Monday, October 3, 2016

La economía y las trampas políticas

En términos de narrativa política y económica, el Gobierno nacional ha construido un imaginario bipolar. En la lectura oficialista, cargado de un fuerte maniqueísmo, el mundo de las ideas está dividido en dos paradigmas: por un lado, el luminoso modelo económico revolucionario en la aplicación, responsable único de todos los logros económicos y sociales;  y, por otro, el oscuro y ponzoñoso  neoliberalismo, responsable de los dolores pasados, presentes y futuros de la nación.

 Así, el mundo y el país están claramente divididos  en estas dos ideologías, que se enfrentan en escenarios nacionales e internacionales con una enorme carga de un nacionalismo chabacano, ese sentimiento que cree que todo lo que no es espejo local, es feo y responsable de todos los males del país. 
 
El tiempo histórico, las emociones colectivas, las ideas y las acciones  están cortadas por un dualismo simplón, pero muy útil para el adoctrinamiento ideológico y para la guerra política. Pasado desastroso versus presente de cambio, sublimes patriotas contra vende-patrias sin alma, neorevolución versus liberalismo y estatización contra privatización. En suma, una trampa política y conceptual que se aplica sobre todo, aunque no exclusivamente, a la economía y la visión de desarrollo y en la que, lamentablemente,  se enredan oficialistas y opositores.   
 
El maniqueísmo político tiene antecedentes en la historia de América Latina y no es monopolio de la actual gestión de gobierno. Cabe recordar que el péndulo del desarrollo, en los últimos 100 años, ha oscilado entre derechas privatizadores e izquierdas populistas, cada lado y en su tiempo, sobrecargando las tintas de las virtudes de sus respectivos modelos. Inclusive en la actualidad, el aburrido vaivén se repite una vez más. En efecto, buena parte de las políticas públicas de Macri, en Argentina, o Temer, en Brasil, han vuelto al pasado privatizador, por  ejemplo. Nuevamente, la cruel profecía, que sostiene que en la región latinoamericana caminamos en círculos, se cumple. 
 
¿Es posible salir de la trampa conceptual y práctica de dualismo populismo versus neoliberalismo? Por supuesto que sí, pero para esto se requiere romper con el maleficio que aqueja a las políticas públicas que confunden medios con fines. Los objetivos de una estrategia de desarrollo no son la nacionalización o privatización de los recursos naturales, ni la manutención del tipo de cambio fijo o la entrega o eliminación de un bono. Estos apenas son los medios.
 
La meta final de un Estado es mejorar significativamente la calidad de vida espiritual y material de la sociedad. De manera más concreta, que la gente tenga un empleo e ingresos dignos, que reciba acceso a educación y salud de calidad, que los derechos a vivir en una sociedad sin violencia y en un medio ambiente sostenible estén garantizados  y un largo etcétera de mejores condiciones sociales y tecnológicas. 
 
Para ilustrar este punto coloquemos dos ejemplos muy concretos  de maniqueísmo político de la coyuntura nacional que confunde medios con fines. Por un lado, privatización versus estatización y, por otro, pago o eliminación de un bono, como es el segundo aguinaldo. 
 
Detrás de la falsa dicotomía público - privada está el objetivo que tienen las empresas, independientemente de su tipo de propiedad, de  generar valor económico y social para la sociedad. Son las firmas, de diferente tamaño, las que generan riqueza y bienestar.  Atribuir al cambio de propiedad condiciones inmanentes para un desempeño positivo o desastroso de una empresa muestra que se desconoce que el Estado o sector privado son construcciones institucionales complejas. 
 
Por supuesto, la vulgarización de política actual convierte a la nacionalización en el logro supremo de la gestión, el santo grial del proceso de cambio y, por supuesto, todo lo que se le ponga a ello es una erigía ignara. Oficialismo y oposición sacan las espadas y confunde caminos con metas.   
 
De una manera más conceptual, lo público o privado, para que funcionen, dependen de reglas de juego formales (legislación) e informales (usos y costumbres), de arreglos institucionales. Desde una perspectiva macro, para un mejor funcionamiento de una empresa privada o pública se requiere garantizar derechos de propiedad públicos, privados, colectivos, y hacer cumplir los contratos; es decir, un poder judicial eficiente e independiente.
 
También son fundamentales las instituciones reguladoras de las empresas con poder de mercado, ya sean estas estatales o privadas. Desde una perspectiva más concreta, las empresas, independientemente de su propiedad, requieren de: liderazgos constructivos, gobiernos internos (gobiernos corporativos) transparentes, gerencias profesionales, sistemas de innovación estratégica, mecanismos de control vía mercado  o Estado. Por lo tanto, el objetivo en una políticas de desarrollo no es la propiedad de la empresa y sino crear las condiciones mencionadas para que las compañías generen valor económico y social. 
 
Otro ejemplo de trampa política es el falso dilema de pagar o suspender el segundo aguinaldo, cuando el objetivo estructural del desarrollo es generar riqueza con responsabilidad social y medioambiental, y promover el empleo digno y sostenible. Lo anterior tiene que ver con la innovación tecnológica, la productividad y competitividad de los factores de producción de la empresa, incluyendo el trabajo. Por lo tanto, las políticas de desarrollo productivo deben estar centradas en crear las condiciones y las políticas para alcanzar las metas señaladas. Una forma de lograrlo puede ser mejorando la participación de los ingresos de los trabajadores, pero este es un medio y no un fin en sí mismo, como es planteado en la actualidad. 
 
Cuando se superan las trampas políticas dicotómicas y las acciones del desarrollo se focalizan en los verdaderos objetivos, se comienza a construir políticas de Estado de largo plazo, cuya virtud es independizarse de los ciclos de políticos cambiantes y desordenados, y de la demagogia bipolar local. 

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