros académicos son semilleros y propulsores de una nación de emprendedores . Existen
muchas maneras de lograr este tejido social y productivo, pero este domingo
hablaremos de los coworks universitarios.
El concepto
de cowork (trabajo compartido) se inicia
hace unos diez años como una filosofía de trabajo colaborativa entre
emprendedores y profesionales independientes
que necesitan espacios de trabajo no convencionales, que quieren tener
la experiencia de una oficina por horas, días, semanas o meses sin depender de
una institución. A partir de esta necesidad, estos nuevos tipos de
trabajadores, muchos de ellos vinculados a la creatividad y la tecnología, comienzan
a desarrollar comunidades de interacción social, técnica y de negocios. Con el pasar del tiempo, el trabajo compartido
o coworking, comienza a ser impulsado por empresas, gobiernos, fundaciones y/o
universidades. Se convierten en un tipo de ecosistemas para el desarrollo
emprendedor y empresarial.
En particular,
un cowork universitario es un espacio institucional y de
infraestructura que promueve la
interacción y colaboración, en diferentes áreas de conocimiento, entre
estudiantes de diversas carreras, profesores, comunidad de creativos,
emprendedores, funcionarios públicos, empresarios, financiadores de diverso
tipo (bancos, capitales ángel, de aventura, fundaciones, fondos estatales) con
el objetivo de promover la creatividad, innovación y tanto la creación de
nuevas empresas como de reinvención de procesos o productos en firmas
establecidas. Por supuesto también es un
espacio de difusión, enseñanza e investigación en estos temas. En el ámbito de
las universidades, muchas de las actividades y servicios que promueve un cowork
son transversales a las carreras y diferentes departamentos. El espíritu
emprendedor debe desarrollarse en el ingeniero, el comunicador, el economista e
inclusive en el médico. Es un software,
compuesto de actitudes y conocimientos, que corre en diferentes profesiones.
En
general los coworks académicos implementan diversas tecnologías para alcanzar
sus objetivos como: semilleros de idea, que
a través de concursos, u otro tipo de incentivos promueva nuevas propuestas de
negocios, empresas o emprendimientos sociales. Una vez que las mejores ideas pasen por filtros t écnicos
se los apoyan con mentorías inspiradoras, asesoramiento especializado y entrenamiento
de diverso nivel, desde cursos ejecutivos hasta maestrías. Uno de los objetivos
de estos sistemas colaborativos es que las ideas innovadores se conviertan en
planes de negocios con potencial de ser financiados. También en los coworks
universitarios funcionan incubadoras de empresas que cobijan, con soporte técnico, a los emprendimientos
en sus primer pasos.
Las
aceleradoras de empresa, destinadas a apoyar iniciativas, que si bien ya están
en el mercado, requieren de impulsos muy particulares para dar saltos
cualitativos, en ventas por ejemplo, en sus negocios. Así mismo, en estos ecosistemas colaborativos se
promueve los encuentros entre los financiadores y los proyectos que pueden
transformar la sociedad y la economía.
Pueden
existir coworks en todas las áreas, pero generalmente estos propulsores del desarrollo emprendedor
se encuentra más en la industria de la tecnología y la informática, pero nada impide
que existan ecosistema que promuevan los emprendimientos sociales que tanta
falta hacen en nuestros países. Los
coworks académicos son la cabeza de playa para convertirnos en una nación de
emprendedores.
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