Terminados los alegatos en la Corte
Internacional de Justicia de La Haya sobre el tema de mar, resta esperar el
fallo que, en caso negativo, será una bomba política interna; pero en caso
positivo, además de un triunfo diplomático, pondrá a prueba nuestro poder y
capacidad de negociación, y la capacidad nacional para alcanzar resultados
concretos.
A inicios del nuevo milenio
participé de un taller académico de negociaciones sobre el tema marítimo
boliviano, propiciado por el Harvard Negotation Program que dirigía el profesor
Roger Fisher, autor de varios libros sobre el tema y del superventas Getting to
yes: negotiating agreement Without giving in, junto a Bill Ury. Fisher además
de ser un renombrado intelectual, tenía una amplia experiencia en
negociaciones complejas en el Medio Oriente (Cumbre Camp David), en el proceso
paz en El Salvador y la finalización de la guerra entre Ecuador, y Perú. En
Sudáfrica, Fisher trabajó en las negociaciones y el proceso constitucional que
condujeron al fin del apartheid.
En este ejercicio de
negociaciones participaron delegaciones compuestas por 10 personas por
país: Bolivia, Perú y Chile. En los grupos había líderes sociales, empresarios,
políticos, académicos, periodistas y militares.
Los encuentros tenían tres
objetivos: 1) Construir redes de comunicación entre grupos de la sociedad
civil; 2) crear un espacio académico abierto a ideas creativas para la solución
del problema marítimo boliviano y 3) conocer técnicas de negociación en base al
modelo del profesor Fisher. En esta oportunidad quisiera compartir mis
aprendizajes en este último punto.
Negociar es un arte complejo que
depende de un contexto de poder y de capacidades técnicas. En una negociación
internacional prima el tema del poder, no siendo el único factor. Creo que
–como sostiene la Escuela Realista de las relaciones internacionales– los países
cuando hacen política y/o negocios no tienen amigos sino intereses, y éstos se
pautan en recursos de poder que pueden ser económicos, estratégico-militares,
poblacionales, diplomáticos y simbólicos.
Bajo esta perspectiva teórica,
las negociaciones de un país deben centrarse en la defensa del interés
nacional. Una mejor defensa o ampliación de éste requiere de acumulación de
poder. Toda negociación sienta a la mesa a países o grupos con diferentes
recursos de poder. De manera más genérica y siguiendo a Joseph Nye, podemos
hablar del poder duro (hard power), respaldado en la fuerza económica o militar
y el poder suave (soft power), basado en la seducción que genera la cultura,
los ideales políticos, la ideología o las causas que reclaman un determinado país,
como puede ser el tema de la justa reinvindicación maríti ma boliviana. En
estas circunstancias es que se habla de poder de negociación de las
partes.
Para Fisher y Ury un proceso de
negociación también tiene vida propia y depende de voluntades políticas,
actitudes y técnicas. En su libro clásico Obteniendo el sí, ambos autores
recomiendan varias estrategias, pero la que más quedó del taller de Harvard es
que el éxito de una negociación debe centrarse en los intereses, no en las
posiciones.
¿Cuál es el interés central en el
caso boliviano? ¿Podremos negociar diferenciando los intereses de las
posiciones? En este Domingo de Pascua compartó un ejemplo muy didáctico
que nos propuso el profesor Fisher y a partir del cual usted puede llegar sus
propias respuestas sobre los intereses y las posiciones.
Para ello, en casa o en la
oficina, divida a la familia o compañeros de trabajo en dos grupos. Digamos los
verdes y los guindos. Recomiendo que se siga al pie de la letra las
instrucciones.
Imagínese que están en juego 40
coquetas naranjas, de esas que dan ganas de pellizcarlas por su atrevido color.
Cada uno de los grupos quiere 30 cítricos. Pues bien, que comience la
negociación y la posición es clara: el grupo verde debe buscar llevarse 30
naranjas y el guindo, la misma cantidad.
Para ser efectivo en la
negociación, ahórrese todo el desgaste inútil de las descalificaciones y
acusaciones de su contraparte. Puede que en medio del camino aparezca el
espíritu de Salomón con gran sabiduría diga: 20 naranjitas para cada grupo y se
acabó la discusión, cada uno debe ceder algo. Muchas veces se confunde
negociaciones con regateo. Pero según Fisher esta sigue siendo una negociación
de posiciones. El “mita y mita” es una pérdida de 10 naranjas para ambos y
sigue el entuerto.
Pero qué ocurriría si cada grupo
se pregunta: ¿Para qué necesitamos las naranjas? Es decir, ¿cuáles son los
verdaderos intereses en la negociación? ¿Qué pasaría en la negociación si el
grupo verde manifiesta que necesita las naranjas para hacer jugo con ellas y el
grupo guindo, las requiere para hacer mermelada con las cáscaras? ¿Cambiarían
sus estrategias de negociación? ¿A qué tipo de acuerdo llegarían? ¿Con cuántas
naranjas se quedaría cada grupo?
Recuerdo que el taller de Harvard
nos enfrascamos en un regateo por naranjas y muchos cuestionábamos el ejercicio
por simplón, pero, al final, era una manera de entender temas complejos con
ideas simples que ayudan a encontrar soluciones creativas a guerras.
El artículo no dará una respuesta
final a las interrogantes, cuando el domingo languidezca su humilde escribidor
pondrá una posible solución en las redes sociales, pero espero que el ejercicio
nos ayude a entender que una buena negociación separa intereses de posiciones y
que ésta será una de bases para llegar a un buen puerto con Chile.
Vuelvo a una pregunta central:
¿Cuáles son los intereses nacionales de Bolivia en la futura negociación? ¿Cómo
debemos acumular más poder suave para aumentar nuestra capacidad de
negociación? Resolviendo el dilema de las naranjas, el profesor Fisher, con su
metodología ayudó a traer paz en el mundo.
POS COMENTARIO CON POSIBLE SOLUCIÓN AL
PROBLEMA PLANTEADO EN EL ARTÍCULO
Hoy domingo en P7 y
otros periódicos nacionales plantee juego de negociación que ilustraba la idea
de que para llegar a un buen acuerdo se necesita distinguir entre los intereses
y las posiciones. Están en juego 40 naranjas. Y los grupos enfrentados
cada uno quiere 30 naranjas, estas son las posiciones. Una solución muy tradicional
en nuestro medio es esta que tiene que ver con regateo y no con negociación. La
idea es que los dos deben salir perdiendo, ambos deben ceder algo respecto
a lo que querían en un primer momento. En ese caso son 20 naranjas para uno y
20 para el otro. Esto sería una solución pero quedándonos en el tema de las
posiciones en las negociaciones. Cuando uno se pregunta para que uno quiere las
naranjas, se entra en el tema del interés. Un grupo tiene el interese en las
naranjas para hacer mermeladas con las cáscaras. El otro tiene interés en el
jugo de la naranja. Si ambos intereses se ponen en la negociación existe una
solución de ganar/ganar mucho más interesante. Porque cada grupo se lleva a
rigor 40 naranjas. Los primeros pelan las naranjas y se quedan con la cáscara
para hacer la mermelada. Y los segundos se quedan con el jugo también de 40
naranjas. En la práctica este tipo de negociación es obviamente compleja.
Por lo tanto, en el tema del mar nuestro país, en el momento que tenga que
negociar con Chile, tendrá que tener muy claro cuáles son nuestros intereses
nacionales que están en juego y cuáles son nuestras posiciones. Tal vez lo más
importante es que el gobierno determine con claridad cuáles son los intereses
nacionales y convenza a la mayoría de la población de Bolivia que está
defendiendo estos. Gracias por haber leído mi artículo y participado de este
desafío.
1 comment:
Espectacular artículo e interesante el dilema de las naranjas, sin embargo como podría el Gobierno, en turno, llegar a hacer entender a la población sin fines políticos nuestros Intereses?
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