Vuelvo a mi trinchera
dominguera con la esperanza cargada de muchas ideas y dispuesto a dar la
batalla por la libertad y la democracia. Nos espera un año repleto de
incertidumbre política por las elecciones de octubre, en especial sí la ilegal
candidatura del oficialismo insiste en tirar por la borda, la voluntad popular
de 2,7 millones de personas que dijeron un No rotundo a la reelección.
En términos económico
será un año similar al 2018 aunque algunos resultados podrían ser contaminados
por la vorágine electoral. Aunque se resiste a reconocerlo, el gobierno ha
perdido legitimidad y apoyo social por muchos errores políticos cometidos, por
la prepotencia con que impone ciertas políticas públicas, por varios hechos de
corrupción no esclarecidos, por el natural desgaste después de 13 años de
gestión, pero sobre todo, por el intento de desplegar sus alas autoritarias. No
es exagerado decir que el gobierno está arrinconando en su núcleo duro
resguardado por la guardia Pretoriana de los cocaleros del Chapare. Entre los
pocos tanques de oxígeno político que le quedan, al gobierno, sin duda están
ciertos resultados económicos, como por
ejemplo, el desempeño del producto interno bruto (PIB).
En este contexto es
fácil concluir que la principal bandera electoral de la ilegal candidatura será
la venta del éxito del nacional desarrollismo, o en su versión religiosa, el
Evoeconomics, doctrina axiológica que polariza la sociedad entre los buenos e
inmaculados compañeros vs. los malos neoliberales y vende patrias. La verdad
revolucionaria que nos llevará al reino de luz populista vs. la ponzoña, la
cruel mentira de la derecha que busca devolvernos a los sótanos de la historia.
En la actual narrativa ideológica se ofrece a los fieles la salvación eterna a
través de un feroz consumismo capitalista e informal, coquetamente rebautizada
como proceso de cambio. Para nuestros neorevolucionarios, en Bolivia, Marx
escribe recto sobre renglones torcidos. En realidad el capitalismo de camarilla
creado en torno a las empresas estatales, el extractivismo depredador del medio
ambiente y el crecimiento exponencial de la burguesía comercial son la antesala
del socialismo local.
El Evoeconomics se basa en la inversión pública y la industrialización de los recursos naturales, en ambos casos mirando por el retrovisor de la historia pero poniendo cara de quien ve el futuro. Propone subir la escalera del desarrollo, generando valor a las materias primas. Es la vieja narrativa: el mineral se convierte en un lingote; después se producen clavos, posteriormente se hacen calaminas y, en algún momento del horizonte del proceso de cambio, se llega al automóvil nacional. En el mismo camino, el gas se vuelve polietileno. En suma, es hacer la revolución industrial inglesa con 200 años de atraso. Para la nueva religión, desarrollo económico son grandes obras, monumentos al cemento, es sóviets más electrificación, caminos sin destino de desarrollo, represas que matan el medioambiente, teleféricos que cuestan decenas de hospitales, satélites ciegos, museos al ego, pretenciosos y fálicos edificios. En la cúspide del altar de la nuevo culto está el gran fetiche, el falo del desarrollo: el PIB, frente al cual todos los devotos de la virgen del puño izquierdo en alto, los fieles sacerdotes del horizonte de los santos de los últimos días del capitalismo y otros exegetas de la revolución deliran ante las subidas de la cifra encantada. Inclusive, la religión neoliberal impulsada por el Fondo Monetario Internacional (FMI) se postra frente a este resultado. Los extremos se encuentran en la fe.
La PIBiofilia
extractivista insiste que desarrollo económico es sólo el crecimiento de esta
variable y se deleita frente a los espejo de rankigs internacionales: !Oh, la
economía que más crece en América Latina!. El narcinacionalismo estadístico se
golpea el pecho. El modelo nacional desarrollista es el fin de la
historia y tiene un sólo conductor, el Mesías Morales. Amén.
Obviamente es un
sacrilegio sugerir que el ídolo PIB puede que tenga pies de barro. Es una
blasfemia alertar sobre los peligros de un déficit público que persiste por
cinco años consecutivos y de manera creciente (más del 7% del PIB). Una
profanación señalar que el milagro económico se basa en el incremento de deuda
externa e interna que ya sobrepasa el 50% del PIB. Una herejía advertir
sobre el daño que provoca a las exportaciones no tradicionales la apreciación
del tipo de cambio real. Una afrenta señalar, que para sostener esta fiesta del
consumo, nos gastamos más de 6 mil millones de las reservas internacionales. Un
ateísmo asqueroso denunciar la falta de políticas de salud y educación. Una
anatema imperdonable sostener que en13 años el gobierno confundió, con
predeterminación y alevosía, gordura de consumo y riqueza con desarrollo
integral. Y una execración denunciar que se gastó más de 60 mil millones de
dólares para, de manera muy talentosa, caminar en círculos sobre el modelo
primario exportador.
La rererelección ilegal
busca congelar el mundo de las ideas, endiosar el PIB, poner fin a la historia,
crear un nuevo oscurantismo ideológico y religioso. Pero el año que comienza,
es una gran oportunidad para soltarse del yugo populista, se sembrar nuevas
ideas para encarar el futuro. Desde aquí seguiremos demostrando que crecimiento
del PIB no es igual a desarrollo social integral y sostenible, que los caminos para
llegar a este son múltiples, diversos, alegres y coloridos. Bienvenidos al 2019,
el año de la liberación.
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