Monday, August 4, 2014

¿La industrialización de o para los recursos naturales?

Hace muchos años prevalecen en el imaginario político nacional dos ideas, que de mucho repetirlas la gente del poder cree que se convertirán en verdades pétreas. En especial desde la llegada al gobierno del MAS, éstas se han convertido en mantras ideológico-religiosos, que se repiten para conjurar todas las dolencias económicas y sociales del país. Se trata de la industrialización de los recursos naturales y la idea de que estamos en un proceso de cambio, que en la vertiente económica  debe realizarse por etapas.
Primero, la recuperación de la propiedad de las materias primas; segundo, añadir valor a los minerales y gas natural; tercero, buscar una mayor industrialización, y así va el cuento el nuevo modelo económico. En el fondo, se cultiva, con sobredosis de propaganda, la ilusión desarrollista de que Bolivia puede hacer una revolución industrial sobre la base de la agregación de valor a los recursos naturales, como Inglaterra, con un pequeño retraso de 200 años.
Pero -como sostiene Ricardo Hausmann (La verdadera materia prima de la riqueza)- en el caso de Inglaterra, la contribución más notable de la extracción de carbón no fue algún producto con valor agregado de este mineral, sino, más bien, el haber impulsado el desarrollo de la máquina de vapor para sacar el agua de las minas. Posteriormente, este invento revolucionó la industria manufacturera y del transporte. 

Por supuesto que Bolivia, por muchos años más, será una economía primaria exportadora, pero el camino que se debe seguir no es solamente la industrialización de la materia primas, sino también de la industrialización para los recursos naturales. Más aún, el cambio de la estructura productiva será real cuando se produzca una diversificación industrial, pero por ahora concentrémonos en la diferencia no excluyente entre el de y el para.

La visión tradicional de la industrialización de los recursos naturales sostiene que estamos condenados a la maldición de los recursos naturales y que solamente es posible repetir la vieja historia del desarrollismo de los años 50, a saber: agregar valor a las materias primas.
En esta línea de pensamiento, la minería tradicional debe dar lugar a la siderurgia, el gas debe permitir la creación de la industria petroquímica.  O en términos de productos, el mineral bruto se convierte en lingote y el gas natural en urea o una bolsa plástica.

Obviamente, este camino puede ser seguido, pero refuerza la vocación primario exportadora con encadenamientos verticales. Si el mercado de las materias primas se cae, arrastra a toda la cadena.  
La industrialización para los recursos naturales o industrialización conexa no niega la anterior opción, pero apuesta por una diversificación productiva real. Ésta es la vía seguida por Finlandia, por ejemplo.
Si  en los años 70 esta economía sólo hubiera industrializado agregando valor a la madera, hoy sería un país exportando sofisticados y bellos muebles con muchos problemas medioambientales y con un mercado muy difícil que prefiere muebles de otros materiales.

Pero Finlandia apostó por una industrialización diferente. Convirtió un pedazo de madera, un k’ullu, en un celular. Ciertamente no fue agregando valor a la madera, sino añadiendo valor a las capacidades existentes y nuevas para producir madera.

Según Hausmann, los finlandeses, de tanto cortar árboles y cepillar maderas, descubrieron que las hachas y serruchos ingleses perdían filo y no funcionaban bien en sus bosques fríos. Primero, reparando las herramientas y volviendo a afilar las hachas y, segundo, adaptándolas a su tipos de árboles, se dieron cuenta de que podían hacer mejores serruchos y hachas más duras y filosas.
El aprovechamiento de ciertas capacidades, convertidas en ideas creativas y nuevas tecnologías, permitieron desarrollar otras capacidades. Comenzaron a agregar valor a la materia prima, pero también a los instrumentos y formas de organización que permitían bajar árboles y cortar la madera de manera más eficiente. Así empezaron a producir mejores máquinas para talar árboles y equipos más eficaces para pulir madera.

El siguiente paso fue descubrir que las máquinas que desarrollaban para cortar madera podían también cortar otros materiales. Después de un proceso no muy largo vieron que, dado que sabían tanto de maderas, podrían dar un salto a equipos especializados para  muebles.

Simultáneamente, los leñadores en los gélidos y lejanos bosques de Finlandia tenían enormes dificultades para comunicarse entre ellos y para atender pedidos de los aserraderos, y, nuevamente, se buscó generar valor agregado, no a la materia prima, sino a una industria conexa. Los radiotransmisores gringos no eran buenos en las montañas finlandesas, entonces aprovecharon que en el pasado se había desarrollado una industria de cables y radios en el país, y decidieron hacer mejores equipos de comunicación, que terminaron en los famosos celulares Nokia.


Fue una industrialización para los recursos naturales y no solamente de los recursos naturales. Todo esto, por si acaso, con un fuerte impulso estatal, que entendió que el desarrollo sostenible no esta sólo en la Pachamama, sino en la diversificación industrial conexa, que puede ser implementada de manera simultánea en varios sectores, superando el etapismo. Pero, sobre todo, invirtiendo en agregar valor al factor de producción más importante en una economía: el capital humano.

1 comment:

Anonymous said...

La verdadera razón del éxito de la población finlandésa:

https://es.wikipedia.org/wiki/Informe_PISA

Primera meta ahora: Participar y ganar al Perú.

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