El
gran trovador Papirri, creador de la genial Metafísica popular, está recibiendo
grandes contribuciones a su larga lista de frases antológicas desde la cima del
poder. Entre los clásicos epígrafes del cantautor cabe recordar: "Ese
caballero es una dama o estoy caliente con este frío”.
Pero
ahora han surgido dos nuevas joyas para su repertorio. Una en el ámbito
político: "Nos están vulnerando nuestros derechos con nuestra propia
Constitución. No vamos tolerar este autoabuso”.
Y
otra en el campo económico: "Desacelerando vamos más rápido”. Dejo el
primer caso al buen saber de los constitucionalistas, pero me encargo del
segundo aforismo.
Resulta
que dio las caras la tasa de crecimiento del primer trimestre del 2017, el
Producto Interno Bruto (PIB) sólo subirá en 3,34%. En el primer trimestre del
año pasado este valor había llegado a 5,4%. Antes que cante un gallo las
autoridades del sector han salido a decir que no se puede hablar de
desaceleración porque el PIB sigue en expansión. Recórcholis, resulta que
ahora, en la aritmética del proceso de cambio, tres es mayor que cinco. Para
negar la relentización de la economía boliviana se apela a un sofisma y a
torturar los datos sin pudor ni clemencia.
La
idea de la desaceleración viene de la física y se la entiende como una
variación negativa de la velocidad. Un ejemplo sencillo es cuando se produce el
frenado de un automóvil que iba a 50 km por hora y ahora va a 33 km por hora.
El ritmo de avance es más lento. Se ha desacelerado el carro, que no es lo
mismo que andar de retro. Cuando una economía se desacelera, como la nuestra,
se trata de un periodo en el que probablemente, de manera transitoria, se
produce una relentización de la trayectoria de alguna variable, en este caso el
crecimiento, teniendo en cuenta la anterior medición en un lugar determinado
en un periodo de tiempo.
Este
fenómeno que el Gobierno se empeña en negar no sólo se produjo en el primer
trimestre del periodo en curso, se remonta al año 2013, cuando se alcanza el
pico del crecimiento del PIB, 6,8%.
A
partir de este momento comienza la desaceleración: en el 2014, la
velocidad de la economía baja a 5,5%; en el año 2015 se vuelve desacelerar y se
llega al 4,9%; un periodo después (2016) se alcanza un ritmo menor, 4,3%, y
para este año que termina se prevé que llegue tan sólo al 4%, según los malos
del FMI.
Se
crece pero cada vez a un ritmo menor. Sostener que no hay desaceleración porque
el PIB está creciendo a una tasa más chica es un sofisma o, si se quiere, una
cachaña de estudiante universitario que en su niñez no vio Plaza Sésamo, donde
se enseñaba la diferencia entre desaceleración y retroceso o recesión. Beto
mostrando el auto avanzando más lento o un carrito yendo para atrás.
La
sopapeada a los datos viene de la afirmación de que no hay desaceleración de la
economía porque los sectores generadores de empleo y que dependen del mercado
interno están creciendo bien, a saber: la agropecuaria creció al 8,6%,
construcción 7,2%, industria de alimentos, bebidas y tabaco 5,6%,
transporte y comunicaciones 5,4%, comercio 5,2%, administración pública 4,8%,
otros servicios 4,4%, servicios financieros 4,3%, y agua y electricidad 4,2%.
La contabilidad creativa consiste en taparse un ojo y ver sólo los sectores que
me ayudan a mostrar un crecimiento casi chino de 5,5%. Pero me hago al cieguito
con los sectores de peor desempeño, como hidrocarburos, que decreció en –14,1%,
la minería y el resto de industria, que bajaron en -1,6% y -1,1%,
respectivamente.
En
esta lógica, se podría afirmar que en la economía boliviana registró una
recesión de -5,6%, viendo las actividades económicas volcadas al sector
externo. Inclusive, un sagaz bachiller en humanidades podría decir cinco de un
lado y cinco del otro: empate técnico. El argumento es falaz porque, además, en
los sectores de hidrocarburos o minería también está el componente de demanda
interna y son generadores de empleo. Piense, por ejemplo, en el consumo de
gasolina y en el empleo de los cooperativistas mineros.
A
estas alturas de la columna y la argumentación, cabe recordar la definición del
PIB, que es el valor total de la producción corriente de bienes y servicios
finales dentro del territorio nacional, durante un cierto periodo de tiempo. Es
una variable agregada de lo que produjeron todos los sectores de la economía.
Distinguir cuáles fueron los sectores que suben o bajan puede ayudar a explicar
los responsables de la aceleración o desacelaración de la economía, pero la
explicación de la trayectoria o ritmo del PIB es un fenómeno agregado.
Por
ejemplo, uno no podría decir que la inflación se disparó en Bolivia sólo viendo
los precios que subieron en la economía, esto sería una cocina de datos
grosera. La inflación es el promedio de precios que suben y bajan. El mismo
razonamiento se aplica a la tasa de crecimiento del producto.
Pero
más complicado que no reconocer que hay en curso una desaceleración es
constatar que la relentización del carro de la economía se produce cuando más
gasolina de gasto e inversión pública le pone el Gobierno. En efecto, la tasa de
crecimiento del PIB en Bolivia es cada vez más baja; en cuanto el aumento de la
inversión es más alto. El porcentaje de la participación de la inversión
pública en proporción del PIB, un componente fundamental de la demanda
doméstica, fue cada vez mayor desde 2013, pasó de 12 al 15% en el 2016.
Cuanto más se achica el Producto, más sube la inversión.
Así
mismo, la tasa de crecimiento de la inversión pública fue muy superior al
crecimiento del PIB.
Por
ejemplo, éste creció en 4,3% en 2016 y para lograr esta tasa desacelerada fue
necesario un aumento del 22% de la inversión pública. El carro va más lento
cuando se pone más combustible y se acelera más a fondo. Probablemente la
explicación de este fenómeno tiene que ver con la baja rentabilidad de la inversión
estatal, la poca productividad de la economía y los límites de la demanda
interna. Es decir que aunque le pongan gasolina de aviación a la peta, ésta no
volará.
1 comment:
buenisimo!
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