Lamentablemente, en el mundo en general y en América
Latina, el particular el cáncer de la corrupción corroe la
sociedad, las instituciones y la economía. La mordida puede estar presente en
un simple trámite que requiere de una buena aceiteada o el adecuado
timbre de aceleración hasta en una obra pública millonaria, que para
adjudicarse, necesita de una quinciañera (15%) para que el jefe se jubile
tranquilo. En el pasado, las licitaciones
tenían un carácter más religioso por que solo se habla del diezmo (10%)
milagroso. Las situaciones de corrupción se presentan en lo micro y lo
macro, durante los controles de tránsito cuando se pide que aplique el artículo
$ 100 del Código de Tránsito. Aunque
mucha gente me ha contado que ahora se produjo una inflación del cariñito
necesario para engañar a la implacable napia, (versión nativa del alcoholímetro),
del oficial Diga Farfan. Entre tanto, la corrupción también está en las
altas esferas, en lo que se conoce como la patria contratista, en la relación mafiosa
de empresas privadas y Estado, cuya obra maestra es la Lava Jato de Brasil,
pero que puede presentarse en cualquier compra o licitación del sector público,
local o nacional donde la jabonada, la carnaza, el amollar o el reconocimiento
son moneda común.
La corrupción es el uso del sector público para
obtener beneficios privados. En bueno español eso significa convertir al estado
en la cueva de Alí y Baba y sus ciertamente más de cuarenta amigos Por supuesto
que también existe corrupción entre privados. Este es un mal que se
presenta en administraciones tanto izquierda como derecha.
Una pregunta que hace muchos años se hacen los
economistas es de qué manera la corrupción afecta el crecimiento y desarrollo
económico. Cierta lectura, entre pragmática y cínica, sostiene que la
corrupción no es mala porque engrasa los mecanismos burocráticos y pesados
dentro del estado, y supera las leyes rígidas de control. En esta dirección lo
que importa es el resultado de la inversión pública, por ejemplo. El subtexto
de esta aproximación es la idea que ciertas gestiones roban o dejan robar, pero
hacen obras. “Le menten no más” para que después los abogados arreglen, porque
hay un bien mayor que es el resultado: un crecimiento económico elevado en base
a infraestructura pública, carreteras, museos, edificios, transporte público y
otros. Esta manera pragmática de
ver el desarrollo enfatiza los efectos estáticos y de corto plazo del
crecimiento económico. Porque en una
perspectiva más estructural, la corrupción hace un enorme daño a la economía y
la sociedad.
Según estudios del Banco Mundial, empresas y las
personas pagan aproximadamente 1.5 billones de dólares en sobornos cada año.
Meterle la cucharada al dulce, este caso sería la pala, representa
aproximadamente el 2% del producto interno bruto (PIB) mundial, y 10 veces el
valor de la asistencia para el desarrollo en el extranjero. De manera agregada
se calcula que las coimisiones se come entre 1 y 2% del PIB de los países
latinoamericanos. Si este fuera el caso de Bolivia, nuestra economía, perdería
por corrupción, lo mismo que pierde por no tener acceso libre y soberano al
mar. Los mismo estudios empíricos mostraron que los más pobres pagan el mayor
porcentaje de sus ingresos en aceiteadas. Por ejemplo, en Paraguay, los pobres
pagan 12.6% de sus ingresos a sobornos, mientras que los hogares de altos
ingresos pagan 6.4%.
Por lo tanto, el roba pero hace mata a la economía
en el mediano y largo plazo, porque: i) debilita la capacidad del estado
para aumentar los ingresos y por lo tanto de realizar inversiones públicas de
calidad. Se da prioridad a montos y obras grandes, que son vistosas,
antes que inversiones en capital humano, por ejemplo, que no se ven. ii) Infla costos y asigna mal
los escasos recursos. Hace poco veía, en un hospital público nacional, que se denunciaba que se habían compararon
basureros a 3,800 Bs., pero que no habían ciertos insumos médicos para operar.
La corrupción también provoca déficit público,
porque obras públicas mal ejecutas, sobre dimensionadas y sin retorno
sobre la inversión terminan siendo financiadas por los ingresos públicos. Así
mismo, la cultura de la mordida tienden a atraer a inversionistas extranjeros de
dudosa reputación. La cultura del engrase también distorsiona y muchas veces
fomenta el desarrollo de la economía informal, restándole recursos al estado y
provocando la muerte lenta de centenas de pequeños empresarios que actúan en un
mundo de negocios sin reglas de juego claras y a merced de la peculato y la
extorción. El soborno reduce los ingresos del gobierno
y por la tanto limita y empobrece la provisión de bienes y servicios públicos. En
suma, la corrupción mata el desarrollo económico y el pragmatismo del: “roba,
pero hace” es un espejismo populista.
2 comments:
Si mientes y dices que eres licenciado eres de derecha, Si compras y te prestas de la China también eres de derecha, si bailas morena da y cantas cara bonita eres de Derecha, si confundes el proceso de cambio con el proceso de cambio de billetes de 10 le quitas eres de derecha, si confundes el vivir bien con tener aviones de lujo, vivir en los mejores hoteles, pasearte por el mundo , tener sauna y gimnasio a tu disposición eres de derecha, si defiendes la economía de la sagrada hoja de coca eres definitivamente de derecha.
Roba pero hace.
Y si roba y hace de donde???
Del gas?
Y si el gas se hace gas?
Como dijo que dijo Surenda?
Chacatau el gas en tres años?
Achichiu como duele?
Que importancia tiene la moral,la ética, la corrupción en su incidencia económica?
Es que acaso la ciencia económica no es que había sido amoral?
Que importancia tiene el gas?
Se acaba el gas y se acaba todo?
Uyy Uyy Uyy a poner las barbas a remojar que esto no es chiste.
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