Primer domingo que sabemos que el 21
de febrero debemos ir nuevamente a votar. Estaremos frente al siguiente dilema:
por un lado, ver si somos una democracia madura que respeta la regla básica que
dice: que no se legisla para atender intereses personales del gobernante, como
por ejemplo cambiar la Constitución para buscar la propia reelección, y por
otro lado, ver si somos una republiqueta donde un grupo, que concentra el poder
económico y político, inclina la cancha institucional, jurídica y financiera a su
favor para organizar una consulta donde todo todos los astros son alineados a
su beneficio: los recursos económicos, el aparato del Estado, los medios de
comunicación, el árbitro y un largo etecetera. Así con el sartén y los huevos
ya fritos se busca imponer poner de moda el repetón, una especie de reguetón
político andino, donde el gustito del poder está precisamente en el repete, at
infinitum, de la misma música.
En la mesa del debate está la vieja
dicotomía entre la democracia entendida como certidumbre y estabilidad en las
reglas de juego e incertidumbre en los resultados (Adam Przeworski) o la
democracia como el eterno baño de masas manipulado, origen último de la voz del
pueblo, que es soberano para cambiar todo, especialmente aquello que le
interesa al líder, porque éste define quien es pueblo y lo que hay que oír de éste.
Cabe también mencionar que es legal y
legitimo cambiar la Constitución para mejorarla en muchos sentidos, pero no
para beneficio propio. Los cambios que se hagan se aplican para futuras
gestiones.
Entre los que están a favor de
quedarse en el árbol del poder se escuchan argumentos muy curiosos pero muy
efectivos, porque la política ha pasado a ser dominada por chamanes y curacas
que lanzan los conjuros para los milagros instantáneos. Los maestros del
sofisma y la prestidigitación de la consigna y la propaganda simplona
están en la cancha. Dividen al mundo del imaginario político nacional en dos lados
contrapuestos. Han convertido la angurria por el poder en una cruzada épica,
casi mística. El país sólo puede sobrevivir con un líder, un candidato a la
cuarta reelección por el momento, pero, sobre todo, un candidato a estatua de
la historia del culto a la personalidad. Yo soy el Estado, yo sólo soy el
proceso de cambio, sólo existe una persona que tiene el monopolio de la
sensibilidad social y saber ancestral. Hay un solo elegido. Es nuestro Luis XIV
de la era de internet, depositario divino de la estabilidad celestial y del
crecimiento económico constante y, sobre todo, sonante en los bolsillos de la
patria rentista y del aquelarre del comercio informal. Es la epifanía del
nacionalismo más puro. Es la única avenida hacia el socialismo de amiguetes
coquetamente bautizado del proceso de cambio. Donde, en la fotografía
macroeconómica, luce muy bien para el aplauso de las suegras de
cooperación internacional. Orgullosos como humintas recién horneadas, frente al
espejo, confundimos gordura de consumo con musculatura productiva, pero cuando
vemos nuestra tomografía, o sea evaluamos lo que pasa dentro del cuerpo
económico, seguimos siendo una economía primario exportadora y rentista, que
navega en un mar de informalidad y escasa productividad.
Del otro lado del río en el mundo
político bipolar en construcción, es la vuelta a la oscura noche del
neoliberalismo más atroz y de la sempiterna inestabilidad. Es el reino del
capricho de unos cuantos oligarcas, es el caos de los apátridas que nos harán
volver a los tugurios inmundos de la recesión. Son los lacayos que preparan la
vuelta del dragón del imperio.
La complejidad de la realidad social,
económica y política ha sido reducida al lenguaje binario, 0 o 1, Sí o No. No
hay espacio para el matiz, el chanfle, el arcoíris, la ponderación reflexionada,
la duda razonable, para los miles de tipos de "nos” que pueden existir,
que no necesariamente significan retrocesos, negación de lo avanzado, derrumbe
de los logros, conspiración o desconocimiento del trabajo del líder. Un no
simplemente puede significar un acto de vida, respirar nuevos aires, porque los
caminos del cambio, que todos queremos recorrer, son diversos y floridos con
nuevas esperanzas, que se alimentarán de los bien sembrado campos, pero que
también podrán proponer nuevas esquinas de ilusiones, donde se hicieron mal las
cosas.
"No” es una palabra
sencilla, de dos letras, que es muy parecida en muchos idiomas, pero su
taxonomía emocional, política y legítima es muy grande. El "no”
puede ser multicolor, de los más amables a los más rotundos, bajo un principio
sencillo: el cambio y rotación es la esencia de la vida y más aún de la
política.
A seguir propongo la construcción colectiva
de un Diccionario del No, con el respeto que todo ciudadano se merece sí hizo
un buen trabajo, pero fallo en muchas cosas. Con el respeto que se merece la
gente que sabe cumplir sus ciclos. Un gran jugador sabe cuando colgar los
cachos y cumple su palabra. Pero también con la alegría de aquellos ciudadanos lo
que creemos que decía la Mecha Sossa “Cambia, todo cambia. Cambia lo superficial. Cambia también lo profundo. Cambia el
modo de pensar. Cambia todo en este mundo. Cambia el clima con los años. Cambia
el pastor su rebaño. Y así como todo cambia. Que yo cambie no es extraño”. Pero
lo único que no cambia es el amor por nuestra patria, porque también
nosotros sabemos amar el terruño así lo demostramos desde muchas trincheras del
día a día y no aceptamos que nos clasifiquen como “los otros” con la lluvia de
adjetivos a los que están acostumbrados los dueños del poder. Tenemos voz,
principios y derechos.
Este
Diccionario fue elaborado colectivamente. Van algunas de las perlas propuestas por el pueblo cibernético.
No
así pues cumpa, olvidando promesas y compromisos hechos anteriormente de no
volver a postularse.
No
ahora, pueden volver después de una gestión, como manda la Constitución.
No,
gracias, el país tiene muchos líderes, inclusive en el oficialismo.
No
te hagas, no eres el único, aunque eres bueno para algunos.
Janiua
o mana, hermano, en nuestras comunidades siempre rotamos.
¿Jóvenes
revolucionarios no tienen otrito? Que descanse el jefazo.
Naranjas
de la China, no creo que en el repete esté el gustito; diversificar y probar
otras frutas siempre es bueno.
Nica
brother, un buen DJ sabe cuándo parar la fiesta.
Fija
voy a votar por el sí, ¿yaaaaa? Sí, pero no, lo más seguro es quién sabe.
Ni
se te ocurra ¿y si pierdes?
Negativo,
aquí móvil 8.
Nicaragua,
sin Somosa ni Ortega y su amigo.
No.
¿Y si me duele después?
Te
agradezco, pero No.
No
es que no estoy queriendo, no estoy pudiendo.
Después
de que te enteras que Darth Vader es tu padre) ¡NOOOOO!
¡!Ay
no!! que van a decir de mi
No
puej pariente
Recio
eres, pero No hermanito
No
Way! JoseEvo
No
chingues
Si
pero No
Está
difiiiiiiiiilllllllll.
Nooo,
no somos ni Romero ni Julieta, aquellos que lucharon por su amor.
No,
Ya pasó Halloween, papito
No,
salvo que te heches una chilenita, en el ámbito de la liga de futbol de Villa
Victoria
Y
hay decenas que los encuentras en mi facebook, perdón por no poder todas la
brillantes contribuciones.
Ahora
cerremos con el consejo del amigo chino Wauid Wawaleta que dice
"se quele la le-le-le-le elección, tome viagla”.
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