Monday, February 27, 2017

La verdad sobre el cartel de la mentira

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, un cártel se define como una asociación delictiva, pero también como una falla de mercado, un tipo de oligopolio, organizado por empresas, que perjudica el bienestar de los consumidores. Obviamente, abordaremos el tema desde la perspectiva económica en este domingo de Carnaval sin agua. 
 
El cártel del petróleo es uno de los más conocidos en el mundo de los negocios internacionales. 14 países productores del oro negro establecen cuotas de mercado para hacer subir el precio del energético de manera artificial. Este tipo de oligopolio, como conducta indebida, puede existir en cualquier tipo de mercado, como el de la mentira. Por lo tanto, puede constatarse la existencia de una oferta y demanda de falsedades que responden a la mano invisible de Adam Smith. El Sol de México, Luis Miguel, retrata muy bien la demanda de mentiras cuando nos dice: "Miénteme como siempre, por favor miénteme. Necesito creerte, convénceme. Miénteme con un beso que parezca de amor”. En otras palabras: miénteme/engáñame que me gusta, complementaría el Sol de Bolivia. Del otro lado de la ecuación, la oferta de mentiras es elástica e infinita. Miente el Estado, las personas, los políticos, los medios de comunicación.  Ya lo dice el gran tango de Discepolo: "Verás que todo es mentira. Verás que nada es amor. Que al mundo nada le importa. Yira… yira”. 

Si el mercado de la mentira es de competencia perfecta (muchos vendedores y compradores, tecnología conocida, producto homogéneo, etcétera), habría un precio emocional de equilibrio para la sociedad. A nivel agregado, existe un óptimo de mentiras que nos hace felices a productores y consumidores de disimulos, delirios o quimeras. Pero creo que si bien estamos frente a un bien flexible y abundante, no estamos delante de un mercado homogéneo, más bien es tremendamente segmentado. Existen muchos tipos de mentiras. Desde una perspectiva religiosa y filosófica, San Agustín distingue ocho ejemplos de falsedades, y Tomas de Aquino propone tres tipos. Los economistas, fieles a nuestra capacidad de establecer hipótesis, elaboramos una taxonomía de mentiras más amplia.
 
Existen mentiras de lata, la economía está blindada. Mentiras estructurales, cambiamos el modelo económico. Mentiras piadosas, "dígame licenciado”. Mentiras cínicas, sólo tenemos microcorrupción. Mentiras cósmicas, si se va el elegido, el sol y la luna se van ocultar. Mentiras convenientes, el acullico de la clase media está aumentando en Bolivia. De hecho, antes de seguir leyendo, amable lector, escupa su pijcho y cante, a voz en cuello, esta morenadita clásica de los new green peak: "Por esa boquita mentirooosita, me estás perdiendo poco a poco. Ni en la punta del tata Saaajama. Encontrarás otro cocani. Coca no es cocaína. Coca es la hoja sagrada”. 
 
Mentiras revolucionarias, el jefe es un crack del fútbol. Mentiras literarias. "Hay tres tipos de mentiras: mentiras, grandes mentiras y estadísticas”, Mark Twain. Mentiras históricas, el No sólo gano por el Sí de la Zapata. Mentiras Bolis, sólo la puntita.  Mentiras leninsitas, todos los males nacionales se deben al imperio. Mentiras tremendas, "solamente las mujeres y los médicos saben cuán necesaria y bienhechora es la mentira para los hombres”, Anatole France. 
 
También están las mentirijillas de los penderejiles que abundan en las redes sociales y están en todos los bandos ideológicos y de la intriga. Este es el oficio preferido de las disidencias del homo sapiens que hacen de la mentira su moneda de vida. Hoy se los conoce como los sicarios del ciberespacio o los trolls del poder.  
 
Obviamente, en el palco de oro de las emociones están las mentiras de amor. ¡Uta! aquí hay buenas. "Mi amor hazme llorar con la verdad para que no me destruyas con las mentiras”, firmado Gaby. "Ella está loca pero es mágica. No hay mentira en su fuego”, Charles Bukowski para ciertos periodistas y políticos. Para los despechados: "De todas tus mentiras, te amo es mi favorita”. "Ahora que sé toda la verdad, sé que no estás mintiendo”, Toribio. Pensando en los zapatistas de Bolivia y China y una más elegante: "Tu amor es una mentira que mi vanidad desea”, Cazuza.
 
La mentira también tiene calificaciones, esquinas, pliegues,  sutilezas, los diplomáticos elegantemente la llaman de "inverdad”, otros una verdad selectiva o una exageración piadosa, o una ficción bien contada, o una fantasía avergonzada, o una media realidad, un claro oscuro del alma. 
 
Pero más allá del arco iris de falsedades, la pregunta central e histórica es: ¿hay mentira porque hay verdad o hay verdad porque hay mentira? Es decir, es la demanda la que crea oferta o al revés.  
 
Bueno, como pueden constar, el mercado de la mentiras es complejo y diverso, y la causalidad verdad-mentira es indeterminada, como dirían los econometristas, a quienes los acusan de mentir con elegancia y con los sagrados números de la ciencia. En este contexto, las prácticas oligopólicas de los cárteles de la ponzoña, que manipula el mercado de las mentiras, pueden ser de origen privado o estatal. 
 
El monopolio de la mentira, por ejemplo, puede estar en manos del Estado. Piense  los medios de comunicación gubernamentales que sólo hablan de la verdad revolucionaria, que para mucha gente no pasa de un conjunto de mentiras, o en el sector privado, un grupo de mal entretenidos, que en las catacumbas de la sociedad urden viles mentiras contra los angelicales seres alados del poder.  En ambos casos,  la teoría de la organización industrial recomienda regular los oligopolios de las mentiras o abrir los mercados de las falsedades. 
 
"Miente, miente, miente… que algo de verdad quedará” (Joseph Goebbels). Es decir, aumentar, al infinito, la oferta de embuste con la esperanza de crear una nueva verdad neo revolucionaria. Pero siempre se debe recordar que "no hay mayor mentira que la verdad mal entendida”. No es no. 

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