!Pare de gastar! !Controle su fiebre de consumo! Y
!Pare de sufrir!. Ya es oficial que no habrá segundo aguinaldo. Esto fue
anunciado desde la cúspide del poder. Así que lo dejarán, por segundo año
consecutivo, con los crespos hechos y el arrebato en la puerta, pero, en contra
parte, son buenas noticias para las
billeteras de los productores nacionales, pequeños y medianos.
Este es un resultado de la desaceleración de la
economía boliviana que el gobierno insisten en negar con todo tipo de
prestidigitaciones estadísticas, tortura de datos y empalagosa propaganda. Pero
los números son fríos y claros. La cúspide del crecimiento económico se dio el
año 2013 cuando el producto interno bruto (PIB) - toda los bienes y servicios
producidos en un año en Bolivia - subió a 6,8%. Pututos al viento y coro de
ñustas sopranos. Las puertas del paraíso revolucionario se abrían de par en
par. En la épica oficial era el efecto de la magia del nuevo modelo. En
la práctica era el resultado de la lotería de los precios de la materias
primas. Después de este periodo áureo, la
economía boliviana comenzó a acompañar la letra del viejo tango argentino
que dice: cuesta abajo en la rodada. En el 2014, el crecimiento fue de 5.5%. Un
año más tarde, 2015, una vez más el aparato productivo boliviano creció pero
más lentamente, 4.9%. El año pasado, 2016, nuevamente se frenó la
economía y la velocidad del coche se redujo a 4,3%. Este año, en el primer
trimestre tanto sólo se creció a 3.3 por ciento y hasta fin del 2017 es muy
probable que el desempeño esté en torno de 4%. En este contexto, para que el
economía boliviana crezca al 4,5% y todo los trabajadores formales seamos
bendecidos por el segundo aguinaldo, la economía debió crecer 5.96% en el 2do
semestre del 2017. Cosa que no ocurrió. Entre tanto, es preocupante que
no se tengan las informaciones del crecimiento a mitad del semestre y sospechosamente
se haya cambiado al director del INE, que lo estaba haciendo muy bien. Como
dice el líder máximo no quisiera pensar que se están cocinando los datos con la
ayuda de los yatiris y curacas del proceso de cambio.
El aparato propagandístico del gobierno ha sacado
toda su artillería para mostrar que aunque andemos más lento estamos mejor que
varias economías de América Latina. Por supuesto , si te comparas con los
desastres económicos Venezuela o Brasil, hay motivos de sobra para sacar pechito
de bronce. En esa dirección, el gobierno,
perdiendo el pudor ideológico, se saca coquetas selfis con las proyecciones de
crecimiento del otrora odiado FMI. Hasta estos engendros del imperio se ponen
en un cúbito ventral frente a los resultados del modelo primario exportador extractivista,
sostiene la propaganda. La euforia con un crecimiento que va de bajada me
recuerda al periodo de la dictadura banzerista, que también exhibía en la
vitrina política los datos económicos como gran legitimador de su gestión.
Connotados jerarca de la nomenclatura actual, opositores del régimen de la
época, cuestionaban debilidad y poco sustento productivo del crecimiento de
esos siete años, que promedio superó el 5,6% al año, usando argumentos como que
se basaba en déficit públicos no sostenibles y excesivo endeudamiento. Con razón
se criticaba que esa estrategia de sustentación del crecimiento era artificial.
Pero ¡Oh, sorpresa! Se sigue el mismo camino en la actualidad.
En una mirada más amplia, hoy como ayer, los dueños
del poder se concentran en la espuma de la historia, como dice Fernando Braudel, porque si analizamos los ríos profundos
de la estructura de la economía veremos que el crecimiento de largo plazo y
otras variables económicas, financieras y sociales siguen colocándonos como uno
de los países más retrasados de la región. Pero el narcisismo macroeconómico no
tienen límites. Duck face para la próxima selfie, o en una traducción libre: Boquita
como potito de gallina para la próxima fotito.
Ahora bien, cabe resaltar que la ralentización
de la economía boliviana se da en el momento en que el gobierno pone toda la
carne al asador keynesiano, es decir en una situación donde tanto el gasto como
la inversión pública son los más altos de estos últimos 11 años. En efecto,
en el año 2017, la inversión pública superará los 6000 millones de
dólares (será superior en 22% respecto al año pasado) y el crecimiento
económico con suerte pasará del 4%. Son las paradojas del nacional desarrollismo:
cuanto más gastas menos creces. Este resultado, probablemente está mostrando
los límites del modelo.
Imagínese la economía boliviana como una peta que
anda cada vez a una menor velocidad y el gobierno fuerza la máquina colocándole
gasolina de aviación. Es obvio que el escarabajo no volará y más bien, puede
hasta fundir bielas. El “más que cada
vez genera menos” posiblemente ocurre porque la inversión y el gasto son cada
más ineficientes, se gasta a la loca o, en gran medida, porque la inversión se
viene concentrando en la administración central del gobierno. En el 2013, la
mitad de la inversión pública la hacían los gobiernos regionales. En el 2017,
tan solo el 17% de esta está en manos de municipios y gobernaciones y el 83% en
el gobierno central.
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